Elecciones europeas

A POCOS MESES de los comicios del Parlamento de la Unión Europea no se percibe que la participación en ellos vaya a ser significativamente mayor que en ocasiones anteriores. Incluso no se puede descartar que sea menor.

Desde que la codecisión supuso hace ya unos lustros que la Cámara parlamentaria de Bruselas-Estrasburgo se comenzara a dibujar como verdadero poder dentro del esquema institucional de la Unión, parece que debiera haberse intensificado el interés de los electores en sus procesos electorales, pero no ha sido así.

Recuerdo que en la ocasión en que coincidieron las elecciones europeas y las municipales; varios electores que me precedían en la mesa electoral hicieron uso de su derecho votando solo en la urna de los comicios locales y absteniéndose, pese a estar ya ante la mesa, de hacerlo en las europeas. Intuyo que hoy sucedería lo mismo si se diera idéntica coincidencia. Y resulta difícil de entender, pero las cosas son como son, y si se desarrollan así tiene que ser por algo.

Comprender los mecanismos complejos del poder europeo no es fácil, y además, parece que la Unión Europea sigue percibiéndose distante por muchos ciudadanos.

Nunca entendí que por ejemplo, la Política Agraria Común y un aspecto de la misma como ha sido la regulación de la cuota láctea no se haya percibido, afectando tanto y a tantos, como algo que incide directa e inmediatamente en la actividad diaria de las gentes del campo. Acaso por eso tampoco se han aprovechado muchas oportunidades cuando, sin embargo, se han tenido que soportar aspectos a veces gravosos de esa política. El desconocimiento y el desinterés han tenido mucho que ver en ello.

Los afectados por las preferentes que se manifiestan un día tras otro para expresar sus quejas por los perjuicios sufridos, viven una situación que tiene su causa en el memorando de entendimiento en el que Europa incorporó el requerimiento de que los titulares de productos financieros híbridos, esto es, de participaciones preferentes y deuda subordinada -en términos por cierto como ya he dicho en varias ocasiones más que discutibles jurídicamente hablando- de las entidades financieras que recibieran ayudas, debían contribuir al saneamiento de las mismas. ¿Cómo? Pues como ha sido, con parte del valor de sus títulos, de su dinero, en fin. Eso también fue una decisión europea fundamentalmente, y no lo parece.

En Europa se decide mucho hoy. Los Presupuestos Generales de los Estados miembros son sometidos a su lupa y a su control y toda la legislación de los países miembros tiene que observar limites que no puede esquivar, ya se hable, por poner algún ejemplo, de la libertad de prensa, de la regulación del derecho de asociación o de otras muchas cuestiones. Los Estados no pueden acordar libremente ayudas a las empresas, baste para ello reparar en lo sucedido en el sector naval, ni tienen margen de maniobra amplio, por no hablar de los límites del déficit, etc.

Es cierto que la sensibilidad de los poderes europeos ante determinados problemas de los ciudadanos, significadamente el desempleo entre ellos, se revela bastante difusa, y es ahí donde a través de representantes idóneos está en las manos de los electores orientarla y acentuarla en forma más acorde con sus deseos.

No es verdad aquello que alguien escribió acerca de que la diferencia entre las dictaduras y las democracias consiste en que en las últimas se permite votar cada cuatro años antes de obedecer. Aunque el poder tengamos que contribuir a conformarlo de forma alambicada, a través del voto en las elecciones de nuestro parlamento nacional y del gobierno que este configure, que participa luego a través de la Comisión y del Consejo en el de Europa y del sufragio en las elecciones europeas, está al alcance de la ciudadanía incidir en los modos y actitudes del poder europeo. Además, la lista única nacional abre posibilidades de participación más amplia que deberían ser aprovechadas, y salvo anécdotas, realmente no lo han sido hasta ahora.

En fin, que hay bastantes razones para participar en el proceso electoral europeo y hacerse oír con más eficacia que en las manifestaciones.

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