Encuesta

Los gallegos seguimos prefiriendo lo ajeno a lo que nos es propio y con ello no me refiero a los guindaleras amantes de apropiarse de lo que no es suyo, sino a políticos de aldea que rechazan todo lo que huela a sus raíces, a campo, a cultura tradicional, a formas y hábitos y, como no, a la forma de expresarse, a su lengua. Es el desprecio hacia todo lo nuestro porque lo foráneo es mejor, o así lo creen, es el “autonoxo” como lo han definido algunos sociólogos estudiosos de nuestra sociedad.

El gobierno conservador de la Xunta ha realizado una encuesta sobre el nivel de aprendizaje del gallego que debe impartirse en los centros escolares. Sin entrar en los resultados pero si en la forma en que se ha hecho, me pregunto, ¿por qué se ha limitado la pregunta a padres, profesores y alumnos en un terreno tan importante como es este, la educación y la conservación de un idioma, y no se ha consultado con el resto de la población?

Es como si a los banqueros y a sus directivos se les preguntase si deben seguir cobrando comisiones tan elevadas en épocas como las actuales, o si se encuestase a los empresarios lácteos y a las multinacionales sobre si debe bajarse el precio de la leche a los productores. Las respuestas serían obvias y no tendrían color.

Con la encuesta del gallego ha pasado lo mismo. ¿Por qué no se ha preguntado a toda la comunidad sobre las líneas a seguir en la educación con el idioma propio? ¿Por qué a los que no tienen hijos, pero pueden tenerlos, abuelos, tíos, la sociedad en general, se les margina a la hora de decidir el futuro de sus retoños venideros?

Habría que añadir una pregunta más, ¿por qué una cuestión básica como el futuro de la cultura de un pueblo, o sea, su lengua, se deja en manos de una minoría? ¿Quiénes son unos pocos padres, otros cuantos profesores y varios miles de alumnos para decidir por más de dos millones y medios de galaicos?

Está visto que el gallego desaparecerá, en 50 años pasará a ser una lengua muerta, como el latín. Y ni siquiera la iglesia la usará en sus actos litúrgicos. Una pena.

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