Esto va de broma

Dos cachondos. Foto: EFE
photo_camera Dos cachondos. Foto: EFE

SÍ, VALE, nos han matado el país, pero lo que nos estamos riendo no nos lo quita nadie. Cualquier día aparece la portavoz del Gobierno en rueda de prensa y nos suelta aquello de que «el que no sepa aguantar una broma, que se vaya del pueblo», y nos quedamos tan a gusto.

Yo, en serio, no encuentro otro modo de enfrentarme a todo esto que tomármelo a cachondeo. Por no faltar nadie en este sainete, no falta ni el bombero torero, que ayer mismo actuó en las jornadas que celebraba el PP en Cáceres. Iban sobre «Buenas prácticas de gobierno», no es broma, y por el escenario apareció el exalcalde de Badajoz Miguel Celdrán para entregar un casco de bombero a José Antonio Monago, para que se proteja de la que le está cayendo. Se partían de risa y se aplaudían a rabiar, los cachondos.

Seguro que por los pasillos hacían corrillos y se contaban chistes: «¿Os sabéis el último del grupo popular en el Senado..? Pues va y dice que Monago viajaba a Tenerife como senador de apoyo porque Canarias tiene características similares a Extremadura». Y otra hartada de reírse.

Mientras todo el partido acariciaba a Monago, en otro sitio que ahora sabemos que también existe, Teruel, el diputado del PP Carlos Muñoz dimitía tras reconocer que había hecho exactamente lo mismo que el presidente extremeño, y además por la misma mujer: cargar sus viajes -se supone que de placer, y mucho, porque ir por ir tampoco se entiende- a la cuenta del Congreso. Dimite, dice uno, por la misma razón que el otro se queda. Todo muy loco.

Muñoz no ha contado en su gesto de dimisión con la plana mayor del partido arropándole, y es normal. Porque lo que alcanza de sentido de la dignidad le falta de sentido del humor. Este es un aguafiestas y si los políticos empezaran a tomarse todo tan a la tremenda, esto iba a ser un valle de lágrimas. Si se quiere amargar, que se amargue solo.

Además, metidos en faena, siempre será preferible robar el dinero por sexo que por avaricia, dónde vamos a parar. Ya no digo amor, que sería lo ideal, me conformo con que sea solo sexo y con que el jodido no sea yo. Mejor treinta o cincuenta viajes a Tenerife para cargar las pilas que uno a Suiza o Luxemburgo para cargar las cuentas.

Lo que no acabo de entender es por qué entre los dos no le pusieron a ella un pisito en Madrid -a cargo del Parlamento, por supuesto- en vez de llevarse tanto trajín de desplazamientos. Todo mucho más a mano para los tres y los ciudadanos nos ahorrábamos una pasta. Será por el sol y la luz de las islas, digo yo, que a lo mejor tira más del amor. Y de lo otro, si apetece.

De todos modos, el desenlace parece el lógico, el de Teruel ha optado por quedarse con la chica, amante él, y el de Extremadura con la conquista del poder, que da más réditos. El peso de la tierra y de la historia, supongo.

No hay otra manera de acercarse a lo que hemos visto en los últimos días. De poder pasar sin violencia de la esperpéntica rueda de prensa en la que Monago aseguraba que todos sus viajes se los había pagado él y amenazaba con presentar querellas y demandas contra no se sabe quién, a su discurso ante lo más granado de su partido haciéndose el digno y anunciando que iba a pedir la cuenta al Senado para devolver el dinero de los viajes que se suponía que ya se había pagado. Hay que reírse, porque de lo contrario los abrazos y los aplausos y los vítores de sus conmilitantes serían algo demasiado serio.

A estas alturas, ya no puede extrañarnos nada. Ni siquiera las encuestas del CIS, que ni cocinadas con tiempo saben a lo de antes. Hay quien nos les encuentra la gracia, pero su puntito no les falta.

Yo estoy convencido de Podemos no existe, no es un partido, es solo un estado de ánimo. Pero ni siquiera un estado de cabreo general, como algunos piensan, sino el normal en el país, el de cachondeo. Los ciudadanos encuestados se deciden por Podemos sin saber siquiera de qué les están hablando, solo por seguir a lo grande la broma general: «¿Que si voto a qué? Vale, vale, ponme ese, solo por ver la cara que se les queda».

De acuerdo, lo hemos pasado bien, pero ya vale. El presidente del PP cerró las jornadas de buen gobierno con un consejo: «Conviene que a partir del lunes se recupere la cordura y hablemos de mejorar el bienestar». Y el que no aguante un broma, que se vaya del pueblo.

(Publicado en la edición impresa el 9 de noviembre de 2014)

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