El lobo de Wall Street

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Director: Martin Scorsese. Reparto: Leonardo DiCaprio, Jonah Hill. Cines: Lugo y Monforte. Calificación: 4 / 4

LA FIGURA DEL estafador a gran escala es uno de los mitos contemporáneos en el que el ciudadano medio tiene volcados la ira y el fuego. El otro es el político, en su múltiple, amorfa y variada representación popular; ese que va desde el presidente del Gobierno hasta uno que pasaba por ahí y tenía pinta de asesor. Francia representó lo que ocurrió en Europa con dos películas que van a convertirse en arqueología visual para entender esta época que nos tocó vivir. En ‘De Nicolas a Sarkozy’ (Xavier Durringer, 2011), el blanco era el gobernante europeo, la berlusconización del líder, la ineptitud y la ignorancia ejerciendo el poder y organizando fiestas como si fuese una estrella pop. En ‘El capital’ (Costa-Gavras, 2012), el antihéroe a despellejar era el tiburón financiero, el gestor que con una mano despedía y con la otra cobraba los beneficios.

‘El lobo de Wall Street’ toma como base las memorias de Jordan Belfort, un estafador real que, en los noventa, pensó en grande y tuvo la ambición de reproducir un engaño diseñado para ‘dummies’ financieros en una estafa a gran escala.

Scorsese y Winter construyen a su personaje tomándose muy en serio los delirios de un politoxicómano con una adicción al dinero tan intensa como al sexo. Las lecciones apresuradas que le da Mark Hanna (Matthew McConaughey) son la creación de un monstruo impensable: «Te masturbarás pensando en dinero». Esa arrogancia, mezclada con la exaltación del exceso en todos los sentidos imaginables de la palabra, ayudan a Scorsese a dejarse llevar por una auténtica montaña rusa del dispendio; una locura que tendría la misma gracia aunque todo fuese ficción.

La película es una comedia que va del ‘slapstick’ -la escena de la parálisis producida por la metacualona- al desmadre -lanzamiento de enanos, montañas de cocaína, destrucción de yate y helicóptero de una sola tacada...-, todo desde una perspectiva interiorizada del propio Belfort de que los negocios y la vida no son más que un espectáculo y que así deben ser vividos.

‘El lobo de Wall Street’ ahonda en la idea base del capitalismo que pronunciaba Gordon Gekko en ‘Wall Street’ (Oliver Stone, 1987): «La codicia es buena», centrándose en el estafador, el que interpreta que ése y no otro es el sentido mismo del sueño americano.

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