Entramos en bucle

HAY QUE reconocer que se lo llevó de calle. Sin despeinarse. Podría haber sido uno de esos debates complicados para un político. Uno de esos días en los que hay mantener la guardia alta para repartir bofetadas y, al mismo tiempo, estar especialmente atento a los golpes bajos. Al final no fue necesario. El presidente de la Diputación compareció ante el pleno para dar explicaciones sobre el registro que encabezó hace una semana la jueza Pilar de Lara en San Marcos. Superó el trámite con suma facilidad. Dijo justamente lo que quería decir. Podría haber intervenido desde su despacho a través de una pantalla de plasma. Confirmó que confía muchísimo en todo su personal y que se le hizo entrega a la titular del Juzgado de Instrucción número 1 de Lugo de toda la documentación que fue a buscar a la sede del gobierno provincial. Nada más y nada menos. No hubo turno de réplica ni preguntas por parte de la oposición. Apeló al reglamento de la institución y al secreto de sumario. Así de fácil. Todo muy pulcro y aburrido. Primer asalto superado y pelota en el tejado de su adversario. Besteiro lleva semanas pidiéndole a su archirival político, Alberto Núñez Feijóo, que comparezca en el Parlamento de Galicia para dar explicaciones sobre los supuestos casos de corrupción que afectan a su partido.

Al desenlace de ese primer envite contribuyó, sin duda, la propia actitud de los diputados del Partido Popular. La oposición no estuvo especialmente lúcida a la hora de interpretar lo que estaba sucediendo en el pleno. Reaccionó con lentitud de reflejos. Primero se tragó el sapo. Después quiso alzar la voz, pero ya era tarde. Cuando quiso repartir castañas, el otoño ya había pasado. En otro momento de la historia de esa institución, por bastante menos, el grupo socialista, que entonces lideraba Manuel Martínez, se hubiese levantado de la sesión y hubiese dejado sola a la mayoría que entonces encabezaba Cacharro Pardo. Puede que aquellas reacciones no alterasen, al menos aparentemente, el temple de don Francisco, pero al menos servían para que los protagonistas del plantón se llevasen el titular de la prensa y, con un poco de suerte, alguna que otra fotografía de portada. Eran otros tiempos. Aún se podía fumar en el paraninfo del Pazo de San Marcos. Puede que los debates fuesen un poco más entretenidos, pero ni periodistas ni políticos teníamos teléfonos móviles o tablets para aliviar el sopor cuando se ponían pesados. No hay mal que por bien no venga.

Los terceros en discordia, los socios de gobierno del BNG, optaron por pasar desapercibidos. El asunto no iba directamente con ellos, así que mejor dejarlo estar. Para qué levantar la cabecita. Calladitos y discretos. En boca cerrada no entran moscas. Cada uno que purgue sus propios pecados y que Dios reparta suerte. El asunto llegó al Parlamento de Galicia esta semana. El propio jefe del gobierno gallego le preguntó al portavoz nacionalista si en la Diputación de Lugo su partido tiene un pacto de gobierno o un pacto de silencio.

El Partido Popular ha anunciado que utilizará “todas las armas” que el reglamento de la Diputación ponga a su alcance para que Besteiro vuelva a comparecer. Es más que probable que lo consiga, pero habrá que ver cuándo y con qué resultado. Lo cierto es que las declaraciones en relación con las operaciones abiertas para esclarecer posibles corruptelas en las instituciones públicas parecen haber entrado en bucle. Se mueven de forma casi circular entre tres premisas: respeto a la presunción de inocencia, acatamiento del secreto de sumario y colaboración con la Justicia. Los dos primeros argumentos sirven de parapeto. Como todos somos inocentes hasta que se demuestre lo contrario y la reserva sobre las actuaciones judiciales impide revelar detalles sobre determinadas investigaciones en curso, unos y otros pueden ir escurriendo el bulto hasta que los tribunales se pronuncien. Y eso lleva su tiempo.

El último razonamiento se queda en una obviedad. Alguno que no quiso colaborar con la Justicia cambió de opinión tras unas vacaciones pagadas en Bonxe.

Los responsables de poner orden

Resulta frustrante comprobar que la falta de urbanidad de unos cuantos individuos hace más incomoda la vida de la mayoría. Servidor se pregunta por qué los viandantes tienen que soportar que un energúmeno les reviente los tímpanos a escape libre o por qué hay que ir sorteando deyecciones de perro. También por qué se priva a la gente de su descanso por culpa de un garito que incumple de las normas. Todas esas cuestiones nos llevan a otra. Qué hacen para evitar esos comportamientos los responsables de poner orden.

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