Facturas en papelina

Chutes de papel. (EP)
photo_camera Chutes de papel. (EP)

(*)

TENGO, YA LO he dicho otras veces, tendencia natural al vicio. Hasta tenía el cuerpo predispuesto, antes del deterioro lógico por el uso, el cansancio y, últimamente, la ausencia de vicios nuevos en el mercado que ofrezcan buenos rendimientos, que compensen la erosión con el disfrute. A estas alturas de mi autopsia, de los muy dañinos solo conservo uno, hasta ahora inconfesable: duermo con una autónoma. Ya está, ya lo he dicho, vaya peso me he quitado de encima.

Compartir la vida con un autónomo es una práctica de altísimo riesgo, como compartir jeringuillas o como tener sexo anal sin protección con desconocidos en un banco. A poco que te pillen con el sistema inmune bajo te contagian cualquier preocupación de las suyas y te cronifican la vida.

Ahora se ha puesto de moda llamarlos emprendedores y está socialmente mejor visto, pero su día a día no es muy diferente del de cualquier drogadicto, yonquis que se despiertan cada mañana sin haber dormido apenas pensando en que otra vez tienen que lanzarse a la calle con lo puesto, en busca de un chute en efectivo que les arregle el cuerpo y el mes. A buscarse la vida, siempre con la misma incertidumbre.

A estos drogatas, el Gobierno, los sucesivos Gobiernos, los han tratado como los camellos chungos tratan a los enganchados, sin consideración ni piedad, cortando la droga cada vez que cambia de mano con todo tipo de mierdas, lo mismo analgésicos, que matarratas que escayola, hasta exprimirlos y que les reviente las venas con una papelina adulterada. La política económica del Gobierno amenaza con matar a una generación de autónomos como la heroína diezmó a aquella de los setenta y los ochenta.

El autónomo, como el yonqui, vive al margen de la ley, en la inseguridad jurídica: gana y gasta cada día según le vaya al ministro de turno, que cambia las normas que regulan su actividad como el camello cambia el peso, el precio o el corte del gramo, según la demanda y el abastecimiento. Son simples cajeros automáticos, rendidos ante la necesidad, cada uno la suya: unos la de calmar la ansiedad, otros la de calmar el hambre.

La diferencia es que para ser autónomo -se pueden incluir aquí pymes, profesionales liberales y demás- hace falta preparación, no vale cualquiera. Además de dominar la profesión a la que te dedicas, necesitas como mínimo conocimientos de licenciado en ciencias económicas. En lo que va de legislatura, se han puesto en marcha tres reformas, más otra que anuncian para 2016, que además han ido variando aleatoriamente a medida que se aplicaban, cada vez que se iban dando cuenta de la imposibilidad de llevarlas a cabo tal y como estaban planteadas. Lo único que tienen en común es que cada una de ellas ha supuesto mayores dificultades, más pagos y menos beneficios que la anterior.

Muchos de esos cambios normativos se aprueban, además, a bote pronto, cuando cuadran, pero siempre con efectos retroactivos que afectan a todo el ejercicio. Y no hablamos de modificaciones menores, sino de variaciones en el tipo de retención, en forma de cotización o en la tributación de las dietas. La próxima, para 2015, será que el propietario de una sociedad, aunque sea unipersonal -el dueño y único empleado de un bar, por poner un ejemplo- tendrá que presentar las cuentas y tributar por un lado como sociedad y por otro como trabajador, incluso facturándose a sí mismo.

Todos estos cambios constantes generan además tal confusión que lo normal es que derive en papeles mal presentados, facturas mal contabilizadas o impresos mal cubiertos, lo que a su vez implica sanciones. Recaudar a costa de destrozar el tejido productivo. Y todo esto si tienes la suerte de que te vaya mal, porque si además a tu negocio le da por crecer la penalización adquiere proporción de castigo .

Para no dejarse nada, el Gobierno señala al sector como el gran causante del fraude fiscal. Lo extraño es que en estas condiciones alguien emita una factura en orden; es complicarse innecesariamente la vida, como ir a pillar opiáceos con receta médica.

Hay que ser muy vicioso, ya digo, para ser autónomo en este país. Yo estoy tratando de convencer a mi autónoma para que vaya a un centro de desintoxicación. «Tranqui, cariño, que yo controlo. Una facturita más y lo dejo». Y así cada día.

(*)Artículo publicado el domingo, 30 de noviembre, en la edición impresa del diario El Progreso.


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