El PP sigue al ralentí

«NON IMOS ENTRAR ao trapo», alegaba el portavoz municipal del PP, Jaime Castiñeira, a principios de mes para contestar a las críticas de su homólogo socialista, Luis Álvarez, mientras presentaba las líneas políticas que prevé desarrollar su grupo de cara al nuevo curso en el Concello.

Castiñeira parece tener clara su estrategia de oposición tranquila en la que lleva instalado su grupo este mandato. No está dispuesto a convertirse en ese toro de la Vega que cornea sin rumbo mientras recibe puyas, aunque sabe que renunciar a bajar a la arena enfangada, por muy elegante que resulte, puede convertirle en un Antoñete con tardes de gloria ante mansos becerros y grotescas escapadas frente a bravos miuras.

Pero aunque el portavoz del PP se muestra moderado en su discurso, al menos durante el presente mandato de Orozco, sí que utiliza a parte de su cuadrilla para espolear al rival, en especial a los concejales más jóvenes y con alma de espontáneos. El benjamín del grupo, Antonio Ameijide, es todo un aventajado en esa tarea de fustigar, aunque a veces acabe sufriendo latigazos en sus propias carnes por la inexperiencia. Pese a todo, la táctica sí que le funciona con el alcalde, quien se molesta cual temperamental profesor que es con las «ínfulas juveniles» del popular, como así definió Orozco los ataques que le lanza cada vez que interviene en el pleno.

Pero al margen del tono estridente de algún edil o edila popular en la defensa de sus mociones, la sensación entre parte de la parroquia local del PP es que su grupo municipal no acaba de sacar partido a la amplia representación -doce concejales frente a once del PSOE y dos del BNG- y que sigue al ralentí, sin pisar el acelerador. Porque eso fue lo que planteó hace meses Enrique Rozas, quien con esa tímida discrepancia confirmó esa falta de sintonía con su jefe de filas, que se hace palpable en cada acto en el que coinciden. Sin embargo, Rozas es un militante al uso en un partido donde los versos sueltos son enviados al almacén y por ello prefiere seguir en el redil atendiendo aquello que le advertía hace años González Pons a Álvarez Cascos: «Fuera del PP hace mucho frío».

Y eso es lo que le puede pasar a dos militantes lucenses, Idelfonso Saavedra y Fernando Rey, a quien el PP de Galicia les abrió hace meses un expediente de expulsión «por crear o inducir a la creación de corrientes de opinión, contrarios a los intereses del partido». Promotores de un minúsculo grupo denominado Foro Lugo, iniciaron hace meses una campaña contra Jaime Castiñeira que parece haber hecho algo de mella, a tenor de las medidas disciplinarias emprendidas.

Aunque pocos dudan de que el actual portavoz municipal repita en el cargo de responsable local del PP en el congreso que se celebrará en los próximos meses y también como aspirante a la alcaldía en 2015, el hecho de tener al enemigo en casa podría mermar algo sus posibilidades de desbancar a un Orozco que, de no sufrir reveses en las causas judiciales abiertas, podría volver también a aspirar a un quinto mandato en la alcaldía.

Una oportunidad perdida por un puñado de votos

Y es que el político popular va a tener difícil encontrarse con una oportunidad tan clara de llegar a ser regidor como la que vivió hace dos años, cuando se quedó a poco más de 400 votos de lograr la mayoría absoluta. El desgaste en los socialistas y el hundimiento del BNG no fueron entonces suficientes y, por encima, una candidatura conservadora surgida en el último momento arañó esos apoyos vitales y condenó al PP a otros cuatro años en la oposición. Aun así, Castiñeira tiene por delante tiempo suficiente para construir una alternativa a Orozco o a quien le suceda en caso de que decida retirarse a la dehesa. Claro que su estrategia para lograrlo parece aún confusa, sobre todo después de que haya confirmado que no va a hacer cambios en su grupo a la espera de la recuperación de quien era su mano derecha, Arcadio Silvosa, convaleciente de una enfermedad desde diciembre pasado.

Sin un nuevo número dos claro y dando pie a que el PSOE gane votaciones en el pleno con el voto de calidad del alcalde mientras el BNG mira para otro lado, el PP municipal tendrá que bregar también con las críticas que otros partidos y los afectados por las políticas de Rajoy y Feijóo les lancen en plenos o actos callejeros. Lo sabe bien el último concejal en llegar al Concello, el popular Juan Carlos Plaza, quien ya ha tenido que escuchar los reproches de los preferentistas o los emigrantes afectados por las multas de Hacienda mientras defendía las decisiones adoptadas por el ministro Montoro.

Castiñeira también tendrá que despojarse de la timidez y el miedo escénico en que a algunos políticos les sume la distancia corta para ganar la partida de la calle, donde por ahora está muy en desventaja con Orozco. El alcalde, en un recorrido ayer entre la vieja cárcel y el concello, se paró cada cinco pasos con un viandante y hasta le pagaron el café a él a sus acompañantes en un bar del camino.

Y quizá, antes de que llegue la cita electoral, el candidato popular debería plantearse la posibilidad de abandonar el Parlamento gallego, al que tiene que dedicar parte de la semana, para centrarse en la labor de oposición municipal, aunque ello suponga una redistribución de las dedicaciones exclusivas en el seno del grupo.

Castiñeira no tiene por ahora rival ni peligrosa contestación interna, más allá de los molestos díscolos. Ni siquiera quien algunos ven como el mejor colocado para sustituirle, el secretario de organización del PP de Lugo, Luis Lamas, parece dispuesto a disputarle el liderazgo, pero ya se sabe que de éxito también se muere.

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