Flashes con banda sonora

El vilalbés Brais G. Rouco decidió combinar sus dos pasiones, la música y la fotografía, para zambullirse en un mundo laboral complicado. Tras pasar varios años en Barcelona, acaba de aterrizar en Londres para al menos, dice, «malvivir» de su cámara
Brais G. Rouco
photo_camera Brais G. Rouco

LA FOTOGRAFÍA es su pasión y la música su bálsamo -llegó a formar parte de dos bandas en Vilalba-. Así que decidió combinar ambas y zambullirse en un mundo laboral complicado, pero que le encanta. «Lo que más me gusta es la libertad, cada día es una cosa distinta. La fotografía es una excusa para vivir cosas diferentes y para conocer gente», explica el fotógrafo musical vilalbés Brais G. Rouco, que trabaja entre flashes y ritmos, que complementa con algunos trabajos como freelance en otros campos.

«En 2007 me fui a Vigo a la Escuela de Imagen. Quería ser operador de cámara y trabajé en Madrid cuatro años en la tele. Pero en 2013, cansado de la precariedad, me fui a la Autónoma a Barcelona a hacer un postgrado de fotoperiodismo», explica Brais, que ya tenía claro que quería captar la esencia de la música en sus imágenes y disparar flashes con banda sonora, y realizó también un curso especializado en espectáculos y teatro en el Institut d’Estudis Fotogràfics de Cataluña.

A lo largo de estos años su cámara recorrió conciertos en casa -su primer foso fue el FIV de 2014 y cubrió el Vilalba Rock «entre amigos»-, en Galicia -Moondogs Blues Party, HellFoz o V de Valarés- o Barcelona -estuvo dos años en el Sonar, en el Cruïlla, el Mira Festival o el Mil-Lenni-. Y le encantaría llevar su objetivo a otras citas internacionales como el Backen Fest alemán, el Burning Man estadounidense o conseguir «al fin» una acreditación para el Resurrection Fest de Viveiro, su «reto personal».

Se estrenó en un foso en el FIV y recorrió festivales por Galicia y Barcelona. Su reto personal es una acreditación para el Resu

«Hago algunos trabajos para blogs como ‘Flashes and Sounds’, colaboro en la Revista Blisstopic, que es una especie de cooperativa con gente del mundillo, o para La Directa, otra cooperativa que impulsa un periodismo que no depende de una gran empresa, y hago otros trabajos por mi cuenta, la mayoría como freelance para vender a medios o a grupos», dice Brais, que asegura que no es fácil colocar las fotos y menos conseguir que las paguen.

«Es un poco desesperante. La intrusión no es el mayor problema. A mí me da igual que alguien se compre una camarita y vaya a un concierto y publique fotos por las que no le pagan, pero el problema es que algunos medios lo han cogido como ley. Te dicen que te da currículo, que te las firman. Pero el currículo no me paga las facturas. Trabajo hay para todos, pero el modelo de negocio no es el correcto», dice un joven de 30 años con las ideas claras, que ya hizo alguna exposición, aunque reconoce que no es lo que más le apetece, y que fue finalista de la Beca Sonimagfoto por un trabajo sobre el 15-M.

«Ahí fue donde decidí que la fotografía pasaba de ser un hobby a intentarlo profesionalmente», dice, mientras explica su visión de su trabajo detrás de la cámara. «Me repele el tema artisteo. No soy artista, soy fotógrafo. Yo no creo. Y aunque en las fotos haya cierta sensibilidad, si no veo algo delante, no tengo nada», dice un joven más que apuesta por coger su maleta y volar.

«Acabo de llegar a Londres. Vengo un poco a la aventura, llamando a las puertas, agencias, revistas... En Europa se trabaja de otra forma», dice. «No tienes que explicar que tú las fotos las cobras», concluye sin resignarse.

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