Entre banderas y manifestación

Mientras el fútbol permite normalizar el uso de la bandera común de los españoles, en Barcelona se produce una manifestación que por su impacto recuerda, y supera probablemente, a las que en los inicios de la transición pedían «llibertat, amnistía, autonomía». Al horno político catalán le subió la temperatura muchos grados, de forma precipitada, con la publicación de la sentencia del Constitucional en vísperas de la manifestación de ayer en Barcelona. La temperatura del horno puede chamuscar a alguien, si nos atenemos al clima que reflejan los medios de comunicación catalanes y a las declaraciones de sus políticos. Para el director de La Vanguardia, ha sido una «provocación, un desdén y un menosprecio». Si es cierto, como decía Unamuno y recuerda Piqué, que a los catalanes les puede la estética y lamerse una y otra vez las heridas de las derrotas, el día de ayer pasa a sumarse con motivos propios a ese calendario de conmemoraciones.

Centros e investigación

«No está bien que el Cetal y el Centro Tecnolóxico  Lácteo nos pisemos la manguera», dice el presidente del primero (página 8). Estamos ante un excelente ejemplo de lo que nunca debería suceder: mala administración de recursos, competencia entre administraciones.  La fiesta que hubo en este país con el dinero público. La instrumentación partidista de las administraciones públicas, que dice muy poco de madurez democrática. Gobierno central y Xunta deberían —sucedió el divorcio con la Xunta anterior— potenciar un centro de investigación alimentario único. Pero pudo la propaganda. Un centro de investigación de este tipo se mide por resultados científicos, por aporte al sector primario y a la industria derivada para la que está destinado. Y la inversión pública ha de fijar esa prioridad. Otros oropeles sobran.

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