Gitanos y ciudadanos

El desmantelamiento de asentamientos gitanos en Francia presenta demasiadas sombras. Cabe preguntarse por el impulso que recibe el racismo desde la acción gubernamental. Preguntarse si bajo el paraguas de la seguridad vale cualquier tipo de medida desde el poder. Son viejos fantasmas, y los peores de Europa, los que reviven estos hechos. Lo que sucede en Francia con los gitanos interesa a todos, por humanidad y por ser problemas sociales que surgen entre nosotros en la convivencia con los gitanos. Con el objetivo de no perder votos por la derecha, Sarkozy llegó a la presidencia incorporando a su campaña y a su programa demasiados puntos duros del Frente Nacional. La inmigración y la seguridad fueron dos ejes que vuelven de nuevo a primer plano. La seguridad es un asunto de todos, no sólo de quienes reclaman como fórmula mágica medidas de dureza y contra las libertades. La inmigración es una realidad social y económica que no debería instrumentalizarse desde la responsabilidad política en momentos de crisis. Sarkozy planteó antes la pregunta y se abrió el debate, algo más que filosófico y retórico, sobre qué es ser francés hoy. El nacionalismo intransigente que se resiste a incorporar y aceptar lo diferente. Francés, español o gallego hoy es quien vive y trabaja en Francia, España o Galicia, con independencia de su lugar de nacimiento y de sus antecedentes raciales o familiares. En el caso concreto de los gitanos, nos toca a todos de cerca en lo que tiene como objetivo no alcanzado de integración. Que no de asimilación. Con la integración gitana hay prácticas políticas de interesado olvido por las diferentes administraciones, ante el temor a la pérdida de votos por las realidades evidentes de racismo ciudadano. Racismo originado y alimentado por la marginación social de amplios colectivos gitanos. Es una asignatura pendiente la integración. La Europa social y de la libertad no puede desterrar a sus ciudadanos.

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