Gamallo sigue en la brecha

Gamallo saluda a Torrente Ballester en Ribadeo.
photo_camera Gamallo saluda a Torrente Ballester en Ribadeo.

La Universidad de Alicante acaba de publicar un epistolario inédito obtenido por Toni Deaño, sobrino de Dionisio Gamallo, del inmenso archivo de éste. Son cartas entre Azorín, Clarín y Rafael Altamira que en realidad retratan una época.

quien haya conocido a Dionisio Gamallo Fierros (1914-2000) sabe que le encantaría que salieran a la luz algunos de los tesoros que almacenó durante toda su vida en su enorme y caótico archivo. Aunque seguramente la parte que acaba de publicar la Universidad de Alicante tras un trabajo de su propio sobrino, Toni Deaño Gamallo, y el profesor Jesús Rubio, lo habría agradecido un poco más, porque al contrario de lo que sucedía con otras muchas partes de su famoso archivo, con esta sí luchó por hacerla pública. Se trata de un epistolario cruzado entre Leopoldo Alas, Clarín, José Martínez Ruíz, Azorín, y Rafael Altamira. Él intentó sin éxito que esas cartas vieran la luz ya desde el año 1940, pero por distintas causas no fue posible hasta ahora.

El resultado es impactante. En sus casi 150 páginas asoma una España que ya no existe. A través de las cartas cruzadas entre estos personajes capitales de la cultura española se abre un fresco de la España decimonónica en el sentido cronológico del término, que saborea ya el desastre del 98, la eclosión ideológica del momento con la aparición de corrientes de pensamiento hasta hacía nada impensables como el socialismo o el comunismo.

En el volumen aparecen también cartas de Vicente Medina a Clarín. Todo ello se consiguió gracias a la reconstrucción que los herederos del legado de Dionisio Gamallo van haciendo de su tan inmenso como desordenado archivo, fundamentalmente su sobrino Toni Deaño. Precisamente a la tenacidad de Dionisio Gamallo y al trabajo de su sobrino se agradece especialmente en el propio libro la pervivencia de este auténtico tesoro de las letras españolas de todos los tiempos.

Relación

La mayor parte de la correspondencia remitida a Clarín o bien enviada por este se refería a su faceta como crítico literario, aunque es evidente que finalmente se acabó por establecer una buena relación personal entre todos.

Clarín y Azorín son dos figuras bien conocidas por el gran público. Rafael Altamira se cayó de la formación académica básica, pero en aquella época fue una figura capital. Formado en el mundo del Derecho, hizo numerosos trabajos sobre la historia de España, estuvo exiliado y acabó muriendo en México tras haber sido propuesto para el premio Nobel de la Paz por su trabajo buscando la conexión y conciliación entre varios países a lo largo de muchos años.

Las cartas no dejan de arrojar sorpresas sobre estos personajes inmortales, algunas hasta inquietantes. Así, Clarín, a los 40 años, escribió a Altamira cómo se veía a sí mismo en la faceta de «galeote de la pluma», con un amargor indisimulado: «Todo esto lo hago yo por el dinero. Si fuera rico publicaría mucho menos y de otra manera. Ya verá usted qué terribles son los 40 años en materia de ‘eautoncriticamorumenos’; hay una tendencia muy fuerte a la ‘sobriedad’ y a la ‘sencillez’ incompatibles con ciertas exigencias de la vida corriente y con las deficiencias de la propia educación».

La ironía de Clarín otras veces se torna claridad, frecuentemente con la política, al comentar que «bendita y alabada sea la acción popular ejercitada contra Cánovas y los suyos. Aquí los estudiantes han sido tardíos pero seguros».

Altamira no se muerde la lengua y le contesta: «No puede figurarse qué pena me dio oír a Salmerón un día en casa de Serrano que él nunca había ‘sentido’ la religión».

Azorín tampoco cuadra en estas cartas con la idea del literato resuelto, sin problemas económicos y con los editores llamando a su puerta. En 1897 cuenta a Clarín que «ahora voy a ver si encuentro editor que me imprima, en un tomito diamante, ocho cuentos que he escrito lo mejor que sé, suaves, sin brutalidades. Y hecho lo cual me retiraré a descansar por algún tiempo; la lucha del periodismo me disgusta».

Justo antes había publicado el folletín ‘Charivari’, que fue todo un escándalo y por el que fue tachado de «anarquista literario», pero Clarín salió en su defensa aludiendo que «es un mozo listo, listo de veras. (...) Eso de ‘Charivari’ es un capricho, que no crea el lector que anuncia una colección de galicismos».

Socialismo

Los nuevos movimientos políticos son acogidos por estos tres personajes con cierto grado de escepticismo. Clarín arremetía contra algunos grupos de socialistas diciendo que «creo de todo corazón que ese socialismo procedente de grupitos literarios, materialista, hedonista, que reniega de la caridad y habla de justicia, como si la justicia pudiera llegar a la eficacia que se busca sin la caridad; ese socialismo que prohíbe al pobre su santo es una funesta invención (no española, a Dios gracias, lo nuestro es un ‘arreglo’).

Como anécdota, gran parte de estas cartas se escribieron sin que esta gente se hubiera conocido en persona. Cuando Martínez Ruíz se encontró al fin con Clarín en 1897 dijo de él, no sin sarcasmo, que «Leopoldo Alas no es un Adonis, aunque no es tan feo como Pons lo dibujó en ‘Solos de Clarín’».

SOCIEDAD
Echan en falta a gente de la calle

Azorín, Altamira y Clarín impartieron cientos de conferencias. Una de este último en el Ateneo de Madrid es reseñada por el primero, quien se queja de que había «mucho intelectual», entre ellos Valle-Inclán, y gente «puramente burguesa. Muchos tubos y ninguna blusa», en referencia a que faltaba gente de la calle.

Ideario

Claro que poco después, escribía del propio Clarín que su filosofía bajo su punto de vista era «para los desconsolados con casa propia, berlina y abono en el Real», evidenciando una visión de fondo muy diferente, aunque con un apego personal.

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