El pasado de la antigua Vilalba amurallada

Aunque es difícil de imaginar, porque apenas queda nada en pie, la capital chairega mantuvo durante siglos una muralla
Restos de la muralla de Vilalba
photo_camera Restos de la muralla de Vilalba

Apenas queda nada a la vista, pero en otra época, Vilalba, como Lugo o Ávila, contó con una muralla defensiva que hoy casi cuesta imaginar. Aunque por falta de documentación es difícil datar su construcción, hay que viajar hasta la Edad Media para situar sus orígenes.

"A finales del siglo XII se habla de una puebla amurallada, pero no sabemos si esa muralla era más pequeña, más grande o si coincide con la del siglo XIX. Podría ser de estacas u otra", explica Eduardo Ramil, responsable del Museo de Prehistoria e Arqueoloxía de Vilalba, que asegura que no hay muchas crónicas de la época.

"Conocemos que a mediados del siglo XIV hay una serie de asedios al castillo y podemos intuir que hay una muralla exterior que defiende la villa", explica el historiador, que indica que la estructura, de 450 metros de perímetro, medía seis metros de alto.

La villa intramuros tenía una superficie de algo más de 15.000 metros cuadrados y en ella se situaban edificaciones como la capilla románica, ubicada donde está la iglesia de Santa María, o el antiguo hospital de Santa Catalina.


En el siglo XIX, con la abolición de los señoríos, se empezó a deshacer hasta desaparecer


"En el siglo XIX empiezan a interesarse por la muralla varios aficionados a la historia local", dice Ramil, que asegura que no todos tienen rigor histórico y que son más aproximaciones a cómo pudo ser una construcción desconocida para la mayoría. Hay estudios publicados de Manuel Mato Vizoso o Antonio Peña Novo y más recientes, del topógrafo José Manuel Abel Expósito, que publicó en el Boletín del Museo Provincial, o de la arquitecta vilalbesa Vanesa Cotoya, que hizo un trabajo sobre la fortaleza que editó el Iescha.

La muralla de Vilalba, explica Ramil, tenía dos puertas principales, la de arriba —hoy Porta de Cima— y la de abajo, en la Ferrería. Ambas tenían adosadas pequeñas torres para los cuerpos de guardia y la muralla estaba reforzada por otros "torreoncillos" jalonados. Pero con el tiempo se abrieron otros accesos, nuevos espacios para conectar la vida intramuros con el exterior.

"Se hizo un paso, el del Poxigo —le dio nombre el modelo de puerta tradicional que se instaló— al lado de la iglesia de Santa María, para comunicar la villa con una cantera en el actual barrio de As Pedreiras, donde se instaló el primer basurero de Vilalba, y otro más en la Roxeira, que ya no tenía puerta", describe Ramil.

"A nivel estatal, hasta finales del siglo XVIII, las murallas tuvieron una función militar, pero con los avances de la artillería —los cañones podían sobrevolar la altura—, dejan de tener sentido, por lo que, avanzado el siglo XIX, Isabel II decreta los derribos de muchas porque constriñen la evolución de las ciudades", explica Ramil, que apunta que Vilalba, que era señorío, dejó de serlo después de que las Cortes de Cádiz abolieran el régimen señorial en 1811.

Con su caída, como en otros muchos lugares, empezó a deshacerse poco a poco la muralla, que tuvo menos suerte que la torre, que pese a estar en riesgo en varias ocasiones y pasar por muchas manos —los Lemos, los Andrade o la Casa de Alba—, consiguió superar los avatares del paso del tiempo.

"La muralla deja de ser un elemento defensivo para convertirse en un incordio urbanístico, ya se concibe como un estorbo, un corsé, y un símbolo del yugo de los nobles", resume el historiador vilalbés, que explica que los muros se van demoliendo poco a poco "para comunicar la villa con el exterior", que va creciendo y modernizándose, y nuevos accesos se unen a los cuatro que ya existían, como otro por Alférez López y uno más por Valeriano Valdesuso.

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