El nacimiento es una burocracia

EN LAS HABITACIONES de obstetricia del Hula hay un oportunísimo cartelito que explica los pasos que debes seguir para ‘legalizar’ al hijo que acabas de traer al mundo. No creo que el Sergas desconfíe de las intenciones o de la ineptitud de los padres. Más bien debe conocer muy bien el estado de agotamiento y despiste en que quedan la mayoría de los progenitores tras el torbellino de nervios y emociones de un parto. Que hay que darle un nombre a tu hijo, inscribirlo, solicitar el permiso de maternidad y paternidad... lo sabe todo el mundo, pero cómo, dónde, en qué plazo y por qué orden, es otro cantar. A unos padres primerizos imagino que cualquier cosa les preocupa más tanto antes como después de nacer el niño. Y a los que repiten seguramente ya se les habrá olvidado. Por eso se agradece que la administración, ese ente al que parece que le pone complicar la vida a la gente, a veces tenga estos gestos. Habrá quien piense que es una solemne tontería, que antes no había semejante cosa y que nunca un niño quedó sin inscribir. Efectivamente. Pero miren a su alrededor y probablemente encontrarán a alguna persona con una fecha de nacimiento diferente a la real. No es la muerte de nadie, pero qué necesidad hay.

Habrá quien piense que oficializar a un nuevo ser en este mundo que se dice desarrollado es cosa simple. ¡Ja! Si no fuera porque, para una mujer que ha pasado horas partiéndose de dolor, la comparación es ofensiva, diría que el papeleo que rodea al nacimiento es un parto en sí mismo. Y, como tantas veces, demuestra que los avances tecnológicos van por un lado y las administraciones públicas, por otro. Como mínimo, los padres tienen que acudir a seis organismos para poner la vida de su hijo y las suyas mismas, en orden. Si es que puede decirse tal cosa, porque orden es una palabra que ha perdido el significado en una familia a la que llega un nuevo miembro.

El caso es que hay que acudir a media docena de oficinas en persona y en el plazo de unos días. Y que no haya ninguna equivocación, por parte de los padres o de los funcionarios, porque entonces hay que volver.

Por si alguien está a punto de verse en esa tesitura o quiere un motivo más para despotricar del sistema, ahí va la ruta. La cuentan los orgullosos padres de Xulia, una preciosa niña que vino al mundo en Lugo hace unos días.

Primer paso: inscribir al niño. Se necesita un certificado firmado por la matrona, con los datos de los padres y del pequeño, para acudir al Registro Civil. Es la primera visita, porque al día siguiente hay que volver para recoger el libro de familia. El documento suena a antiguo, pero sigue existiendo. Debe ser que Zapatero no se ha cargado del todo a la familia.

Con el libro en mano, el siguiente paso es acudir al médico de cabecera para obtener el certificado de maternidad. Ambos documentos son necesarios para, a continuación, solicitar los permisos laborales en los correspondientes centros de trabajo. Y aquí una acotación. Si los progenitores son funcionarios de la Xunta que desarrollan su labor en Santiago tienen que viajar a la capital para hacer el trámite. No es posible gestionarlo en la delegación provincial.

Con el papel del centro de trabajo, el padre aún tiene que ir al Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS) para obtener el certificado de paternidad, que le da derecho a quince días de permiso, y para dar de alta al hijo en la Seguridad Social.

Todo esto sin tener en cuenta la casuística. ¿Qué pasa si la llegada del niño convierte a la familia en numerosa? El primer beneficio es algún día más de permiso laboral, por lo que conviene obtener cuanto antes el certificado que lo acredite. Para eso hay que ir a la Xunta. ¿Pero y si los hijos son de una pareja anterior? Pues la gestión se complica. La madre tiene que dar una autorización y remitir al padre diversa documentación (su DNI, el libro de familia, certificado de empadronamiento de los hijos...).

Permisos laborales obtenidos, el siguiente y último paso es gestionar el pediatra. Con el alta de la Seguridad Social hay que acudir otra vez al centro de salud a solicitar la tarjeta sanitaria, que envían a casa, para el especialista. Un trámite que tampoco se puede demorar porque la primera visita suele ser a la semana o a los diez días.

En fin, que el recorrido agota solo de escribirlo. Y lleva a preguntarse para qué queremos ordenadores, internet y otras modernidades. El padre de Xulia va más allá y cree que en el mismo hospital debería haber una ventanilla única donde un funcionario se ocupara de todos los trámites, habida cuenta de que son instancias que no tienen mayor complicación que la de garantizar la preservación de los datos. Evitaría que los padres tuvieran que mover papeles de un edificio a otro en un momento en que el que solo apetece acodarse en la cuna y no despegar la mirada de la criatura.

La burocracia es el único pero que los padres de Xulia ponen al proceso en el Hula, un hospital que en maternidad ha dado un salto abismal respecto Xeral. Al menos en confortabilidad. La intimidad y la dotación de las habitaciones no deja de asombrar a los padres que tuvieron a sus hijos en aquellos cuartos comunales del antiguo hospital. Y los elogios no son menores para el personal. Seguramente habrá otras opiniones, pero es habitual escuchar a padres agradecidos de la tranquilidad y la ayuda que prestan matronas y enfermeras.

(Publicado en la edición impresa el 21 de septiembre de 2014)

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