Figura carismática

EL PONTIFICADO de Juan Pablo II trascendió los muros de las iglesias y el ámbito religioso católico. Fue una de las personalidades clave en el mundo en los grandes cambios en las dos últimas décadas del siglo XX. El impacto mediático en el mundo de la ceremonia de beatificación ayer en el Vaticano refleja el liderazgo de Juan Pablo II entre los católicos. «Acogiendo el deseo de numerosos fieles, aceptamos» beatificar a Juan Pablo II, aseguró su sucesor, Benedicto XVI, ante el entusiasmo de la multitud. Esa autoridad y liderazgo trascendió el campo religioso y queda reflejada en la presencia en Roma de 22 jefes de Estado o de gobierno en el acto de ayer.Allí estuvieron, entre otros, el primer ministro francés, François Fillon, y el presidente de la Comisión Europea, Durao Barroso. Hay una visión interna de los católicos sobre Juan Pablo II como firme defensor de la tradición doctrinal vaticana. Desde ámbitos no religiosos se hizo una visión de su figura como impulsor de la libertad y la justicia social que, en el papel y en el discurso sociopolítico de Karol Wojtyla, no se identificó con los conservadurismos político-económicos occidentales. La valoración positiva del papel sociopolítico del Papa polaco probablemente fue mayor en países con menos peso de tradición católica. El Papa de las multitudes venía de la oposición a una dictadura y de la experiencia de la guerra y el nazismo. El primer ministro palestino, Salam Fayyad, asistía ayer en Belén a la misa que los cristianos celebraron en Cisjordania para sumarse al acto de Roma. Y nadie desconoce la proximidad de Wojtyla con los judíos, que venía desde la solidaridad en el holocausto. También en esta cuestión judía, el líder religioso que reunía a los jóvenes en todos sus viajes por el mundo rompió la tradición vaticana, con sombras. Una solidaridad que se plasmó igualmente con el pueblo palestino. Era una apuesta por la libertad.

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