Frieira, el culmen de la atrevida viticultura heroica

Esta viña de Amandi es una de las más inaccesibles de la DO y ello obliga a evacuar la uva en barca a través del Sil
Carga de las barcas en Frieira, el importador danés en el viñedo y un carretador
photo_camera Carga de las barcas en Frieira, el importador danés en el viñedo y un carretador

La vendimia en la Ribeira Sacra se ha ganado el calificativo de heroica a pulso. Recoger y sacar las uvas es, en el mejor de los casos, un trabajo solo apto para gente curtida al sol y al frío, a las duras y a las maduras. Pero, incluso dentro de la propia Ribeira Sacra la dureza de las vendimias tiene grados y en lo alto de la tabla está la recogida de uva de Viña Frieira, una parcela de 3.000 metros cuadrados, al pie del río Sil, que marca la frontera entre Amandi y Doade (Sober).

Friera es la Riberia Sacra más pura, condicionada por unos accesos que parecen obra del mismísimo demonio. Es ese aislamiento el que obliga a sacar en barca y en sacos los 1.900 kilos de uva que da ese trozo remoto de tierra. El consejo regulador de Ribeira Sacra obliga a vendimiar en cajas porque la uva se airea y mantiene mejor sus características. Pero en Viña Freira no queda otra que evacuarla en sacos y para ello hay que pedir una autorización especial.

Todos reconocen que fue una jornada que se hace más con el corazón que con la cabeza

Carlos Fernández Rodríguez es ahora la cabeza visible de la bodega Viña Frieira. La firma, de carácter familiar, toma el nombre de su parcela más emblemática, aunque tiene otros cuatro o cinco terrenos más, diseminados por la ribera. Otro ejemplo más de la Galicia del minifundio.

Carlos Fernández reclutó un equipo de doce personas para vendimiar en Frieira. Allí estaban sus dos hermanos, vecinos y amigos. No había jornaleros ni asalariados solo gente con ganas de echar una mano. Y hay que tener muchas ganas y ser muy buena gente para vendimiar en Frieira. La brigada comenzó a las nueve de la mañana a cortar uvas, comió entre los bancales y a eso de las tres de la tarde los carretadores empezaron a cargar sacos en las barcas.

Por el río Los vecinos usan dos barcas para cargar la uva y llegar a Porto Brosmos, donde un tractor espera para trasladar los sacos hasta la bodega por carretera



Pero, ojo, en Frieira vendimiar es casi un descanso. Para cortar racimos primero hay que llegar al viñedo y eso pone a prueba al mejor de los atletas. Ni triatlón ni Spartan Race, ni bromas. Para acceder a la viña hay que sortear decenas de curvas imposibles en coche. Codos al límite del barranco en los que no se sabe si al final hay más carretera o ya está la nada. Pasado ese tramo toca hacer otra etapa a pie, por lo que los lugareños llaman "camino", pero que para el resto de los mortales es un pedregal en el que un traspiés significa una pierna rota. Desniveles, musgo y un tramo con una escalera aderezan el recorrido.

Cuando por fin uno llega a la viña y da gracias por seguir vivo, toca recoger los racimos y mirar de reojo al cielo. Los vendimiadores de Frieira se abrasaron entre los bancales y después les cayó el diluvio universal.

Carmen Rodríguez es la madre de Carlos, y a sus 68 años, estaba dándolo todo en la viña. "Aos meus fillos nacéronlles os dentes aquí", decía. También estaba Emilio Fernández de 73 años y tío de los Frieira. "Son o máis veterano", reía, pero ya quisiéramos los demás su agilidad para subir y bajar bancales.

Más duro La bajada del caudal del Sil que provocó Iberdrola complicó la evacuación de la carga por el Sil



LAS BARCAS. A las tres de la tarde llegó el reto. Había que cargar los sacos en las barcas que estaban al fondo de la viña.

Por si la cosa no fuese complicada en sí misma, Iberdrola quiso darle además este año otra vuelta de tuerca. Las obras de la presa de Santo Estevo provocaron una bajada del caudal del Sil de unos 12 metros, así que la gente de Frieira tuvo que cargar saco a saco al hombro y recorrer ese plus de distancia por cortesía de la eléctrica para llegar a la barca. "Chamade aos de Iberdrola que veñan cargar uns sacos!", decía uno de los hermanos de Carlos con sorna. "Ou polo menos que pague a cea!", le contestaban los otros carretadores. Y así, en una hora se cargaron los sacos en dos barcas para llevarlos otros cuarenta minutos por el río hasta Porto Brosmos, donde el Sil forma una playa a la que acceden los tractores y desde la que se pueden sacar las uvas del río para que vayan a la bodega.

En una de las barcas iba Carlos acompañado de Ramón Marcos, de Adega Cruceiro. En la otra, el hermano de Carlos y otro lugareño que lleva toda su vida en la viña. Esos 40 minutos navegando el Sil son impagables por las vistas y porque es ahí cuando afloran los recuerdos.

Explican los viticultores que lo de barca, por muy rudimentario que parezca, es una innovación, que antes las uvas de Frieira se sacaban en burro y que se echaban días en la vendimia de esa sola parcela. Recuerdan que la primera barca que se usó iba a remos. En otra ocasión, un vecino acabó en el agua porque descompensó la barca cuando iba vacía. "E non sabía nadar", ríen.

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