Entre la basura

A las barricadas. Foto: J. VÁZQUEZ
photo_camera A las barricadas. Foto: J. VÁZQUEZ

LA CIUDAD lleva dos noches al borde de la alerta sanitaria. Por coma etílico, no por insalubridad. Yo he librado justito, porque a estas alturas de la vida el Arde Lucus me coge ya flojo de piernas y sin depilar, pero me ha faltado un pelo. Así estoy ahora, hecho una basura, como para que me recoja Tragsa.

Supongo que me ha pasado un poco como a los empleados de Urbaser, que he medido mal mis fuerzas y he quedado como sus derechos laborales, amontonado junto a otros desperdicios con el reciclaje como horizonte, y gracias. Lo del espíritu castexo, por mi aldea no pasarán, muerte a Roma y todo eso está muy bien, es muy épico, pero el imperio es el imperio. Y si no alcanzan sus legiones, se contratan mercenarios con la complicidad de algún jefe local sin tantos escrúpulos históricos, pero pasar, pasa. Y más, por tu aldea.

Yo en estas guerras estoy siempre, de entrada, con los de la aldea, contra el imperio. Pese al riesgo, pese a las molestias. No podemos olvidar que en la campaña obrera cada uno de los derechos laborales que se han conquistado han sido a sangre y fuego, sin prisioneros.

Que en unos pocos años hayamos dejado que nos los arrebaten como si nada, como si hubieran sido una concesión temporal y paternalista, que no hayamos sido capaces de defender aquello que con tanto esfuerzo nos legaron otros trabajadores menos afortunados y más comprometidos, no puede hacernos olvidar cómo se consiguieron esos derechos, en una larga batalla por la justicia ganada metro a metro, a trinchera y espada. Y que, desgraciadamente, todo apunta a que en el futuro volverá a ser igual, a que los trabajadores tendremos que volver a pelear para arrancar cada céntimo de más, cada pizca de dignidad.

Por eso, una de las cosas que más rabia me dan de la huelga de recogida de basura que está sufriendo Lugo son los errores de bulto, de enfoque, que han cometido los trabajadores, quiero pensar que mal asesorados. Son los que les han puesto en contra, tal vez de forma injusta, a una ciudad que se ha sentido rehén de los huelguistas y dispuesta a cualquier cosa con tal de salvar su Arde Lucus, una cita que no solo supone una extraordinaria inyección económica para muchos trabajadores tan necesitados o más que ellos, sino en la que muchos ciudadanos llevan meses invirtiendo tiempo, ilusión y esfuerzo sin esperar más a cambio que un poco de alegría colectiva.

Entiendo la tentación de utilizar el Arde Lucus como carta en su órdago, no hay ningún momento mejor para dar visibilidad a su protesta. Pero también creo que nunca pensaron que la cosa se les fuera a ir tanto de las manos. Han calculado mal y, sobre todo, no han sabido calibrar bien a su enemigo.

Porque a Urbaser el Arde Lucus le importa más bien poco, para el imperio de ACS esta es una aldea remota e insignificante que no puede frenar el avance victorioso de su cuenta de resultados. No pueden consentir una rebelión aquí porque de inmediato se le alzarían en armas tribus por los cuatro costados del imperio. Para sus accionistas, los derechos laborales de estos 137 bárbaros son material de desecho. Y también confiaron demasiado en la capacidad de reacción, trabajo y eficacia de un gobierno local que desde hace ya demasiado tiempo es material de compostaje.

Tampoco es fácil de entender para nadie que desde el primer día de huelga los trabajadores decidieran no ya romper la baraja, sino poner todos los triunfos en la mano de la empresa incumpliendo unos servicios mínimos que para los primeros días eran razonables y que, para los de fiesta, fueron avalados por la Justicia. En algún momento los representantes sindicales que están asesorando deberían explicarlo, sobre todo a los propios trabajadores.

Supongo que es más fácil opinar cuando no te estás jugando nada, pero creo que la reacción ciudadana sería mucho más comprensiva con una huelga que no hubiera incluido el chantaje del Arde Lucus y que, a cambio, por ejemplo, hubiera sido mucho más larga, a la que el tiempo y el calor le hubieran dado similar visibilidad.

Pero no olvidemos que, al final, se trata de unas pocas personas luchando contra un imperio despiadado por aquello que consideran justo. Por unos derechos que, según nos enseña la propia historia, solo se ganan sin miedo a ensuciarse, entre la basura.

(Publicado en la edición impresa el 15 de junio de 2014)

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