Necrologías

En recuerdo a María Villares

Vivió en nueve décadas distintas y se adaptó a los cambios con una facilidad pasmosa. María, mi abuela, recordaba la guerra que vivió en su infancia mientras manejaba con soltura su móvil de última generación. Ella cosía rotos imposibles mientras explicaba la influencia de la luna en las mareas y era capaz de revivir plantas moribundas mientras opinaba de economía. De pequeña, yo pensaba que ella lo sabía todo. Y es que le gustaba saber.

Mi abuela leía el periódico cada día en su casa de O Corgo. Leía revistas, libros y todo lo caía en sus manos. Una vez se compró por error un libro sobre el mundo de las sectas, pensando que en el título ponía setas, y lo encontró igualmente interesante. Ella se adaptaba a todo. Por eso era amiga de sus amigos, de los amigos de sus hijos, de los de sus nietos y de los de sus bisnietos. Ella encajaba en cualquier sitio sin desentonar ni un ápice.

A mi abuela le gustaba la gente. Le gustaba observar, conversar y aportar.

Ella se apuntaba a todo y se crecía ante las dificultades. Jamás se puso límites, hasta que la vida se le terminó.

María tuvo una vida muy normal, pero para quienes tuvimos la suerte de tenerla cerca hasta los 95 años, ella fue todo un referente. La gente así, tan sencilla y tan interesante a la vez, deja huella. Y la tuya, abuela, jamás se borrará. Paula.

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