Nació de ingredientes tan simples como el azúcar, la harina, el huevo y la sal y en su proceso solo se requiere de un horno para llevarla a la mesa, pero Sober encontró la receta para que la combinación de estas materias primas en una rosca de tacto firme e interior esponjoso resulte tan exitosa como la de la empanada o el pulpo á feira. Así se demostró ayer en la tradicional fiesta que ensalza este producto y que cada año atrae a cientos de turistas a la capital soberina. Eso sí, a diferencia de ediciones anteriores, este año no hubo peleas por hacerse con una porción del preciado manjar.
El ferial empezó ya el domingo por la noche con una degustación de rosca acompañada por más de 500 chupitos de licor café. En ella, la previsión de ventas hecha por los artesanos de este bollo soberino incluso se quedó pequeña. Las cifras sitúan entre 150 y 200 las roscas vendidas, pero cualquier dato parece insignificante para María Carmen Álvarez Álvarez. Como otros artesanos, pasó parte de la noche aprovisionando su ‘stock’: «El domingo vendimos buena parte de lo que teníamos y tuvimos que seguir trabajando para cubrir el lunes».
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