El temblor

Jessica González Ardura MIRE DOCTOR, en cuanto cojo un plato en la mano o intento firmar algún documento, empiezo a temblar muchísimo, y a veces incluso no lo puedo hacer…».

Este es uno de los motivos más frecuentes por los que un paciente acude a un neurólogo.

Existen muchas causas que pueden producir temblor. Algunas de ellas no son patológicas, como por ejemplo el miedo o el frío. Otras causas no son neurológicas, como el hipertiroidismo o muchos fármacos, sobre todo los que se utilizan para el asma y la bronquitis crónica y algunos de los que se utilizan para la depresión. El té y el café son un ejemplo de alimentos que también pueden producir o aumentar un temblor.

No se sabe exactamente cuántas personas tiemblan en España, ya que en muchas ocasiones este temblor es poco expresivo y permite realizar una vida normal por lo que el paciente no acude al médico. En otras ocasiones, se atribuye a ansiedad o a la vejez y no se le da importancia.

Existen muchos tipos de temblor, pero dos son las más frecuentes: el temblor esencial y el temblor de párkinson.

El temblor esencial es una enfermedad familiar, por lo que es frecuente que varias emparentadas tiemblen. Suele empezar muy poco a poco y durante años no se le da importancia, ya que solo aparece cuando el paciente está nervioso o tras un disgusto. Con el paso de los años, va empeorando, impidiendo realizar algunas actividades y es en ese momento cuando el paciente suele acudir al médico. Es frecuente que los pacientes se quejen de que derraman toda la sopa porque tiemblan al intentar llevar la cuchara a la boca o de que presentan dificultades para escribir e incluso en muchas ocasiones para firmar. Hasta en un 50% de los casos se observa una mejoría del temblor con el alcohol y un empeoramiento con la fatiga, cansancio, estrés y ansiedad. El tratamiento no cura la enfermedad, pero puede mejorar considerablemente los síntomas y por tanto la calidad de vida del paciente.

El temblor de párkinson, al contrario que el temblor esencial, es un temblor de reposo. Esto quiere decir que aparece sobre todo cuando el paciente pone las manos sobre el regazo o en alguna postura en la que las manos están totalmente relajadas. Desaparece cuando se inicia una actividad, por lo que es frecuente que no tengan problemas para escribir, conducir ni comer. El temblor de párkinson se acompaña de dos síntomas más: la rigidez y la bradicinesia. La rigidez aparece sobre todo por las mañanas y consiste en el endurecimiento de las articulaciones, sobre todo del codo y de la muñeca, al intentar hacer un movimiento con ellas. En algunas ocasiones puede producir dolor y confundirse con artrosis. La bradicinesia consiste en la dificultad y lentitud para realizar movimientos finos con las manos y los dedos, motivo por el que los pacientes con enfermedad de párkinson pueden tener dificultad para abrocharse los botones de la camisa, pelar fruta o patatas. Además pueden presentar otros síntomas como depresión, ansiedad, estreñimiento o alteraciones urinarias.

Cuando la enfermedad de Párkinson está más avanzada presentan importantes dificultades para caminar. Al principio consiste solo en arrastrar los pies y tropezar en todas las alfombras de la casa, pero con el paso de los años va empeorando y es muy frecuentes que sufran caídas sobre todo hacia adelante, que pueden provocar fracturas de huesos o traumatismo craneoencefálicos.

Para diagnosticar la enfermedad de Parkinson no suelen ser necesarias las pruebas de imagen, la exploración es suficiente en la mayoría de las ocasiones. Es importante hacer un diagnóstico precoz, porque aunque el tratamiento no cura la enfermedad; si mejora mucho sus síntomas, manteniendo la autonomía del paciente durante mucho más tiempo.

En conclusión, no todos los temblores son por ansiedad ni por enfermedad de Parkinson, por lo que en caso de un paciente presente temblor debe ser evaluado por un neurólogo para su correcto diagnóstico y tratamiento.

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