Energía desperdiciada

Los paneles solares de O Ceao, dando sombra. xesús ponte
photo_camera Los paneles solares de O Ceao, dando sombra. xesús ponte

el chaval me llegó el otro día con un encargo del colegio: tenía que bajar una caja de cartón normal y corriente y de las medidas mínimas que le permitieran convertirla en su armazón. En su cuaderno de deberes, con esa letra pequeña y cuidadosamente insegura suya, se explicaba que 2012 es el año de las energías renovables, sobre las que debía buscar información, y que por eso habían decidido disfrazarse de paneles solares en el Carnaval. Una idea estupenda, simple y eficaz, pensé, justo antes de caer en la cuenta y llevarme las manos a la cabeza: ¡Pero si esto es Lugo, la que van a liar!, me alarmé.

Claro, mi hijo no acaba de entender el problema, lo que demuestra que a su corta edad ya está perfectamente capacitado para trabajar en la empresa ésa a la que el Concello encargó hace un año un estudio sobre el rocambolesco parque municipal de energías renovables de O Ceao, sin que todavía se conozca su dictamen. No pasa nada, un año tampoco es tanto si se tiene en cuenta que, pese a que se inauguró en 2007, la instalación aún no se ha recibido en su totalidad porque la empresa constructora todavía no ha solucionado ciertas deficiencias, cositas sin importancia, minucias como que no funciona o que cuando lo hace gasta más de lo que genera, por la sencilla razón de que no genera nada. Vamos, un sol de instalación.

Para quien todavía no se sitúe, el rimbombante parque de energías renovables es un terrenito desangelado situado junto a una de las rotondas de O Ceao, con unas plaquitas solares y un aerogenerador. Para más datos, fue concebido como un ambicioso proyecto que no solo auguraba generación de riqueza, sino que estaba destinado a ser un lugar de divulgación de las energías renovables, para lo que incluso recibió una cuantiosa subvención europea. Estaba por recomendar a los profes de mi hijo que llevaran a los alumnos allí en plan excursión formativa, pero me temo que hay bastantes más posibilidades de que la clase en pleno acabe arrollada por un tráiler en la rotonda que de que aprendan algo respecto a las renovables.

Pero el esperpento con estas energías no es, ni mucho menos, exclusivo de Lugo. Hace poco menos de una semana que el Gobierno central anunció la que será su principal decisión en este año internacionalmente dedicado a las renovables: suprimir las primas a la producción con las que hasta ahora las fomentaba. No se ha salvado ni una, sea eólica, solar fotovoltaica, termosolar, cogeneración, biomasa, biogás, minihidráulica o de residuos. A cambio, eso sí, mantiene las ayudas a la pujante industria del carbón nacional.

Esto, para quien todavía no haya caído en la cuenta, es una patada en los mismísimos a la comunidad gallega. Por estas tierras nos pasamos toda la legislatura anterior dándole vueltas al nuevo maná que iba a sacarnos de la segunda división económica, el famoso concurso eólico. Los millones y millones de riqueza que iba a generar se contaban por miles. Tras un conflictivo y no menos rocambolesco trámite, el bipartito lo dejó visto para sentencia.

Hace tres años, según llegó al poder el actual gobierno gallego, tomó la decisión de anularlo y volver a empezar todo, en la que ha sido su gestión más relevante hasta el momento -junto con la de las cajas de ahorro, qué les voy a contar-. En aquel momento Galicia estaba situada en la élite nacional de la generación de energía eólica, y los datos reconocían esta tierra entre las de mejores condiciones naturales, también en lo que respecta a la energía producida en el mar y por la acción de las olas. Ese retraso acumulado con el nuevo concurso eólico ha provocado que ahora, con la supresión de las primas a la producción, buena parte de los proyectos de instalación de parques y de los desarrollos industriales pueda quedar en suspenso, dado el bestial recorte que supone a su rentabilidad. Entre renovarse o morir, elegimos lo evidente.

No sé, en fin, cómo les irá a los chavales con el disfraz de paneles solares. Al menos habrán renovado una de las características primigenias del Carnaval, perdida ya hace tiempo en Lugo: la transgresión y la crítica al poder. Triste consuelo, pero me conformo con poco. Con eso, y con la esperanza de que sus profesores sean capaces de inculcar a la generación de mi hijo la importancia de la energía con mayor poder de transformación: el sentido común.

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