Fernando Marías: ''El terreno más libre que existe es la literatura''

Estudió cine, pero desembarcó en las letras, explorando con éxito todos sus ámbitos. Como editor, espera una 'revolución'

Viajó a Madrid con la intención de estudiar cine, ¿por qué se vinculó, sin embargo, a la narrativa?

El azar, el destino... Como queramos llamarlo. Intenté durante mucho tiempo entrar en el mundo del cine, incluso monté una productora de vídeo y publicidad. Pero todo fracasaba una y otra vez, hasta que un día me puse a escribir y la primera novela ganó un premio. Fue como si la vida me hubiera dicho: es por aquí, no era por el otro lado.

¿Cuál de sus obras le deparó más satisfacciones y con cuál se siente más identificado?

Todas surgen de un momento concreto de mi vida y, por tanto, todas tienen un significado especial para mí, aunque entiendo que no necesariamente para los lectores. En el ámbito juvenil, ‘Cielo abajo’ es la favorita, porque me ha dado muchas alegrías y aún lo sigue haciendo. De las novelas para adultos, creo que las mejores son ‘Esta noche moriré’ y ‘Todo el amor y casi toda la muerte’, pero me hizo muy feliz ‘La luz prodigiosa’, por su premio, por la película... Con ‘El niño de los coroneles’ gané el Nadal, así que cómo no quererla... Para mí, todas tienen valor y son insustituibles.

Ha tocado todas las teclas: literatura juvenil, ficción para adultos, etc. ¿Con cuál de los géneros en los que se ha sumergido se siente más cómodo?

La literatura juvenil me relaja más que la de adultos. A la hora de escribir, me refiero. Creo que sin darme cuenta vuelvo a ser el chaval de quince años que soñaba con contar historias, y eso es una fuente de felicidad grande.

¿Cuál es su asignatura pendiente en materia literaria?

No sé, seguramente hacer una novela buena de verdad. Una novela grande. Claro que, ¿qué escritor no desea eso?

Actualmente está inmerso en un proyecto importante: Hijos de Mary Shelley. ¿Qué significa Mary Shelley para usted?

Cualquiera que vea el vídeo de la entrega del Nadal verá como allí hablo de Frankenstein. Es una de las grandes historias de la literatura, una novela imperfecta que, sin embargo, lo contiene todo. El proyecto Hijos de Mary Shelley es una recreación de la noche de Villa Diodati en la que aquella novela fue concebida. Reúne a escritores actuales alrededor de la narración oral de historias. Escritores alrededor del fuego contando historias de terror, esa es la imagen que preside el proyecto. Además, aprovecho para invitar a los interesados a visitar la página www.hijosdemnaryshelley.com

Tiene un interminable palmarés y no me atrevería a citar un premio como el más importante, ¿podría hacerlo usted?

El premio Ciudad de Barbastro fue el primero, ese que te anima a continuar escribiendo. Sin él todo habría sido de otro modo. Habría ocurrido, supongo, pero de otro modo. El Nadal y el Primavera son reconocimientos importantes, también el Premio Nacional... Pero sin ese chispazo primero no habría nada.

En el pasado trabajó como guionista de televisión, ¿qué le aportó aquella época?

El deseo de no volver a hacer televisión.

¿Su vocación cinematográfica estuvo latente en su producción literaria?, ¿pensó en algún momento que ‘La luz prodigiosa’ (1990) pasaría a la gran pantalla 13 años después y sería reconocida con múltiples nominaciones y premios internacionales?

¡Lo pensé desde el principio! Cuando escribía la novela imaginaba que algún día alguien haría la película y triunfaría. La película se hizo, aunque no tuvo el éxito que yo soñaba. Pero ahí está: se hizo. Vive. ¿No es suficiente?

¿Cómo se produce la metamorfosis de ‘La luz prodigiosa’ a un guión cinematográfico?, ¿cuánto hubo de generosidad por su parte para consentir en diseccionar su obra, en connivencia con el director, Miguel Hermoso?

Miguel y yo nos entendimos muy bien. Yo iba escribiendo y luego discutíamos y avanzábamos. Fue una época magnífica. Él y yo hablando de la historia mientras todo se armaba alrededor. Entendí desde el principio que quien mandaba en la película era él y no hubo problemas. Eso sí, cambiamos la novela hasta hacerla tan distinta que amigos escritores no entendían que yo hubiese escrito el guión.

En esta película intervino Alfredo Landa, fallecido días atrás. ¿Cómo fue su experiencia con el actor?, ¿cuándo escribía la novela se imaginaba a su protagonista encarnado por Landa?

No, Alfredo llegó después. Y, precisamente, su muerte me ha hecho rememorar los días que viví junto a él. No en el rodaje, al que apenas fui, pero sí en la gira promocional y en la noche de los Goya. Ambos estábamos nominados y estuvimos sentados juntos. Lo recordaré siempre.

Otra de sus novelas, ‘Invasor’, también se llevó al cine y fue parcialmente filmada en A Coruña. De la conversión para la gran pantalla de ambas, ¿cuál le ha satisfecho más?

En ‘Invasor’ no participé en el guión, aunque es una adaptación que me gusta mucho. Lo que me aportó es que sentí la fascinación de verme adaptado desde otro ángulo, sin haber participado en absoluto. Vendí los derechos y unos años después me senté ante una pantalla para ver lo que otros habían hecho con mi novela. Fue una experiencia fascinante.

¿Puede llegar a sentirse más guionista que novelista?, ¿quizás le gustaría seguir por esos derroteros profesionales?

No, escribir novelas es el terreno más libre que existe. Hacer un guión de vez en cuando puede ser apasionante, pero nunca sustituiría al deseo de escribir.

¿Se ha planteado alguna vez hacer su propia película?

¡Ese fue mi primer sueño! Me trasladé a vivir a Madrid para intentar la aventura del cine. Luego la vida me llevó por otro camino, aunque acertadamente -escribir va más con mi carácter-, pero a veces aún fantaseo con la idea de hacer una película sencilla, con medios mínimos, solo para sacarme esa espina. Aunque, en realidad, ya he hecho películas de algún modo: dos como guionista y otras dos porque sendas novelas mías fueron llevadas a la pantalla grande.

Se mueve muy bien en internet, de hecho, tiene varias novelas adaptadas al e-book. ¿Qué opina de la red como soporte literario?

Hablamos de la red en su espacio legal, naturalmente. En ese ámbito me parece magnífico que haya una forma tan poderosa y cómoda de transmitir la palabra. Cuanto más fácil sea leer y más lejos pueda llegar el libro, mejor. Y esto lo digo no como escritor, sino como ciudadano. Internet trae muchas cosas: libertad, piratería... La vida siempre es imperfecta.

¿Y de los nuevos formatos?, ¿cree que el papel se ha supeditado al lenguaje web?, ¿es Internet el fin de la era Gutenberg?

Internet está cambiándolo todo. El mundo editorial que existía hace unos pocos años cambia tanto y tan aprisa que podemos hablar de un derrumbamiento, aunque no dudo que se reinventará. Surgirá algo nuevo, diferente. Ya no será lo que conocimos, pero seguirán existiendo escritores y lectores. Y eso es lo importante, no hay que olvidarlo.

DE CERCA

Trayectoria

  • Fernando Marías (Bilbao, 1958) es escritor, guionista de cine ocasional y editor. En 1975 se trasladó a Madrid (donde continúa residiendo), para estudiar cine, aunque acabaría triunfando como escritor.
  • Comenzó en la narrativa elaborando guiones para televisión, destacando entre ellos la serie de falsos documentales ‘Páginas ocultas de la historia’.
  • En 1990 escribió su primera novela ‘La luz prodigiosa’, que posteriormente sería llevada al cine.
  • Autor de novelas como ‘Esta noche moriré’ o ‘La mujer de las alas grises’, Marías es un autor de culto para los jóvenes, para quienes ha editado títulos como ‘Los fabulosos hombres película’ o ‘El vengador del Rif’.
  • Ganó el premio Nadal 2000 con ‘El niño de los coroneles’ y el Dulce Chacón de Narrativa 2005 con ‘Invasor’. Con ‘Cielo abajo’ obtuvo, en 2006, el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil y el II Premio Anaya, entre otros.
ALUMNOS QUE PASAN CNLA PALABRA ES INVENCIBLE, NADIE PUEDE SILENCIARLA"

¿De dónde le viene el ‘duende’ literario?

Mis padres eran grandes contadores de historias. Creo que mi hermano Luis (él es guionista y director) y yo nos dedicamos a esto en gran parte por aquellas sesiones en las que nuestros padres nos ‘contaban’ películas. Westerns, sobre todo.

La literatura juvenil le ha deparado grandes satisfacciones, como el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil 2006 y el Anaya. ¿Por qué cree que conecta tan bien con este tipo de público?

Es algo que aún me pregunto. Por ejemplo, ‘Cielo abajo’ (la novela reconocida con esos premios) tiene casi diez años, pero sigue funcionando entre los jóvenes de una forma que me asombra. No sé cuál es la causa. Lo que sé es que yo sigo disfrutando enormemente en los encuentros con lectores jóvenes.

¿Qué opina sobre la producción literaria actual?

Me interesa poco, me aburren casi todos los libros. Estoy un poco agotado como lector. Ahora me interesa más la poesía. En ese mundo soy como un lector en la puerta de la iniciación.

Y como editor, ¿diría que estos son momentos de carestía creativa?

Estamos en la calma que precede a la tormenta. Creo que están a punto de llegar autores nuevos con ideas nuevas y que será una revolución. Las viejas fórmulas están agotadas. No encuentro novelas sobresalientes, pero confío en que haya escritores jóvenes que las estén escribiendo en este momento.

Parafraseando a Paco Ibáñez, ¿cree que en los tiempos que corren aún nos queda la palabra?

Eso siempre: en el pasado, en el presente y en el futuro. La palabra define al ser humano y, por suerte, aunque el propio ser humano se empeñase en silenciarla no sería posible. La palabra está por encima de nosotros. No es posible vencerla, nunca ha sido posible. Así que, obviamente, sí: nos queda la palabra.

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