En la casa del Señor no hay jubilación

«Dios es eterno». Estas palabras conforman la expresión más habitual entre el sacerdocio a la hora de referirse a su creador. Pero los que parecen ser cada día más eternos son los propios sacerdotes.

La media de edad de estos profesionales que pertenecen al obispado de Lugo es de 72 años. Si tenemos en cuenta que la edad de jubilación de un trabajador corriente son los 65 años, casi la totalidad de curas que pertenecen a esta diócesis deberían haber colgado los hábitos.

Al Obispado de Lugo pertenecen 330 sacerdotes. De ellos, 280 tienen cargo pastoral, pero sólo 46 cuentan con edades comprendidas entre los 26 y 50 años.

El Obispado de Mondoñedo-Ferrol, el otro que comprende parte de la provincia de Lugo, cuenta con un total de 422 parroquias repartidas entre 168 sacerdotes. De éstos, sólo 50 curas tienen menos de 65 años.

Esta situación, además de la cada vez mayor falta de inclusión de gente joven en la orden sacerdotal, conlleva, en algunos casos, la concentración de un elevado número de parroquias a cargo de un mismo sacerdote.

Luis Manuel Rodríguez, vicario pastoral de la diócesis de Lugo, ve la solución a esta situación en la reestructuración eclesiástica. El nuevo orden del trabajo que propone consistiría en la unificación de las parroquias en comunidades pastorales más amplias. Así, se pasaría de 27 arciprestazgos a tan sólo 14.

Este cambio afectaría en mayor medida a las zonas rurales. Sin embargo, es en esta situación geográfica donde se dan las mayores dificultades para su aplicación. «A xente do rural ten medo a quedar sen servizo os domingos. Esto é normal porque levan toda a vida acostumados a eso, pero, pouco a pouco, estou seguro de que acabarán aceptando a nova situación», asegura Luis Manuel.

Cada vez son más los sacerdotes que utilizan las nuevas tecnologías para tratar de mejorar su servicio y facilitar la comunicación con los feligreses. Este es el caso de algunos curas que manejan las campanas por control remoto o se valen de karaokes para organizar los cantos en las celebraciones religiosas.

FERNANDO MONTERROSO

Sacerdote en Ferreira do Valadouro

«Se houbese máis curas, nestes momentos xa non estaría misando»

Fernando Monterroso es uno de los sacerdotes de mayor edad en activo dentro de la diócesis de Mondoñedo-Ferrol. A sus 73 años es el encargado de cubrir seis parroquias de la zona de Ferreira do Valadouro.

Desde el año 1961 realiza tareas pastorales en diferentes parroquias de la zona rural, algo que afronta con gran ilusión y vocación. Sin embargo, asegura que si hubiese más curas «a estas alturas xa non estaría desenvolvendo a miña labor».

La carga de trabajo que provoca en este sacerdote la realización de tareas pastorales en diferentes parroquias es algo que no le preocupa. «O traballo cansa, pero faise pola vocación e ilusión que hai en cada momento. Temos que axudar o máximo posible», asegura.

Fernando Monterroso oficia todos los días una misa en Ferreira, A Laxe y Santa Cruz, mientras que en las demás parroquias sólo celebra la eucaristía un domingo al mes. Así, tiene claro que si pudiera sería encargado de una sola parroquia, ya que como bien afirma «ter unha parroquia os domingos sería unha forma moito máis doada de levalo mellor».

MIGUEL GÓMEZ

Cura en la zona de Samos

«Levar un gran número de parroquias non supón ningún agobio para min»

Miguel Gómez Vázquez comenzó su acción pastoral como encargado de siete parroquias; sin embargo, en estos momentos lleva un total de 17 en la zona de Samos.

A pesar de lo que se puede pensar, este hecho no supone ningún tipo de agobio para él. Su secreto: una buena organización y una coordinación correcta.

«Pasar de sete a 17 parroquias non foi ningunha preocupación. Isto é debido a que desde o comezo do meu exercicio como sacerdote contei cunha organización axeitada, polo que ao aumentar o número de parroquias só tiven que estender esa organización ós novos puntos de traballo».

Aunque sabe que lo ideal sería poder repartir las parroquias entre un número mayor de sacerdotes, es consciente de la dificultad que eso conlleva, tanto en sacrificio como en tiempo.

Miguel Gómez sabe que debe acomodarse a lo que tiene, por lo que trata de llevar a cabo su trabajo de la mejor manera posible, eso sí, pensando siempre en sus feligreses. Lo consigue planificando con anterioridad todas sus actividades y con la comunicación de éstas a todos los vecinos de la zona. «Cousa diferente sería que os interesados non soubesen o que van ter en cada momento».

Esta correcta organización y planificación en todas sus parroquias es lo que permite a este sacerdote celebrar misa en cada una al menos dos veces al mes, una de ellas siempre en domingo. Este hecho hace que los feligreses se desplacen por su cuenta al lugar de celebración de la eucaristía, «sen preocupación algunha, colaborando con nós».

Pero no sólo de tareas eclesiástica vive este cura, sino que para él es muy importante «a realización de diversas actividades culturais, tanto para xente nova como para personas maiores, como cursos e obradoiro».

JOSÉ ANTONIO ADRIO

Sacerdote recién ordenado

«Empecé a plantearme este oficio después de una noche de fiesta en Lalín»

José Antonio Adrio fue ordenado sacerdote el pasado 19 de marzo tras decidir ingresar en el seminario a los 26 años. Él asegura que fue una de las mejores decisiones que ha tomado a lo largo de su vida.

Aunque parezca mentira, todo comenzó un día de fiesta por Lalín. Ya entrada la madrugada, Adrio tuvo el impulso de adentrarse en una iglesia. En ese momento comenzó a sentir una necesidad de alianza con el Señor.

Después de hablar con el cura de la parroquia, el cual le mandó reflexionar sobre esa decisión, José Antonio Adrio decidió ingresar en el seminario, dejando de lado toda una vida llena de aventuras.

«Hasta el momento en que decidí entrar en el seminario había llevado un estilo de vida muy alocado. Cuando entré en esa iglesia encontré la paz que necesitaba en ese momento y empecé a plantearme las cosas en serio», recuerda el joven sacerdote.

Tan en serio que decidió dejar de lado parte de lo que había disfrutado hasta ese momento, en especial su novia, con la que llevaba saliendo varios años. «Llegó un momento en el que al ver un crucifijo pensaba que le estaba siendo infiel con mi novia. Sentía que sólo tenía que estar al lado del Señor, no podía compartirlo».

Una decisión tan espontánea como ésta no siempre es bien recibida por los más allegados. Este no fue el caso de Adrio, aunque reconoce que al principio parte de sus amigos no salían de su asombro. «Venían a la tienda de ropa donde trabajaba a decirme que estaba loco, aunque luego me utilizaban para confesarse», dice entre risas.

A pesar de dejar de lado todo lo vivido anteriormente, este joven sacerdote no cambia su actual estilo de vida por nada del mundo. Para él, empezar en este oficio fue una de las mejores decisiones que ha tomado en su vida, y con la que se encuentra en total consonancia. «Sólo esta decisión ha hecho que me sienta realmente completo», afirma.

Entrar en la orden ha hecho que realmente se sienta feliz y, a pesar de lo que muchos puedan pensar, su actual estilo de vida le permite disfrutar de algo esencial en la existencia de una persona, el sentirse completo consigo mismo. «Antes tenía todo lo que un joven puede esperar. Tenía novia, no me faltaba dinero ni trabajo, amigos, fiesta... pero en el fondo no me sentía completo. Ahora no tengo nada de lo que anteriormente disfrutaba, pero tengo algo mucho más importante, me siento totalmente feliz y completo», asegura.

Adrio se pone serio a la hora de reflexionar sobre la posible falta de vocación que está imperando entre los jóvenes en las últimas décadas. «Sí es verdad que se ven menos personas jóvenes que mayores en las celebraciones de la eucaristía, pero muchos colaboran con organizaciones sin ánimo de lucro», afirma.

Cada vez son menos los jóvenes que optan por el oficio de sacerdote, en su opinión porque no está de moda. «En estos momentos se vive mucho de la apariencia y teniendo en cuenta en todo momento el qué dirán», comenta.

Su juventud no es un obstáculo para mantener una estrecha relación con los feligreses de mayor edad, sino todo lo contrario. «Las abuelas que vienen a la parroquia me tratan como si fuera su nieto. En alguna ocasión me llegaron a parar por la calle para pedirme una confesión, eso es gratificante», comenta con ilusión.

XOSÉ MANUEL CASTRO

Cura en Outeiro de Rei

«É necesario encontrar novas técnicas para comunicar a palabra»

Las nuevas tecnologías no pasan desapercibidas para el sector religioso. Aunque se suele pensar lo contrario y ver en la Iglesia una institución antigua, varios son ya los sacerdotes que cada vez más tratan de introducir las nuevas tecnologías en su trabajo.

Éste es el caso de Xosé Manuel Castro Alba, sacerdote encargado de tan sólo dos parroquias en el municipio de Outeiro de Rei, debido a que el resto de su tiempo lo dedica al trabajo de delegado de medios de comunicación del Obispado de Lugo.

Desde que llegó el primer ordenador al Obispado de Lugo, toda la responsabilidad informática recayó sobre Xosé Manuel, encargado también, entre otras funciones, del mantenimiento de la web de la institución. Además, sus parroquias son de las pocas que tienen archivos informatizados.

Pero su incursión en las nuevas tecnologías no acaba ahí. Destaca su colaboración en la cadena de radio Cope como técnico de sonido, además del desarrollo de proyectos para colegios o la función desempeñada de fotógrafo oficial dentro del Obispado.

Este sacerdote es consciente de la dificultad existente para conseguir una correcta relación entre Iglesia y tecnología. Existe una gran cantidad de sacerdotes que no tienen los conocimientos necesarios para la utilización de las nuevas tecnologías. Esto él lo tiene en cuenta, por ello organiza cursos sobre informática para sus compañeros, con la finalidad de solventar esa situación.

A pesar de todo, para Xosé Manuel lo que importa no son tanto los cambios tecnológicos en sí mismos, sino «a necesidade de encontrar novas formas de comunicación diferentes á palabra coas que atraer máis ás persoas» hacia el mensaje evangélico.

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