El Resurrection Fest se despide con una doble ración de nostalgia

Korn, los pioneros del nu metal, recuperan los sonidos de su influyente álbum de debut, publicado en 1994, para clausurar la décima edición de una cita que confirma un año más su trayectoria ascendente
Miles de personas acudieron estos días a los conciertos
photo_camera Miles de personas acudieron estos días a los conciertos

1994. Nelson Mandela es elegido presidente de Suráfrica y personifica el final de la vergüenza del apartheid. Arden Ruanda, los Balcanes y Chechenia. Tassotti afila el codo en el tabique de Luis Enrique e Induráin escala un peldaño en su leyenda al vencer su cuarto Tour consecutivo. Forrest Gump se sienta en un banco para contarle su vida a los viandantes mientras espera el autobús. La música está de luto: se suicida Kurt Cobain, harto de la vida, y a cambio nace en Canadá un chiquillo que responde al nombre de Justin Bieber. Para compensar la tragedia, a rey muerto, rey puesto: el 11 de octubre, una banda californiana recoge las cenizas del grunge y expresa su desaliento existencial de una forma nunca antes escuchada, el nu metal. Son Korn, y con su álbum homónimo revolucionan la escena mundial.

Este sábado, el Resurrection Fest atrasó su reloj 21 años, hasta 1994, y sumó nostalgia a la nostalgia de su propia despedida. Los cabezas de cartel de esta ya extinta décima edición del evento -a la par de los legendarios Motörhead-, expusieron de nuevo sobre las tablas las razones que les llevaron a convertirse en una de las formaciones más influyentes de las últimas dos décadas, seguidos e imitados hasta la saciedad. Los temas de aquel inaudito disco debut revivieron tan actuales como el primer día para los oídos de un público que, este año, solo contaba con esta oportunidad única para disfrutar en España del potente directo de un grupo convertido en leyenda viva de la música.

Korn fue además la estrella del último episodio de la pasión hardcore, que se despide con la promesa de crecer todavía más el año que viene. Este domingo, después de estas duras cuatro jornadas de conciertos, el Resurrection hace honor a su nombre y reserva el domingo como día de resurrección literal.

La angustia vital de los californianos, por tanto, propone una atmósfera musical adecuada para ambientar sobre los cámpings, los parques y las aceras de Viveiro un mal recurrente entre los peregrinos de la camiseta negra. Porque, por mucho que se diga, no todo es jijijí-jajajá en el Resurrection Fest. Cada mártir del metal carga con su propio cilicio que le lacera sin piedad el cuerpo: un tormento bíblico llamado resaca.

KITS DE SUPERVIVENCIA. Gerardo Cartón y Jorge Obón, autores del ‘Manual del perfecto festivalero’, recomiendan en su texto que la mochila básica de todo asistente al festival debe incluir vaselina, pañuelos de papel, una muda, un abanico, desodorante, cepillo, pasta de dientes y, lo más importante, juanolas. Pero claro, Cartón y Obón no citan al Resu en sus páginas. Teniendo en cuenta los datos de las farmacias y parafarmacias locales, la repercusión del festival se aprecia en el notable incremento de la adquisición de productos sanitarios para paliar el dolor y antinflamatorios como el ibuprofeno, betadine para las quemaduras producto del uso imprudente de los camping gas, vendas para las típicas torceduras derivadas de bailar en trance en medio de la masa y tiritas para percances de menor consideración.

Sea como fuere, el manual de superviviencia que recopilan los asistentes al festival hardcore acepta alguna de las sugerencias de Cartón y Obón, aunque incorpora unas cuantas más producto de su sabiduría y experiencia particular, curtida en mil resacones. "Más drogas", descerraja medio en broma, medio en serio un chaval que repite Resu tras su puesta de largo en 2013 y que prefiere no dar su nombre "porque es muy raro y fácilmente reconocible". Reciclándose con corrección política, luego matiza en cónclave con su amigo Albert que reponer líquidos a base de saludable agua mineral y zumo de naranja rico en vitamina C es el caballo ganador. "Qué íbamos a decir, si somos valencianos", reconoce Albert sobre su improvisado papel de portavoz de la tierra de los cítricos.

Por su parte, los madrileños David e Iván reniegan del tradicional axioma de que la resaca se cura con más alcohol, una afirmación que consideran "leyendas de punkarras". Para ellos, el secreto se encuentra en escoger cuidadosamente la localización de la tienda de campaña. Es decir, situarse en las proximidades del bar del campamento de Covas para aprovisionarse con regularidad de alimentos líquidos y sólidos, amén de hacer de tripas corazón y apostar por duchas con el agua "lo más fría posible" para despertar y desentumecer al organismo con una firme sacudida.

La organización del festival, parca en lujos, contribuye de buen grado a la idea con sus pírricas duchas en el campo de fútbol anexo, escasas en número, con lánguida presión de chorro y temperatura que, generosamente, podría calificarse como refrescante. Las olas del Cantábrico son asimismo una opción a tener en cuenta, sobre todo para aquellos visitantes acostumbrados al abrazo suave y cálido de las aguas del Mediterráneo.

Para Íker, en cambio, la bebida antirresaca perfecta debe englobar en su composición ciertos ingredientes químicos que potencien sus efectos regeneradores, caso de las bebidas energéticas, que procura dejar a mano en su botiquín metalero. Es la receta que permite que, de buena mañana, ya se encuentre con la decencia recobrada, la cual puede lucir en comunión con un nutrido grupo de resus provenientes de Bilbao y Barcelona y que hacen vida común en torno a una práctica carpa.

De entre ellos, sus amigos Pau, Christian y Nil proveen por el contrario soluciones agudas y humanas como disponer de «amigos que te sepan arrastrar afuera» cuando comienza a perderse la sensatez y otras que se lanzan incluso por el terreno de lo psicológico y espiritual, como «conservar la autoestima». Aun así, todo el grupo coincide en apuntar con el dedo hacia Gerard, el hombre «que nunca tiene resaca». Con el rostro fresco y despejado, el consejo de este héroe popular resulta tan sencillo como incontestable: beber con moderación. Porque prevenir siempre es mejor que curar.

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