Gómez Rufo busca ''el personaje humano en el rey guerrero Jaime I''

José de Cora y Antonio Gómez (derecha) (Foto: Pepe Álvez)
photo_camera José de Cora y Antonio Gómez (derecha) (Foto: Pepe Álvez)

Antonio Gómez Rufo declaró ayer en Lugo que su intención al emprender la escritura de 'La abadía de los crímenes' (Planeta) era «tratar el personaje de Jaime I El Conquistador humanizándolo, porque siempre es presentado como un guerrero sin virtudes, pero también quería escribir sobre el siglo XIII en España».

El novelista madrileño considera a este monarca como «el personaje más importante de Europa» en esa centuria. Para dar una visión más rica de su personalidad, lo sitúa en 1229, cuando tiene 21 años, y en un contexto histórico determinante para la Corona de Aragón «como es el inicio de su expansión a través de la conquista de Mallorca».

El monarca se encontrará en el centro de «un universo femenino» como es una abadía situada en los Pirineos leridanos al que acuden el monarca y una religiosa navarra, Constanza de Jesús, para tratar de resolver una serie de asesinatos y violaciones.

Gómez Rufo insistió en la dimensión femenina de la novela, porque le interesa «la capacidad de una mujer del siglo XIII para gobernar un microcosmos, como es la abadía», que en aquella época suponía también «gobernar la jurisdicción del cenobio, un territorio importante».

En este sentido, el director general de El Progreso, José de Cora, coincidió con el autor en que «es una novela cien por cien feminista, puesto que el rey es casi el único personaje masculino que hay en la novela».

«Las mujeres de esta novela hablan de temas actuales», remarcó Antonio Gómez Rufo, quien puso como ejemplo el sufrimiento de la esposa de Jaime I, Leonor de Castilla, que sufre en el texto la traición de su marido, quien se había enamorado de una de las damas de su corte, Violante de Hungría, a la que acabaría por hacer reina.

Separatismo

Actualidad tampoco le falta a 'La abadía de los crímenes' en el asunto del nacionalismo, como puso de relieve José de Cora, quien auguró que «esta novela será escandalosa, si no es que ya tenemos la madurez suficiente».

El también escritor adelantó a los futuros lectores de la novela que «el personaje que comete los crímenes acaba diciendo que hizo todo por Cataluña y para Cataluña». En su opinión, «es una conclusión muy valiente para hacerla en una editorial radicada en Barcelona», en referencia a Planeta.

El periodista lucense cree que estamos ante «una novela autonomista que se opone al nacionalismo», dado que el retrato del rey que se extrae del trabajo narrativo de Gómez Rufo es el de un gobernante «que está muy por encima de localismos y que defiende que aragoneses, navarros y catalanes sean iguales ante la ley, que es mejor estar unidos».

Sin embargo, el autor quiso apartar la conformación territorial de la centralidad de su texto advirtiendo de que «el nacionalismo es un tema tangencial que responde a un momento histórico como son los conflictos de intereses entre los nobles catalanes y don Jaime con los nobles aragoneses; es una pugna entre el centro y las periferias, que tratan de sacarle el mayor jugo».

Francisco Narla, otro narrador, matizó que ese trasunto político aparece en la última parte del libro, por lo que se inclinó por subrayar el atractivo de «conocer un rey que es una figura desconocida de nuestra historia, que suele centrarse en los últimos 400 años, mostrando una figura mucho más abierta de lo que se pensaba».

Gómez Rufo reiteró que su inspiración para escribir fue reflejar «el proceso de transformación del rey brusco y guerrero a ser humano». «La acción se desarrolla cuando el personaje tiene 21 años y todavía no ha conocido el afecto porque se queda huérfano siendo niño y es criado por el consejo de la regencia», señala el novelista.

Su transformación en ese ámbito  sentimental no será impulsada por la esposa a la que evita, ni siquiera por ese amor que empieza a disfrutar; será la monja Constanza la que trabe con él «unha relación materno-filial». De hecho, el narrador quiso resaltar la dimensión de ese personaje femenino en el argumento situándolo en el mismo plano protagónico que Jaime I, otorgándole incluso los valores superiores de ser «el más divertido y alegre».

Para construir ambos tipos, el novelista asegura haber consultado numerosos documentos a lo largo de dos años, desde las esperables biografías del monarca hasta las actas de las cortes aragonesas y catalanas. «La documentación debe ser exhaustiva para coger el tono, pero no excesiva para no abrumar al lector», observó.

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