El PP y el PSOE

UN RÉGIMEN político democrático tiene en el sistema de partidos políticos su substancia vital. Y el que surgió en 1978 se articuló, para eso se optó por la ley D’Hondt en la norma electoral, en torno a dos grandes fuerzas: UCD y PSOE hasta 1982 y PP y PSOE desde entonces hasta hoy. A esos hay que añadir los protagonistas territoriales: CiU y el PNV. ¡Cuántas veces he oído a dirigentes de esos partidos que eso está en lo pactado pero no escrito en el acuerdo constituyente! Para que no quede duda y como muestra del fundamento de lo que digo, baste considerar que si la barrera electoral del 3% fuera nacional y no provincial como está establecida, ni el PNV, ni el BNG, ni el Partido Andalucista, ni Coalición Canaria, ni Unión valenciana, ni Unión del Pueblo Navarro, ni Esquerra Republicana de Catalunya hasta la 8ª legislatura, ni Coalición galega, ni otros pequeños grupos hubieran accedido nunca al parlamento nacional, pues ninguno ha superado el 3% general.

Ahora, ¿qué ha sucedido? Pues que la resaca ha pasado factura a los principales protagonistas de la escena política. Claro que hay algo más. Se constata la necesidad de recuperar la credibilidad, urge la regeneración de los grandes partidos y su remozamiento, profundizar en su democratización; un verdadero ‘aggiornamento’ que permita gestionar con éxito una nueva situación. Si la Constitución se dice que está «envejecida» también lo están los operadores políticos, y lo está la forma de hacer política.

Si en hipótesis el PP hubiera puesto en práctica a cualquier precio el programa electoral con el que concurrió a las elecciones generales del 2011, ¿el resultado hubiera sido mejor para él? Me temo que no, porque, no nos engañemos, no es esa la cuestión, o no lo parece.

Los que prometen todo como posible en tiempos de desesperanza suelen obtener algún redito. Pero claro, la cosecha es breve, por la sencilla razón, no hay que engañarse, de que todo no es posible.

Eso sí, no hay que descartar nunca el relevo de los protagonistas de la vida política. El PSOE podría ser sustituido por otra fuerza y el PP también. Del mismo modo, no de otro, en que el sustituyó a UCD. En el fondo no sería más que una suerte de refundación utilizando siglas y esquemas de algún protagonista inicialmente menor. Pero el esquema de dos grandes partidos del sistema, si no se altera el régimen político, no puede contemplarse como algo verosímil.

Me refería antes a una necesaria regeneración. Es precisa. Y estoy seguro de que de una u otra forma se acometerá. Un punto de ella deberá ser el rigor. Las grandes fuerzas políticas, los partidos de gobierno tienen que observar siempre un postulado exigido por su condición de protagonistas: la seriedad, el comedimiento en las ofertas electorales, el realismo. Eso también formará parte necesariamente de la inaplazable regeneración de los partidos, en especial de los llamados a gobernar.

Y, por fin, en la catarsis también tiene la sociedad su parte de protagonismo necesario. Lo tiene porque estos partidos, la forma de hacer política, los defectos, los fallos que son muchos, afectan a estructuras que nacen de la sociedad, de un grupo humano concreto en un tiempo determinado de la historia. Y por tanto esa sociedad debe participar activamente en el impulso de la catarsis. El para qué, no ofrece duda. Para avanzar en la justicia en su más amplia acepción, esto es, en todos los órdenes. Esa es la demanda. Esa es la polar que marca la buena dirección. Con ella hay que orientarse.

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