En la piel de Nibali, al menos por medio día

El despertador sonó a las 9.00 horas. Golpe. Seguramente habrían hecho lo mismo Carlos Sastre, el Purito, Nibali o Bradley Wiggins en sus habitaciones de hotel. Había que levantarse para afrontar una etapa dura. Dos puertos de primera y tres de tercera. La peregrina idea de emular a un profesional, saber qué se siente al afrontar un puerto, ver el ambiente que se respiraba en la LU-636 entre Sarria y Becerreá desde el sillín de la bicicleta, se me había pasado por la cabeza durante la noche. Una vez tomada la decisión había que cumplir.

Recuperado del madrugón, desayunado y revisada la bici, era el turno de ponerse en marcha. Lo primero, llegar a Sarria desde Lugo. Por el camino comprobé la expectación de la gente en una pareja de ciclistas. José y Fernando, padre e hijo, partieron temprano de la ciudad amurallada en sus mountain bike para ver la salida de la Vuelta. No fueron más allá de Sarria, pero el paseo ya era de 30 kilómetros.

Tras una horita de sube y baja, en parte en compañía de los dos, la llegada a la villa sarriana mostró la ilusión de un pueblo por acoger la salida de un gran acontecimiento deportivo. Hubo que circular entre el atasco y la gente para llegar al desvío hacia Becerreá.

Comienza el puerto. Una vez cruzada la pancarta de la salida neutralizada, cronómetro a cero y a comenzar lo bueno: el sufrimiento. Seis mil metros de duros repechos tras la parroquia de San Antolín y llega el comienzo del puerto de O Pico da Peña. Un tercera de nueve kilómetros.

El buen estado de la carretera hacía menos dolorosas las rampas. La gente que estaba en las cunetas observaba con extrañeza la figura de un ciclista que circulaba antes de lo que les habían contado. «¿Vas primeiro rapaz?», «¿Non sairías demasiado pronto?», preguntan. Los kilómetros caen. La carretera empeora poco a poco. Sin embargo, la pendiente tiene menos desnivel, lo que permite bajar coronas. La biela estaba fija hace tiempo en la 34.

Los coches de dirección de carrera pasan como si la vida les fuese en ello. Igual que los automóviles de los equipos. Única compañía en la subida. Los Vacansoleil, Astana, Cofidis o Sky siempre tuvieron una palabra amable para el ciclista amateur.

Al llegar al Gran Premio de la Montaña aparecen los aficionados que se echaban de menos durante la escalada. Un grupo unos metros antes de coronar daba ánimos entre risas. Incluso un belga que había aparcado su caravana (con publicidad de cerveza incluída) me miraba como si fuese un bicho raro.

Cruzar la línea hizo desaparecer el dolor de piernas. A partir de ese kilómetro 15 quedaban 10 de una bajada sinuosa. A tumba abierta. Plato grande y un 12 de piñón. Era el tiempo de la diversión, cadencia y siempre por encima de los 50 km/h. Al llegar a Becerreá me topé con un buen grupo de vecinos. Esto ya era otra cosa. Lo siguiente era ver el paso de los verdaderos protagonistas, los profesionales. Cuando éstos pasaron tocó volver y desandar el camino. «Para el otro lado, chaval», gritó un vecino. Que razón tenía.

BUENA ACOGIDA. Becerreá recibió al pelotón con ganas

  • Becerreá vivió una gran jornada de ciclismo. La Vuelta no pasa todos los días y los vecinos no dejaron pasar la oportunidad de ver cómo se las gastan los Nibali, Purito, Cancellara o Wiggins.
  • Unas 350 personas se concentraron entre el desvío hacia la N-VI en la calle Carlos III y la subida hacia el esprint especial. «Hemos venido hasta aquí porque es un buen espectáculo, sobre todo para los niños, que incluso han venido con bici incorporada», dijo una parroquiana.
  • Otros vecinos comentaban cómo encararían el brutal cambio de ritmo desde la bajada de la LU-636 hasta el alto de O Lago. «Tendrán que cambiar rápido», «no sé si tomarán la curva», afirmaban mientras la guardia civil ordenaba el tráfico.

La provincia respondió

  • Cinco años después, Lugo volvió a responder a la poderosa llamada de la Vuelta. Las calles de Sarria y Becerreá y el paso por el puerto de Os Ancares fueron los puntos de mayor concentración.

Os Ancares saca su cara festiva ante el pelotón

La paz que habitualmente planea sobre los picos de Os Ancares se vio alterada ayer por el paso de la decimotercera etapa de la Vuelta. No por los ciclistas, de los que solo se escuchaba el jadeo de una respiración forzada por las duras pendientes, sino por una numerosa afición que convirtió el puerto de Ancares, solitario y sereno habitualmente, en una pequeña fiesta.

Para que quedase claro que allí los únicos que iban a sufrir eran los ciclistas, un aficionado se encargó de animar el ambiente los momentos antes de la llegada del pelotón. Como si de un circo se tratase, se dedicó a subir y bajar las rampas del último kilómetro a bordo de un monociclo. Su espectáculo fue aplaudido por un público deseoso de saber qué pasaba en la etapa. Cada diez metros se oía una cosa: «va escapado Nibali», «hay una fuga de 20», «van todos juntos»... Allí lo único seguro era que el cabeza de carrera era un tipo montado en un monociclo.

Decenas de motos de la Guardia Civil a toda velocidad anunciaron la presencia de los ciclistas. El pelotón llegó partido y todos, desde los primeros escapados hasta el grupo de Fabian Cancellara, que cerraba la carrera, recibió el ánimo de la afición. El más educado de los corredores fue uno del Astana con cara de ruso. Un joven se echó una carrera a su lado para alentarle. El ciclista, en pleno esfuerzo, le espetó: «Corres tú bien». El chaval se quedó sin palabras y frenó en seco.

Ver una etapa a pie de carretera es una especie de caza de rostros. A medida que se acerca un ciclista empieza la lotería. «Es Antón», decía uno. «Dalle Txurruka», saltaba otro metros más arriba. Las ganas de reconocer a alguien son tales que al final se espía hasta a los que van en los coches. Algo que esta vez tuvo premio, pues en el del director de carrera viajaba Alberto Contador. Y, claro, en un ambiente como el de ayer, según se le localizó estaba sentenciado. «Ahí vai Contador... que ben se sube no coche... así non fai falta comer chuletóns». Llevaba la ventanilla subida. Casi mejor.

Gran expectación en Sarria por la salida de la Vuelta

Los vecinos de Sarria se volcaron con la Vuelta y salieron desde muy pronto a las calles para vivir la prueba, que por primera vez partía desde la villa.

O Chanto se convirtió ayer en un paraíso para los amantes de este deporte, pues acogía el control de firma y el punto de encuentro de la Vuelta. Muchos niños, pero también adultos, animaron sin parar a los ciclistas ya desde el control de firmas. Un grupo de dos niños esperaba a cada uno de los deportistas para que le estampara su rúbrica en su libreta después del control de firmas.

El más vitoreado de los deportistas fue David Blanco, el único gallego que participa en la Vuelta, quien confesaba que lo peor de la etapa de Sarria a Ponferrada sería la estrechez de la carretera. Si bien, la gran atracción de la jornada fue Alberto Contador, quien no compite en la prueba, pero que apareció por sorpresa en Sarria y algunos se acercaron a él para pedirle un autógrafo y una fotografía. «Chama máis el que os outros ciclistas», comentaban dos vecinos, mientras que esperaban a que arrancase el pelotón.

Parece que ésta no será la última vez que Sarria acoja esta prueba, al menos por lo que opinan los responsables municipales y el director de la Vuelta. Tanto para el alcalde sarriano, José Antonio García, como para el concejal de deportes, Manuel Sangil, la salida desde la villa fue un «éxito» y esperan que pueda volver a acoger un tramo de próximas ediciones de la Vuelta. «Significa moito para a imaxe de Sarria. Agradecemos a colaboración da Diputación, que fixo posible que a proba estivese en Sarria. Intentaremos consolidar esta etapa», apuntó el regidor.

Por su parte, el director general de la Vuelta, Javier Guillén, apostó por continuar incluyendo en próximas ediciones el puerto de Os Ancares. «Descubrimos un puerto nuevo, un puerto duro. Dará mucho juego, hay que explotar Os Ancares al máximo. Sarria también podría volver a acoger la Vuelta porque la prueba va a una localidad con la vocación de repetir y de dejar un buen recuerdo», manifestó.

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