El misterio continúa en Prado das Chantas

En O Valadouro han abierto una senda hacia la fervenza do Torez y continúan a vueltas con el origen prehistórico del Prado das Chantas, en pleno Xistral ►Vecinos y visitantes creen que su patrimonio arqueológico está por desentrañar

BASTÓ UNA FOTO de la mámoa y lo que parece un Stonehenge en pleno Xistral para que un grupo de exalumnos de la burelesa Águeda Barcia nos pusiéramos de nuevo en marcha en busca de piedras, como en los mejores tiempos de instituto cuando nos lanzábamos hacia O Perdouro o hacia las montañas.

La riqueza arqueológica alrededor de O Valadouro es tan impresionante que, sea lo que fuese el Prado das Chantas, al final de la conocida como Ruta dos Penidos, la visita es obligada. Como aperitivo a la subida hacia esa campa, se encuentra la mámoa o arca de Chao de Padorno, en el entorno del curro de Santo Tomé de Recaré. Es uno de esos enterramientos prehistóricos de cámara pequeña, por supuesto abierto y expoliado hace mucho, donde cada cual comienza a elucubrar Las Chantas, ¿era un círculo lítico como defienden algunos? ¿Un lugar de culto en una montaña sagrada habitada por las ánimas?

Desde luego el lugar, en forma de óvalo y con grandes esteos graníticos que delimitan más de siete hectáreas de campo en lo alto, fue una importante obra de los valadoureses antiguos. Imprimieron muchas energías para construirlo, aunque hay quien sostiene que se trata de un curro, posiblemente medieval, de dimensiones parecidas a otros revelados en la comarca por la fotografía aérea.

Hasta allí subimos con Bautista Vivero Acevo, guía y cicerone. Valadourés amante de la tierra y buen conocedor de ella ya que ejerce el oficio veterinario entre sus paisanos. Son montañas donde la importancia del ganado viene de muy antiguo y es fácil dejarse atrapar por creencias del neolítico. Su vista sobre el valle, con el mar al fondo y el universo arriba nos mete en una de esas puertas abiertas a otro lugar, a otro mundo. El arca, el dolmen, está datado entre 1.800 y 1.500 años antes de Cristo.

¿De verdad que la enorme atracción que ejercen lugares como As Catedrais-Augas Santas, San Andrés de Teixido, etc., es puramente paisajística? En lugares como estos de O Valadouro hay mucho más que lo monumental o panorámico. Es una invitación al conocimiento de lo que somos o, por lo menos, de lo que fuimos. Más allá de si creemos o no que los muertos continúan entre nosotros en mundos paralelos.

De vuelta, preguntamos a Manuel Miranda, de Mariña Patrimonio, dada su pasión por rastrear esas huellas y que maneja referencias de otros varios que investigaron (Manuel Gago, Xesús Pisón, Manuel Lorenzo...). Se inclina a pensar que allí hubo un gran curro con ganado "o que non lle resta valor, porque no Valadouro hai cousas moi impresionantes". Cierto que no se parece mucho a los círculos líticos que conocemos en A Roda (Barreiros), O Freixo (As Pontes) o el que el fuego dejó hace poco a la vista en Lobeira (Vilagarcía). Tampoco a los dos círculos concéntricos de As Pedragosas identificados por Xesús Pisón, pero quizás pudo recibir alguna ampliación moderna pues se aprecian restos de un pequeño edificio. En Valadouro.org también apuntan hacia una "curiosa construcción medieval destinada a gardar o gando... antecesor do actual curro".

Xosé Ramón Maseda, otro valadourés al que encontramos también de ruta por allí, nos habló, sin embargo, de una prehistoria distinta pero también muy megalítica. Supuestamente, aquel fue el lugar donde habitaban miles de personas, con su ganado junto al descenso del río Vao, cuando abajo el actual valle era un lugar encharcado y peligroso. Y que un poco más arriba, en las rocas de As Parañoas, estuvo grabada una serpiente, una figura humana y la constelación de Casiopea. Como un lugar de adoración celta. Y entonces recordé la leyenda que habla del no muy lejano Pau da Vella, lugar elevado y marcado con una cruz antiquísima, donde solían juntarse una vez al año los curas de varias parroquias —allí confluyen los montes de O Valadouro, Xove, Viveiro y Cervo— para celebrar y parlamentar. Una historia donde se mezcla lo divino con los marcos, tal cual como en Tres Bispos, en Os Ancares.

FERVENZA DE TOREZ. Pero la ruta, en cuesta, había comenzado en el vía crucis de la iglesia de Santo Tomé de Recaré, cuyos cimientos parecen descansar sobre un gran castro, y desde donde se parte hacia otro de los últimos hallazgos de O Valadouro: la fervenza de Torez. Era casi desconocida hasta que hace poco dos jóvenes se propusieron abrir la senda hasta la misma base de la cascada. Subiendo por Esqueira, a buen seguro que la de Torez terminará por ser tan visitada como la fervenza do Pozo da Onza, en el mismo municipio.

Los artífices, dice Bautista Vivero, son Cristian de Alvite y Pedro de Esqueira. Es un mundo de agua, molinos antiguos, helechos y raíces de árboles que caen al precipicio como si fueran lianas, todo ello encajonado en pura roca. Allí la naturaleza suena dura y rotunda: Frexulfe a un lado, Cadramón al otro, y en medio el Rego de Freixido. Como la cercana Fraga das Lerias.

Parece una aventura de recuperación como la emprendida hace años por el colectivo del Prado das Chantas para divulgar el patrimonio de los Penidos y de todo el valle, publicando incluso una revista durante largo tiempo.

LA HUELLA ROMANA. Otro gran enigma, por ahora, rodea la presencia romana en un lugar con referencia directa al oro. En estos momentos trabajan equipos arqueológicos que parecen darlo todo en la búsqueda de los campamentos romanos, las huellas de invasión. Pero están en Asturias, levantando muchas evidencias de la misma, incluso con restos de armas, gracias a la teledetección y a sofisticadas tecnologías láser como le LiDar, capaz de ver 'muros' debajo de la vegetación, incluso si hay eucaliptos. Son jóvenes como José Manuel Costa que han descubierto lo que serían campamentos avanzados y bases de aprovisionamiento de las campañas romanas. Los han visto en Sarria, Taramundi, Castropol, Boal... Se han acercado.

Puede que algún día nos revelen también los lugares desde donde combatieron o se refugiaron los invadidos. Seguramente sufrirían asedio en las montañas, antes de integrarse o adaptarse a Roma. Manuel Miranda dice que "hai algo ao lado mesmo do cemiterio de Ferreira, polo tamaño e a forma de naipe, aparentemente correspondería cun campamento romano, un pouco elevado na vía de penetración cara A Mariña, pero non hai acordo sobre isto".

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