Héroes por pleno derecho

Diego Estévez.
photo_camera Diego Estévez.

Dos sucesos conmocionaban, hace unos días, a toda la sociedad. El más reciente, el apuñalamiento de Isaac Gómez en plena calle a causa de una discusión, al que sobrevivió de milagro. No menos espectacular fue el accidente de la monfortina Uxía Arias, que tuvo que salir buceando de su coche, tras caer este al embalse de Os Peares. Como ellos, estos cuatro lucenses se sienten unos auténticos privilegiados, tras seguir vivos al superar unas experiencias increíbles.

DIEGO ESTÉVEZ / Un incendio se desató en su casa mientras dormía
«¡Salvámonos de milagre! Pensei que non sairiamos vivos» 

«¡Salvamos a vida de milagre!», suspira José María Portela. Y lo hace cuatro años después de que él y su esposa salieran ilesos de un incendio que destruyó parte de su casa, así que da gracias a Dios de poder contar un suceso que le ha dejado graves secuelas psicológicas, de las que todavía se recupera. «Agora estou só, porque miña muller morreu, e non hai día que non me lembre daquel momento tan angustioso. ¡Pensei que non saíriamos vivos!», cuenta.

Aquel 4 de febrero de 2009, José María y su mujer, María Josefa Fernández, se acostaron tras comprobar que la cocina estaba apagada. «Eu nunca despertaba en toda a noite, porque tomaba pastillas para dormir, e miña muller tiña serias limitacións de mobilidade por mor dunha trombose», relata. Por eso, todavía no se explica como un pequeño ruido en el piso superior los desveló en plena madrugada. «Era como se andiveran uns ratos. Pensei que se trataba de ladróns e vestinme rapidamente para ver que pasaba», señala. Nada más abrir la puerta, José María se encontró con que el fuego estaba devorando su casa.

Este chairego es consciente de que fue un héroe, ya que tuvo que enfrentarse en solitario a las llamas hasta que empezaron a llegar los vecinos y familiares más próximos a su vivienda. «Empecei a tirar cousas pola ventá. O único que pensaba era en salvar todo o que puidera», suspira. José María sacó las fuerzas de donde pudo y entró en varias ocasiones a su casa, arriesgando la vida. «Collín unha mesiña onde tiñamos os cartos e arrastreina ata poñela a salvo. Cando chegaron os bombeiros non me deixaron entrar máis», protesta.

Pero lo peor aún estaba por venir. El matrimonio se encontró, sorpresivamente, con que el seguro de su casa no se hacía cargo más que de una mínima parte de los gastos. «Era inverno e arranxáronnos como puideron a cociña para quentarnos. O resto vai pouco a pouco», dice con tristeza.

JOSÉ MARÍA PORTELA / Atrapado tras volcar el camión que conducía
«Los médicos no daban nada por mí, pero aquí estoy» 

Diego Estévez mira al futuro con optimismo, consciente de que la vida le ha dado una segunda oportunidad. Pese a que un siniestro laboral lo dejó sin piernas hace casi cuatro años, este joven -de 32 años y con raíces familiares en el municipio de Cospeito- ha vuelto a recuperar su autonomía gracias a las prótesis que lleva ancladas a los muñones.

Y, pese a ser más consciente que nadie de las dificultades que debe superar cada día, él quiere quitarle tintes dramáticos a lo que le ocurrió aquel 22 de abril de 2009. Ese día conducía un Dumper por una pista de Quiroga, pero el vehículo volcó en una pequeña pendiente y la barra de seguridad del camión le aplastó ambas piernas. «Tuve que esperar durante una hora por el helicóptero que me iba a trasladar al hospital, intuyendo desde el primer minuto el alcance de aquella lesión», cuenta. Fueron momentos de mucha angustia en los que, con la ayuda de una grúa, sus compañeros intentaron liberar la presión sobre las piernas de Diego. «En mi mente aún está la imagen de mis extremidades aplastadas, de las conversaciones del personal sanitario que me trasladó hasta el hospital de Ourense, donde nada más ingresar me sedaron y me amputaron una pierna por encima de la rodilla», cuenta.

Aunque los médicos intentaron salvar la otra, finalmente no pudo ser, por lo que también fue amputada, aunque esta vez en el hospital de Vigo, adonde hubo de ser trasladado. «Mi vida pendió de un hilo a causa de una sepsis provocada al intentar conservarme la otra pierna. Los médicos no daban nada por mí, pero finalmente salí de esa», suspira.

Después de unos meses en silla de ruedas, Diego al fin recibió una buena noticia: habían llegado sus prótesis. «Nadie me enseñó a andar con ellas. Lo hice yo solo, fue como volver a empezar», explica.

Pese a todo, él se considera un privilegiado, aunque también es consciente de que su vida nunca volverá a ser igual. «Si te encierras en el pasado y tratas de buscar explicaciones es mucho peor», dice con ánimo.

 

PEDRO NÚÑEZ REBOLO / El aterrizaje de emergencia que puede contar
«Cuando pilotaba una avioneta me atrapó una densa niebla» 

Pedro Núñez Rebolo es piloto de líneas aéreas y tiene a sus espaldas más de 18.000 horas de vuelo. El único accidente que tuvo en su vida aeronáutica es el que le obligó a hacer un aterrizaje forzoso en las montañas de Pedrafita y del que, por suerte, salió ileso. Hoy lo puede contar y, aunque reconoce que fue una situación difícil, no perdió en ningún momento la serenidad ni la confianza en sí mismo.

Aquel 24 de noviembre de 1973 este piloto, hoy inspector de tráfico aéreo, despegó en el aeropuerto de Rozas, como solía hacer cada mañana. «Por aquel entonces estaba haciendo horas de vuelo para conseguir el título de piloto profesional y aquel día decidí marchar hacia la zona de León », recuerda.

Nada hacía presagiar ningún contratiempo, pues la jornada lucía completamente limpia y despejada. Sin embargo, cuando sobrevolaba las pallozas de Pedrafita, el cielo fue cubriéndose de nubes poco a poco. «Intenté salir de allí, pero pronto me di cuenta de que era imposible. Era un circo de montañas y las nubes estaban más bajas que las crestas. El avión no tenía instrumentos para volar sin visibilidad», explica. Tras sobrevolar el cuartel de la Guardia Civil de Pedrafita para hacerse visible, Pedro entendió que su única escapatoria era encontrar un lugar en el que aterrizar. «Lo primero que hice fue buscar un terreno lo más llano posible y agotar el combustible, para evitar una posible explosión de la avioneta en su impacto contra el suelo. Cuando enfilaba el terreno para aterrizar apagué el motor», relata. Ya en tierra, una de las patas del tren de aterrizaje se rompió tras impactar contra una piedra. Entonces, el piloto tuvo los reflejos necesarios para saltar desde la puerta, salvando así su vida. «Inmediatamente vinieron a buscarme unos vecinos de la zona que vieron estrellarse el avión. También llegó pronto la Guardia Civil», señala.

Aquella experiencia no pudo con sus ansias de convertirse en piloto, así que a la mañana siguiente ya estaba de nuevo volando, después de que prensa de media España se hiciera eco de la noticia.

JOSÉ ÁNGEL GONZÁLEZ / Hizo frente a un naufragio en la costa ribadense
«Non sei como pasou, ¡estaba canso de faenar nesa zona!» 

«De non ter estado o mar en calma non sei se hoxe estariamos vivos», dice con convicción José Ángel González Rego, vecino de Vilaselán, en Ribadeo, y patrón y armador de El Nuevo Elmo.

Todo ocurrió el pasado 20 de noviembre, cuando, como cada día, salió a faenar con su compañero, Ricardo José González. «Cando estabamos botando os anzois sentimos un forte golpe do casco cunha rocha. O motor apagouse e en poucos segundos empezou a entrar auga a mares», cuenta.

Rápidamente, los dos marineros pidieron auxilio por radio a los pescadores que faenaban en la zona y a Salvamento, pero el hundimiento del barco era inminente. «Xa era noite e só quedaba unha saída: tirarse á auga e nadar cara á costa», recuerda.

Ahora, José Ángel lo revive y asegura que fue una suerte no haber sufrido una hiportermia. «Non sei como pasou porque estaba canso de faenar naquela zona. Non foi máis que un cúmulo de mala sorte», se lamenta.

DOS HISTORIAS CON UN FINAL FELIZ 

Aparte de un final feliz, sus experiencias tienen muy pocas cosas en común. Quizás que sobre ambas planeó la sombra de la tragedia -que se presentó de modo imprevisto-, que finalmente lograron esquivar.

  • Accidente en Belesar

Aunque su historia se hizo pública el 9 de enero, el día que cambió la vida de la joven exdeportista monfortina Uxía Arias fue el 28 de diciembre. Aquella madrugada iba a casa de unos amigos, que celebraban una fiesta, cuando, tras dormirse apenas un par de segundos, tomó mal una curva muy cerrada y acabó en el embalse de Os Peares. «Fui capaz de mantener la calma suficiente como para liberarme del cinturón de seguridad, que estaba atascado, y abrir una de las puertas», contaba.

Con un esfuerzo sobrehumano, Uxía buceó unos ocho metros hasta la superficie y trepó por la pendiente que separa la carretera, el corredor fluvial de A Cova, del río para llegar a la calzada. Con una temperatura ambiental de bajo cero y la posibilidad de sufrir una hipotermia, la decisión que tomó fue echarse a correr. «Volví a tener suerte porque, casi desfallecida, me encontraron unos amigos que venían de la casa a la que me dirigía cuando tuve el accidente».

«Si al caer al río me hubiera dado un golpe en la cabeza que me dejase atontada o inconsciente no estaría aquí para contarlo», aseguraba Uxía, que calificó de horrible su accidente. Hoy, ella intenta recuperarse, aunque reconoce que es algo psicológicamente difícil: «No duermo bien, padezco un montón de pesadillas y hasta tengo que dormir con la luz del pasillo de mi casa encendida porque la oscuridad me da miedo», afirma. Pero ella cuenta con todo el apoyo de sus familiares y amigos, que intentan que poco a poco esta joven pueda recuperar la normalidad.

  • Apuñalamiento en Lugo

Cuando aún no se habían silenciado los ecos por el suceso de Monforte, el protagonizado en la capital por Isaac Gómez dejó nuevamente atónitos a los lucenses. Este hombre de 41 años era víctima de una brutal agresión a manos de una pareja a causa de una discusión de tráfico. «Yo estaba en el paso de peatones cuando pasó la furgoneta a toda velocidad y casi me pilla», contaba. En un intento de esquivar el vehículo, Isaac se echó hacia atrás, propinándole un golpe. Inmediatamente, el conductor bajó y comenzaron una discusión, hasta que en un momento dado este se acercó de nuevo a la furgoneta, cogió una barra de hierro y golpeó una y otra vez a Isaac. «Yo me protegí con el brazo, mientras que una mujer que lo acompañaba bajó del vehículo y empezó a golpearme también», relata.

Fue entonces cuando el agresor sacó la navaja. «En unos segundos me metió diez puñaladas. Y a muerte», se lamentaba. La sensación de la víctima era que estaba muerto: «Me chorreaba la sangre por la cabeza y por todos lados». Inmediatamente fue trasladado al hospital.

Isaac logró salir con vida, pero asegura no entender «tanta violencia por una cosa así».

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