El hombre y la muerte

Foto: JOSÉ Mª ÁLVEZ
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ES COMPLICADO hablar de dos asesinatos cometidos como quien dice aquí al lado. Pero de qué vamos a escribir si, como dicen por ahí, «no se habla de otra cosa». Para empezar zanjemos lo del tópico: de tópico nada, esta semana no se habló de otra cosa. Ibas por la calle y te salpicaban frases sueltas del tipo: «¿Sabes dónde dieron con él?» «¿Sabes que las dejó allí muertas dos días?» «Los vimos el domingo de vinos». Y así hasta disparates absolutos que no se comentarán aquí porque no tengo ganas de hacer una visitar a su señoría. De cortesía no hay problema, pero por obligación siempre incomoda.

Por seguir desgranando el asunto, hay que remontarse obligatoriamente al día de autos, o mejor dicho, al día que se descubrió la desgracia, el martes. Como les será fácil adivinar, se montó un circo de los gordos frente a la casa de las dos fallecidas. En el gremio de los medios de comunicación hay obreros de muchos tipos, como en el de los panaderos o en el de los médicos: maleducados que disfrutan, guapetonas que dan bien en cámara y otros que tratan de hacer su trabajo sin meter el dedo en el ojo a nadie. En aquellas horas, frente a la casa, todos éramos merecedores del más absoluto desprecio de buena parte de la gente que pasaba por allí, incluso de algunos que lo admitían sin tapujos: «Venimos a cotillear». Para otros, formábamos parte del elenco de actores que pululaban atareados por allí, sin distinguir muy bien quién era quién.

Hay que agradecer la paciencia infinita que muestra alguna gente de buena fe. Siempre digo que yo en un caso parecido no tengo clara mi reacción para con los desconocidos, incluyendo a su señoría, antes comentado, y desde luego a los representantes de los medios de comunicación.

Y avancemos un paso más: el día siguiente. Es en esa jornada cuando se percibe con cierta tristeza la realidad que, por otra parte, palpamos a diario con esos programas matinales dedicados a la casquería, sí, pero con tremendos índices de audiencia. Porque no se engañen señores. Nuestro departamento de distribución, curtido en mil batallas, envió muchísimos más periódicos de lo habitual a ciertos puntos de la comarca que no es difícil imaginar cuáles son. Y más que hubieran mandado.

El miércoles nos convertimos en un referente social, porque la gente alternaba la edición general de El Progreso con el suplemento específico de A Mariña y con otros periódicos de la zona a la búsqueda de la verdad. O más que de la verdad, a la búsqueda del detalle perdido. Luego se mezcla lo que se lee con lo que te cuentan, contaminado por las conversaciones que escuchas y sazonado con las crónicas en directo a todo correr de las televisiones, donde como esto no es el barrio de Salamanca o el de alguna ciudad de postín, no nos dedican tertulias de media hora en las que antiguos policías y psiquiatras que parecen necesitar la ayuda de un compañero alternan sus opiniones con anuncios de yogures adelgazantes que se ve que muchos de ellos no consumen.

Todos formamos parte de ese gran circo mediático, y nos gusta pensar que no, pero es mentira: todos estamos en el ajo y todos cumplimos nuestro papel, porque el día que apaguemos la tele ante la enésima reconstrucción del día en el que se perdió Asunta, verán como se acabaron las filtraciones que tanto preocupan (y con razón) al juez que lleva el caso.

Pero la realidad es que eso no va a pasar, así que llamándose como se llamen, con el nombre que sea, con las presentadoras que sea, con los expolicías que sea, con los psiquiatras desequilibrados que sean, siempre habrá carnaza para la máquina de picar, porque somos así y la consumimos. Y los que nos resistimos cuando se habla de la niña Mari Luz, o de Marta del Castillo, o de Asunta, caemos como corderos cuando resulta que la desgracia asoma en el cruce de Río Covo y hasta puede que conozcamos a uno que conoce a alguien que los conocía, o algo por el estilo.

Y es que por si no lo saben, aquí funcionó como un cañón durante décadas un periódico llamado El Caso. Este curioso fenómeno no debería extrañar a nadie porque se mantiene en muchos países anglosajones. Y si en el nuestro acabó por ir extinguiéndose, no fue por falta de público, fue porque los demás vieron lo que pasaba y enseguida fueron incorporando más y más vísceras a su paginación, hasta el punto de dotarlos de una sección de sucesos que con el tiempo acabó confundida con las noticias locales, provinciales, regionales o nacionales.

Pero, ahora el foco está en este doble asesinato y pese a todo lo dicho anteriormente, hay una evidencia que es innegable: cuesta creerlo.

EL GUSTO ♦ Un programa para horticultura de lo más innovador 

EDMUNDO MASEDA, alcalde de O Valadouro, se llevó un alegrón esta semana. Fueron a visitarle Gómez Besteiro y Lara Méndez para poner oficialmente en marcha la primera escuela de horticultura ecológica creada en Galicia. Él mismo había dicho ya que visto que O Valadouro tiene serios problemas para salir adelante económicamente, tendría que tirar de lo que tiene, y huerta tiene, así que él apostaba por eso. De hecho, él mismo se dedica a la agricultura ecológica. La iniciativa es formidable y, visto lo visto, está claro que tiene futuro porque a algo habrá que dedicarse.

EL DISGUSTO ♦ Un mercado del que se quejan por ser muy caro

ANA MARTÍNEZ, prometedora concejala de desenvolvemento local ribadense, se encontró esta semana con que los feriantes que acuden al mercado de los miércoles de esta localidad están descontentos porque lo que les cobra el Concello les parece demasiado caro. Lo cierto es que es un poco raro este repentino descubrimiento porque las tasas no se modificaron, sino que se aplican otras normas que ya estaban fijadas pero se pasaban algo por encima. Cuesta imaginarse un miércoles en Ribadeo sin mercado. Cuesta tanto que en realidad es casi seguro que por mucho que amenacen, no pasará.

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