El informe de KPMG pone el foco en Sousa, que deja marcada a la compañía para siempre

La dimisión de Manuel Fernández Sousa como presidente de Pescanova tras el informe de KPMG -revela que Sousa instruía y consentía operaciones e irregularidades contables y financieras para, aparentemente, obtener financiación- supone un cambio de ciclo en medio siglo de historia de la compañía.

Las conclusiones del informe forense de KPMG son demoledoras para Sousa, que se enfrenta -junto a directivos, entre ellos su hijo y su hermano- a cuatro querellas en la Audiencia Nacional interpuestas por accionistas significativos y minoritarios que le acusan de haber, presuntamente, hecho uso de información privilegiada a la hora de vender sus acciones antes de que estallara la crisis.

Pero también de haber ocultado información financiera y económica veraz en la última ampliación de capital realizada por la compañía para captar inversores.

Y lo que es peor para una empresa cotizada como lo es Pescanova, haber ocultado, ajustado y manipulado las cuentas para no reflejar pérdidas superiores a los 1.016 millones de euros, entre 2010 y 2012, y otros 436,79 millones de pérdidas no registradas anteriores a 2010, según KPMG.

El informe de KPMG pone el foco en Sousa, de quien asegura que "instruía y consentía" la ejecución de las operaciones e irregularidades contables y financieras aparentemente llevadas a cabo para obtener financiación y liquidez a corto.

La dimisión de Sousa supone un antes y un después en la historia de Pescanova, pero también en el día a día de una gestión empresarial muy presidencialista y lejos de los que se supone a una multinacional cotizada.

La situación financiera, económica y judicial actual de Pescanova marcará a la compañía para siempre.

El concurso de acreedores, tanto de la matriz como de las filiales, supondrá su despiece y desmembración y, en suma, incluso para salvar y dar continuidad a una parte de la pesquera, habrá que sacrificar otra, según los expertos.

Las cuentas hay que cuadrarlas y las negociaciones con la banca serán arduas.

Pescanova arrastra una deuda financiera neta de 3.281 millones con más de cien bancos, y su agujero patrimonial es de 927 millones.

Con más de medio siglo a sus espaldas, Pescanova, creada a principios de la década de los 60, fue pionera en muchos aspectos, su fundador, el padre de Sousa, José Fernádez López, construye el primer barco congelador del mundo, el Lemos, al que le siguen otros, Andrade, Pambre, Doncos, Soutomaior y Sobroso.

Este avance le permite descubrir las mejores pesquerías del hemisferio sur, Brasil, Uruguay, Argentina, y Namibia.

Los avances en la construcción de buques, que le permiten pescar por popa y no por un costado como hasta entonces, supone una revolución y aumenta su capacidad pesquera: si el primer buque de Pescanova tenía un capacidad para almacenar 250 toneladas, los nuevos llegan a las 1.600.

Cuando, a finales de la década de los sesenta, determinados países extienden la territorialidad de las aguas de 12 a las 200 millas más cercanas a la costa, Pescanova incrementa la creación de empresas en Mozambique, Camerún, Marruecos y Uruguay.

Los buques de Pescanova brindaron a los biólogos de la compañía Zeltia -cuyo presidente, José María Fernandez Sousa, también es hijo del fundador de la pesquera-, la posibilidad de poner en marcha una gran biblioteca de especies marinas que le servirían de base para el desarrollo de su actividad de investigación y desarrollo de compuestos contra distintos tipos de cáncer.

En los ochenta, Sousa toma las riendas de la compañía y se intensifica la actividad comercial hacia Europa y se logran nuevos caladeros donde se establecen filiales en Chile, Argentina, Australia, Mauritania o Escocia.

El desarrollo y la gran apuesta de Pescanova por la acuicultura comienza en los noventa, con cultivos de salmón en Chile y rodaballo en el norte de España, y pronto le siguen otros en Nicaragua, Guatemala o Ecuador (todas ellas operan en langostino).

Con una integración vertical, Pescanova va camino de escribir un nuevo futuro lejos de las 160 empresas que lo integran, los 100 buques que conforman su flota, las 50 instalaciones de acuicultura y las más de 30 plantas procesadoras.

Con más de 10.000 empleados, la pesquera gallega tiene el reto de elegir un nuevo presidente que tenga credibilidad para encarar la mayor crisis que se le ha presentado al grupo en su historia.

Con un "nadie es insustituible" se despedía Sousa ante los medios tras presentar su dimisión, en lo que parecía una puerta abierta a una renovación de su estructura.

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