Ferrer Vidal, el amigo de Dylan Thomas

Hace poco se reeditó ‘Viaje a la sierra de Ayllón’, de Jorge Ferrer Vidal (Veoveo Ediciones). Es un viaje por el sur de Segovia que araña segundo a segundo cada rincón de esa comarca, una aportación a la literatura de viajes llena de entraña y de fuerza lírica.
Dylan Thomas
photo_camera Dylan Thomas

FERRER VIDAL fue un escritor apasionante que destacó desde los años cincuenta hasta los noventa. Tenía algo de Dostoyevski y algo de Dylan Thomas. Defendía un humanismo candente y un espiritualismo rebelde que se parecía al de Sábato. Publicó ‘Confesiones de un escritor de cuentos’ como si fueran las confesiones de un delincuente. Escribió libros de viajes llenos de vitalidad y de vivencia. Tradujo del inglés a escritores con fuerza y con garra: Faulkner, Dylan Thomas, Leonard Cohen. Para él la literatura, como para Sábato, era una especie de sacerdocio, de testimonio espiritual. Por la literatura se salvaría la persona de toda la cosificación y el desprecio.

En ‘Los papeles de Ludwig Jager’ hay una sociedad futura donde todo está vigilado y controlado por un gran ordenador que da instrucciones para todo, solo queda un grupo de originales descontrolados en la periferia, un cura que se ofrece a Dios desnudo con los brazos en cruz en el frío de las noches, un ingeniero que prueba embalses en su piso y provoca inundaciones, un grupo de putas inocentes, la viuda elegante de un disidente, el propio Ludwig que colecciona ratas y las estudia, y dice que el ser humano se parece mucho a la rata, es capaz de contradicción y de vergüenza por lo que hace. Ferrer se parece a Dostoyevski , ama al hombre del subsuelo, ese hombre que no quiere ser feliz a la fuerza a base de técnica, quiere ser libre y angustiado, descontrolado y él mismo. Y con la vida de sus libros comprende la vida, pues solo la vida puede comprender la vida.

El libro de Ferrer se emparenta también con las utopías de Huxley o de Bradbury. Pero va más allá en el sentido trágico y alucinado, en el deseo candente de mostrar lo que quieren quitarnos. Al final los hombres tendremos que ser algo escondido y subterráneo, un residuo de otra época. Y los personajes cometen la osadía de escribir poemas, de ser inexactos, de hablar de alma y de libertad y de sueños, palabras extrañas en ese mundo, donde el lenguaje también se controla. Pero eso no era todo, en el libro todavía viene otro mundo todavía más aséptico y funcional y unívoco, a los controladores les parece que todavía controlan poco, y entonces lo arrasan todo, y todos son miserablemente felices y ya no hay ratas y no hay nada imprevisible. Y todos seremos horriblemente felices.

En ‘Floresta’ dos supervivientes de la guerra civil tienen una amistad apasionada; para curar sus dos soledades intentan vivir juntos sin sexo, en una fiesta humilde con champán quieren pasar al amor y todo sale mal, tienen que volver a la situación de seres solitarios y ridículos que se hablan en el bar. En ‘Historias de mis valles’ habla de fanatismos de distinto tipo en Cantabria, y cómo en medio de ellos continua invencible la vida, y destaca la figura de la maestra que vive un amor escondido y apasionado y está sola en medio de todos, y enamora incluso al cartero que la chantajeaba con la amenaza de publicar los secretos de sus cartas.

En los libros de cuentos habla con pasión de la soledad y la muerte, del amor miserable y los deseos de comunicación, del miedo y la maravilla de la vida. En ‘El hombre de los pájaros’ está un cuento en que un hombre se dedica a coleccionar pájaros y cuando los suelta no se van de su cuarto hasta que él muere, y otro en que un hombre regenera cada cierto tiempo el cliché de la foto en que captó a su amada en un momento de luz irrepetible y milagroso, pero el cliché también se deteriora y todo se va, y en otro una mujer teje un tapabocas para el invierno a su marido que está desesperado porque ella va a morir, y en otro un hombre está desesperadamente enamorado de su mujer a través del tiempo y de la monotonía y no sabe cómo recuperar los momentos de ilusión del pasado. Hay una especie de realismo transfigurado, de expresionismo rabioso, el escritor quiere arañar lo que haya de espiritual en un mundo sin gracia.

Y en otro cuento que se puede equiparar a los de Juan Rulfo un muchacho y su padre están arando con un caballo y de repente el animal escuálido cae muerto y el niño queda desconcertado y el padre dice que ahora él hará de caballo, y entonces el niño dice que el caballo era su hermano, y el padre lo admite, y Ferrer dice: «Ahora al muchacho le había asaltado una tristeza inusitada. Sin saber por qué, ni cómo, le había invadido una ola de tristeza caliente, áspera, espesa, como el polvo mismo del camino. El caballo había sido su hermano. Dolía el sol sobre la llanura, sobre los hierbajos de la llanura, sobre los resecos regueros de la llanura que habían olvidado lo que era la humedad, lo que era lluvia, lo que era el discurrir del agua sobre el mundo».

En el libro de cuentos ‘Los iluminados’ hay uno en el que una chica que posa para pintores ama a su novio canijo que se está muriendo y se satisface sexualmente con otros , y él se satisface simplemente con tocarle las manos, y mientras se muere piensa que le gustaría que se quedara con un artista. ¿Con qué podemos comparar esta historia? ¿Quién juntará de ese modo una sensualidad loca con un sentido de la tragedia?

Y Ferrer escribió libros de viajes alucinantes por la geografía española, las orillas del Duero, los pueblos de Extremadura, las comarcas de Cantabria, donde le saca jugo a cada instante, ve lo que el supuesto progreso está eliminando de humanidad y de sabor, recoge alientos y olores, descubre ruinas abandonadas. Son viajes apasionados como los de Unamuno, con un punto de trágico, donde todo lo que es el ser humano late y se retuerce. Y como Unamuno, o los escritores del 98 en general, utiliza un léxico abundantísimo y sorprendente, que por un lado es cálido y tradicional y lleno de evocaciones de sierras y poblados, y por otro lado es de una versatilidad y una riqueza apabullantes. Y en muchos poemas tiene fulgores inolvidables. En ‘Poemario plural’ hay poemas fuertes y ásperos de versículos largos e imágenes poderosas y chocantes, prodiga con desgarramiento las imágenes marinas: «Pero si tú lo pides no arriaré de mi palo la vela de tu ser,/ y corres el riesgo de quemarla ; quedaremos los dos en lo que somos:/ amor hecho cenizas». Tiene el sabor de Quevedo y tiene palpitación y tragedia. En autores como Ferrer Vidal quedará con fuerza lo que somos los seres humanos aunque la Humanidad se empeñe en suicidarse. En él se ve lo que es un escritor, se ve lo que es la Literatura.

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