Eternidades sin culpables

Méndez, en la salida de la Volta a Galicia el viernes.
photo_camera Méndez, en la salida de la Volta a Galicia el viernes.

ALGUNA VEZ he mentado esa especie de maldición que lleva a que las cosas en Lugo se eternicen. Me refería casi siempre a las grandes obras (auditorio de Lugo, A-54, A-8...), pero, a la vista de las últimas noticias, el comentario también vale perfectamente para los planes urbanísticos (Lugo, Barreiros...), las ordenanzas o leyes cualesquiera (los ‘gorrillas’ de Lugo, el decreto del gallego...), dotaciones varias (carreteras en Friol, salas de Hemodinámica...) y, por supuesto, la Justicia. Hay razones variadas para asegurar esto último, y basta con leer lo que se publica. Este mes se está cerrando la fase previa de la operación Muralla, aquélla que el fiscal Izaguirre desató con tanto ruido hace nada menos que siete años. Lo de la «fase previa» quiere decir que al tema aún le queda recorrido: vista oral, sentencia, nuevos recursos... A este paso, cumplirá los diez años. Y más.

La Campeón también lleva unos añitos circulando y subiendo el nombre de Lugo (y Guitiriz) a los telediarios. Lo mismo se puede decir de la Carioca. Y la Pokemon está estos días de aniversario, y ha sido tanto lo que se ha movido en estos doce meses, que no es de extrañar que los medios informativos lo recordemos y repasemos, más que nada para que los ciudadanos normales no se pierdan. El ruido de estas operaciones nos ha hecho olvidar otros casos, que en tiempos también generaron mucho estruendo: el caso de Castro de Rei, el de las multas, el de la trama de los chinos...

El caso Muralla simboliza perfectamente varios aspectos de toda estas complejas tramas judiciales. Uno es, por supuesto, el número de implicados, que siempre es numeroso, aunque la adjudicación irregular de contratos a la consultoría de Senén Prieto no es precisamente un ejemplo de multitudes imputadas: de hecho, de todos estos casos puede que sea el que menos acusados tuvo ya desde el principio.

Otro aspecto es la tardanza en los trámites. Nunca se sabe si esta lentitud nace de los implicados o si es consecuencia de cómo está montado el sistema judicial español, tan garantista él (aspecto criticado por algunos, que parece que les gustaría más esa Justicia rápida de las series americanas).

Pero hay otro aspecto que parece más inquietante: la cantidad de gente que va ‘cayéndose’ por el camino. En el caso Muralla, al final van a ser procesadas tres personas, siempre que no haya algún recurso que despueble aún más el banquillo de los acusados. Hay quien teme que ocurra lo mismo con la operación Carioca, la Pokemon o la Campeón. Sobre esta última hizo una encuesta la web de El Progreso en el verano de 2012, y un 45 por ciento de los votantes apostaron por que el caso terminará con pocas condenas, y otro 27 por ciento, porque todos los imputados serán absueltos. Al margen de la inexistente credibilidad de las manipulables ciberencuestas, es significativo que dos de los salpicados por las acusaciones de Jorge Dorribo hayan sido exonerados recientemente: José Blanco y José Manuel Barreiro, uno en cada lado del espectro político.

¿Habrá más exculpaciones? ¿Cuándo? ¿Se alargarán tanto estos casos que se abrirá la posibilidad de una nulidad por demoras? Este empantanamiento genera muchas incógnitas y mantiene a Lugo como paraíso de los corruptos, algo que por ahora, por cierto, todavía no está confirmado por ninguna sentencia firme.

POSDATA. Menos mal que el alcalde dio marcha atrás a la idea de dejar Monforte todo un día sin agua. Era descabellado.

Una negociación de futuro para un patrimonio artístico del pasado

HAY que saludar las negociaciones entre la Diputación de Lugo (vía Mario Outeiro) y la familia de Álvaro Gil sobre el legado artístico de este mecenas lucense. A ver si esta vez consiguen un acuerdo que cierre definitivamente una polémica que afecta al patrimonio lucense.

La Diputación aprovechó para anunciar otra donación, que describió como «perpetua, gratuíta e sen restrición de uso», como queriendo contraponer este caso a las propuestas de los herederos de Gil. Ahora queda por saber cuántos millones y cuántas palabras hay de diferencia entre las dos partes. Y una curiosidad malévola: ¿El (deseable) acuerdo final lo firmará el responsable de toda la institución o lo hará el de una parte de ella?

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