Excursiones y devociones

 
LUNES
Significados religiosos aparte, los días que ya están encima son particulamente propicios para viajar. Algunos lucenses los aprovecharán para hacer turismo de larga distancia. Otros preferirán, sin duda, los trayectos cortos: excursión de ida por vuelta a algún lugar cercano y, a pesar de ello, tal vez no visitado nunca. El potencial turístico de la provincia de Lugo es enorme y está casi todo él sin explotar: intacto por desconocido. Por eso me gusta saber que la Diputación acaba de comprometer su ayuda económica para obras en el museo de las Clarisas de Monforte. Sin ser un experto, ni mucho menos, me precio de conocerlo bastante bien, aunque no tanto, claro está, como Chamoso o Casamar, que escudriñaron sus fondos, por arriba y por abajo, desde bastante antes de que fuesen instalados en su actual emplazamiento; es decir, cuando el Clavo de la Adoración sólo salía de clausura para exponerse a la devota admiración de los fieles el día de Viernes Santo. Aquello llegó a envolverse en cierto halo mítico. Al parecer, motivos de seguridad pusieron fin a la tradición.

MARTES
En su diario resumen de las noticias de El Progreso de hace 90 años, la sección Hemeroteca informaba, pocas fechas atrás, del cese de Juan Ramón Somoza como redactor de este periódico. Quizá sea pertinente recordar que Somoza fue uno de los cuatro redactores del primer número de El Progreso, en cuyo centenario andamos. Y una de las plumas que dieron vida a Pelúdez, si bien esporádicamente.

Somoza era de San Cosme de Barreiros. Vivía, con su mujer, Celsa Amieiro, casi enfrente del periódico. Yo lo tengo por el último representante del periodismo bohemio en Lugo. Pasó por las redacciones de todos los periódicos locales, y en algunos de ellos desempeñó cargos directivos. Escribía a destajo y tuvo en Curros Enríquez su primera admiración, su primer maestro y su primer prologuista.

MIÉRCOLES
Me dicen que el nombre de Armando Durán es uno de los condenados a desaparecer del callejero lucense… ¡por franquista! Estoy seguro de que se trata de una broma.

JUEVES
Supongo que ayer se habrá celebrado el Via Crucis viviente de Santo Tomé. Habrán asistido, como de costumbre, gentes de O Valadouro y, afortunadamente, muy pocos forasteros. Mientras el turismo no lo absorba, mantendrá el atractivo de su carácter auténtico y un poco ingenuista.

Yo soy muy parcial de la Semana Santa de Viveiro, pero no es la única que cuenta en mis preferencias. La de Piantón, que casi es nuestra por ser de Vegadeo, y la de Mondoñedo figuran entre las primeras. A la de Piantón acuden ahora bastantes turistas y curiosos. Hace años, éramos muy pocos quienes, en la plaza de la iglesia, la tarde del Viernes Santo, seguíamos absortos los movimientos de las imágenes articuladas: el Nazareno, la Dolorosa, la Verónica. Era imprescindible, en la Semana Santa piantonesa, la dirección de Amadín, con quien colaboraba todo el pueblo.

Semana Santa en Viveiro (Foto: José Mª Álvez)

Compruebo que la Semana Santa en Galicia cada vez se va pareciendo más a la andaluza. Una lástima. En Viveiro, como en Lugo (y ya en otras localidades de la provincia), no hay procesión sin capirotes. Pero lo cierto es que, en Galicia, la tradición de los encapuchados es reciente. Los primeros salieron en Ferrol, importada la moda por las familias de marinos cartageneros y gaditanos. Nuestro mimetismo andalucista, que no deja de ser un poco paleto, ha incorporado de unos años a esta parte la saeta. En Lugo se cantan, desde el balcón de la casa consistorial, la tarde del Martes Santo. Y en San Martiño de Mondoñedo, el Viernes Santo. 

En Mondoñedo la Semana Santa es recogida, seria, austera, casi igual que hace un siglo. Don Eduardo Lence-Santar, a quien guardamos invariable admiración y respeto, decía que la única música apropiada para ser interpretada el Viernes Santo era el Plorans, ploravit, de Pacheco. Todavía se escucha en Mondoñedo, al anochecer de ese día, primero en la plaza y luego en O Cristo. Antes, en los tiempos de don Eduardo, quien se encargaba de interpretarlo era la capilla de música de la catedral. Ahora es el Orfeón (el antiguo Orfeón de Obreros Católicos rebautizado), acompañado de la banda de música.

Lence fue, muchos años, corresponsal de este periódico en Mondoñedo. Mandaba sus cuartillas, machacadas a máquina, por el coche de línea, en un sobre a menudo rotulado con un urgente a lápiz rojo. El sentido de la urgencia de don Eduardo era muy peculiar: por ejemplo, una petición de mano para una boda que iba a celebrarse dentro de tres meses.

Esotro día, mi compadre me regaló una foto de Lence hecha por Sáez, el fotógrafo ribadense. La estimo mucho, porque don Eduardo era muy reacio a dejarse retratar. Argüía con causa de fuerza mayor: casi siempre las barbas le salían movidas.

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