Excesos y simplificaciones

Los disturbios de ayer en París en una manifestación contra Israel son el reflejo de un estado de opinión amplio que sitúa a ese país como enemigo de la humanidad en el envenenado conflicto del Estado hebreo y Palestina. Los disturbios de ayer en París pudieran tener además lecturas de conflictos internos en las sociedades de países europeos. Israel perdió hace tiempo la batalla de la opinión pública en Europa hasta tal punto que en la valoración de las informaciones y en las opiniones funciona un único esquema que enfoca en exclusiva a los evidentes e innegables excesos del ejército judío. Cuando, como un editorial de Le Monde esta semana, se colocan en la balanza las responsabilidades de uno y otro bando, las acusaciones son de intentar justificar a Israel. Esta guerra no es entre iguales en capacidad de recursos y en la potencialidad de matar, destruir y hacer daño. Quizás por esta desigualdad se explique que el Estado de Israel exista todavía: la voluntad de destruirlo y que desaparezca es un objetivo declarado por Hamas y otros movimientos islamistas dentro y fuera de Palestina. Y al que no han renunciado. Como hay radicales judíos que niegan los derechos de Palestina. Los excesos del ejército hebreo han de ser condenados; la muerte de población civil y de niños no puede formar parte de las medidas defensivas o de prevención de un Estado democrático . No debe haber duda en esta condena hacia Israel. Tampoco debería haber duda en la condena hacia quienes almacenan material de guerra en escuelas o en centros de atención a población civil, como sucede y sucedió estos días en Gaza, ni debe haber duda en la condena a quienes lanzaron miles de proyectiles hacia Israel durante las horas de tregua acordadas para evacuar a la población civil. Ni se debe dudar tampoco en condenar a quien se niega, como ha sido el caso de Hamas, a aceptar un alto al fuego.

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