El juzgado investiga por qué nadie acudió a la llamada del homicida al 112 a las 7.30 horas

Pernas telefoneó para decir que su mujer no le abría y que temía por su salud. Al no presentarse nadie, decidió ir a buscar a su tío y a su hermano y presentarse en comisaría

El juzgado investiga lo que ocurrió en las algo más de dos horas anteriores al hallazgo del cadáver, desde que Pernas llamó por primera vez al 112, a las 7.30, hasta que lo hizo por segunda ocasión, a las 9.44, ya en la puerta de la comisaría. ¿Por qué ningún servicio de emergencia acudió a la solicitud de ayuda?

El 112 informó ayer de que nada más recibir la llamada, donde el homicida -tras identificarse y facilitar su domicilio- indicaba que su mujer no le abría la puerta y que temía por su salud, dio traslado al servicio de emergencias sanitarias, es decir, el 061. Sin embargo, nadie acudió a la petición de auxilio y tampoco fue alertada la Policía.

Tras esperar a la ambulancia, que nunca llegó, el profesor decidió trasladarse hasta Suegos (Pol), donde habló con su tío y su hermano, que lo acompañaron a la comisaría de Policía. Desde la puerta llamó otra vez al 112, que esta vez sí comunicó con la comisaría para corroborar la presencia del hombre.

El gabinete de prensa del 061 rehusó ayer dar información sobre estas llamadas y también sobre los motivos que llevaron a los servicios sanitarios a hacer caso omiso a la llamada. Argumentan que el caso está bajo investigación del juzgado, que cuenta con las grabaciones de todas las conversaciones telefónicas de esas horas cruciales para la resolución del caso.

Si bien posiblemente nada podría haberse hecho por la vida de Montserrat, que a las 7.30 ya llevaba varias horas muerta, sí pudo aprovecharse un tiempo precioso para la resolución del crimen. Los primeros momentos son cruciales para el esclarecimiento de este tipo de casos.

Así, la primera noticia que tuvo la Policía fue a las 9.45, momento en el que Juan Carlos Pernas contó a los agentes de puertas lo que ocurría. Ya en ese momento se vislumbró un inicio de confesión, porque llegó a decir que la había «encontrado ensangrentada». Su idea inicial se derrumbó un poco más al llegar al piso, a cuya cerradura había cambiado el bombillo supuestamente para evitar que los padres de Montse, ya alertados porque no había llegado al trabajo, entraran y fueran los primeros en encontrarse el cadáver.

Al llegar con los agentes, sacó la nueva llave, que había escondido debajo del felpudo, y abrió la puerta.

A partir de ahí ya todo fue un poco más fácil para los investigadores. Prestó dos declaraciones en comisaría -en ambas reconoció los hechos-, donde enumeró los contenedores repartidos por toda la ciudad en donde se había deshecho del arma homicida y de las piezas de ropa.

La confesión no es suficiente, hay que aportar las pruebas. Por ello la Policía trabajó contrarreloj con el objetivo de recuperar todos los objetos arrojados a la basura antes de que el servicio de recogida vaciase los contenedores.

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