El hombre que inventó a Sir Alex

irascible, maleducado, grosero, megalómano. Pero también genial, intuitivo, innovador y, sobre todo, ganador. Señoras y señores, con ustedes: Alex Ferguson. O, perdón, Sir Alex Ferguson. La huella que deja el técnico escocés en el fútbol después de 27 años al frente del Manchester United es profunda, indeleble. Es justo decir que hay un antes y un después de Ferguson en el United, al que ha marcado más aún que el mítico Matt Busby.

Ferguson se va -le reemplaza otro escocés, David Moyes, actualmente en el Everton- y deja un fútbol que nada tiene que ver con el que encontró a su llegada a Old Trafford allá por 1986. A Ferguson se le recuerda ahora por su imbatible registro, imposible de igualar en los tiempos que corren. Representa, además, el cambio de poderes en el fútbol inglés. Hoy nadie discute que la referencia es el United. Y eso es obra de Ferguson. Trece de las veinte Ligas inglesas que luce el club de Old Trafford las conquistó el escocés, la última este mismo año. Dos de sus tres Copas de Europa también.

Conviene recordar que a la llegada de Ferguson, el United lucía solo siete Ligas en su palmarés, por 16 de su máximo rival, el Liverpool. Desde entonces, el resultado es abrumador a favor del United: 13-2. De las 21 ediciones de la Premier, creada en 1992, el Manchester se ha llevado trece. Le siguen Arsenal y Chelsea, con tres cada uno. Del Liverpool no hay noticias.

Pero en estos días de homenaje se olvida a alguien fundamental en la leyenda del escocés, Martin Edwards, el presidente del atormentado United de 1986, el hombre que creyó siempre en Ferguson, al que fichó tras el incuestionable éxito del escocés en el modesto Aberdeen, con el que rompió la hegemonía del binomio Celtic-Rangers en Escocia y con el que levantó la Recopa de 1983 ante el mismísimo Madrid de Stielike, Juanito y Santillana en Goteborg.

Edwards apostó fuerte por el joven Ferguson. Lo mantuvo contra todo y contra todos. Los insultos y los cánticos de la afición contra un entonces denostado Ferguson fueron habituales desde la grada durante los larguísimos cuatro primeros años del escocés en el banquillo, los que tardó en conquistar su primer título, la FA Cup de 1990 ante el Crystal Palace.

Ferguson estaba en el alambre, vilipendiado por la afición, masacrado por la prensa y discutido por un vestuario lleno de viejas glorias resabiadas y perdedoras que cuchicheaban sin parar a sus espaldas. Pero Edwards resistió y el resultado está a la vista. Ni Ferguson ni el United tienen dinero suficiente para recompensar a tan clarividente caballero. La situación, desde luego, se asemeja a otra muy actual. Falta por ver si el coraje de quien debe defender a su técnico, a su club y a su proyecto es el mismo que el que tuvo en su día Martin Edwards.

Nadal y la A-8 que conduce hacia Roland Garros

No quedan adjetivos para exaltar las hazañas de Rafa Nadal. El ahora número 5 del mundo encara tras su triunfo, tercero en su carrera, en el rutilante Masters 1.000 de Madrid la cuesta abajo que conduce hacia el escenario de sus mejores batallas, Roland Garros, donde buscará el ocho que luce en forma de títulos en Montecarlo y Barcelona.

Allí estará, desafiante, Novak Djokovic, dispuesto a conquistar de una vez la Copa de los Mosqueteros que Nadal niega a todos desde hace casi una década. Solo Roger Federer, en 2009, el año en que un lesionado y agotado Nadal encajaba ante Robin Soderling su única derrota en la tierra de París, se ha coronado en Roland Garros durante el reinado del balear, un tiempo que asusta. Y es que el último jugador en inscribir su nombre como campeón en París antes de Nadal y el paréntesis de un año de Federer fue el argentino Gastón Gaudio. Fue en 2004.

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