El hombre que iluminó al mundo

GRACIAS A NIKOLA TESLA, la electricidad llega a millones de hogares de todo el mundo. Sin embargo, es el gran olvidado. ¿Por qué se ha condenado al ostracismo de la historia a una de las mentes más brillantes del siglo XX? Quizás tuvó algo que ver su gran rivalidad con su contemporáneo Thomas Alva Edison, que tras la muerte de Tesla, se sumó a la corriente más crítica y difamatoria contra él. Y es probable también que el hecho de asegurar que tuvo contacto por radio con extraterrestres tampoco le ayudara mucho en el círculo científico de la época. Pero sin lugar a dudas, lo que más influyó en su olvido fue su gran sueño: obtener energía gratuita para todo el mundo, enviada de forma inalámbrica. Esto chocaba (y de hecho sigue chocando) frontalmente con las aspiraciones del poder económico y los monopolios energéticos, que veían peligrar su negocio.

Nikola Tesla nació un 10 de julio de 1856 en Smiljan, un pequeño pueblo entre montañas, perteneciente a la actual Croacia. Su padre era sacerdote ortodoxo serbio y su madre tenía una gran inteligencia y memoria fotográfica: se sabía de memoria un gran número de poemas serbios, aunque nunca había aprendido a leer.

En 1875, con 19 años, comenzó los estudios de ingeniería eléctrica en la universidad de Graz (Austria). Más adelante, en 1881, daría el salto a Viena, donde trabajó en la Compañía Nacional Telefónica, para un año más tarde terminar su peregrinaje por Europa en París en la Continental Edison Company (una de las compañías de Thomas Alva Edison).

En el mismo año que llega la Estatua de la Libertad a Estados Unidos, en 1884, un joven Nikola Tesla desembarca en Nueva York. Con poco más que unos céntimos en el bolsillo y una carta de recomendación escrita por Charles Batchelor, su último jefe en París, se planta directamente en las oficinas de la persona que marcaría en adelante su vida: Thomas Alva Edison. Para él iba dirigida esa carta de recomendación que rezaba: «Conozco a dos grandes hombres, y usted es uno de ellos. El otro es el joven portador de esta carta». Ese mismo día, Tesla salió de su despacho con un puesto de trabajo bajo el brazo. Comenzó a trabajar en la Edison Machine Works como ingeniero eléctrico y, con el paso del tiempo. progresaría rapidamente en la compañía. Pero a su vez, también se iría acrecentando la animadversión entre ambos.

Edison era defensor e introductor de la corriente continua, mientras que Nikola Tesla estaba convencido de que la corriente alterna era una mejor solución. Su idea no tardó en imponerse frente a la continua y es la que se sigue utilizando a día de hoy. Más de ciento cincuenta años después.

Lo malo para Tesla fue que, al no disponer de fondos, necesitaba de Edison para implementar su idea y este se aprovechó de ello. Con ese propósito, Edison le ofreció 50.000 dólares de la época si mejoraba sus generadores. Tesla estuvo trabajando día y noche durante meses hasta conseguirlo. Pero cuando fue a reclamar lo prometido, Edison no solo no le pagó, sino que se burló de él diciendo: «Tesla, usted no entiende nuestro humor estadounidense». Y es que Edison no iba a dejar que le arrebatase la fama e hiciese peligrar el imperio eléctrico que había conseguido levantar. Obviamente, Tesla dejó su trabajo en la compañía de Thomas Edison.

De aquí surgiría la denominada ‘guerra de las corrientes’, en la que Tesla estaba empeñado en mostrar al mundo la superioridad de la corriente alterna frente a la continua. En esta guerra, Edison no dudó en congregar a periodistas y curiosos para mostrarles los peligros de la corriente alterna, aplicando descargas a perros y gatos que mandaba recoger de la calle. Llegó incluso a filmar la ejecución de un elefante de circo, con un invento -la silla eléctrica- de un ingeniero financiado por él, Harold P. Brown. Se utilizó por primera vez en agosto de 1890 y uno de sus objetivos era desacreditar a la corriente alterna que empleaba.

Pero Tesla conseguiría algunas pequeñas victorias, como por ejemplo, la de la la Feria Internacional de Chicago de 1893, que se iluminó con corriente alterna. También logró que un comité de expertos decidiese construir en las cataratas del Niágara la primera central hidroeléctrica, con sus desarrollos y el apoyo financiero de George Westinghouse. Y así, en 1896 transmitieron ectricidad a la ciudad de Búfalo (Nueva York). La corriente alterna había llegado para quedarse.

Con los éxitos cosechados anteriormente, Tesla se centró en intentar realizar su gran sueño: idear una forma para que la energía gratuita llegase a todo el mundo y de manera inalámbrica. Con este propósito, construyó la torre Wardenclyffe, o torre Tesla, como también es conocida. Una torre de alta tensión con una antena de 30 metros de altura, con la que quería demostrar que era posible transmitir energía de forma inalámbrica, sin cables entre emisor y receptor, y además de forma gratuita.

Pero su sueño se vio truncado cuando le denegaron fondos para seguir investigando y Wardenclyffe tuvo que echar el cierre antes de ser completamente operativa. A pesar de sus muchas excentricidades, demostró ser capaz de grandes avances, pero había demasiados intereses en juego y no se podía permitir que un extranjero se cargara de un plumazo un sector monopolizado por unas pocas élites. La puntilla se la dieron en 1917, en plena Primera Guerra Mundial, demoliendo Wardenclyffe parcialmente, cuando Tesla tenía más de sesenta años.

Entre sus grandes inventos, además de la corriente alterna, se encuentran la radio -sí, la radio, Marconi utilizó 17 patentes de Tesla-, la resonancia magnética, el radar, el submarino eléctrico, los rayos X, la famosa bobina de Tesla, el control remoto y el rayo de la muerte. Este último, y con ese nombre tan espectacular, era una enorme maquinaria con un enfóque bélico. No se sabe con certeza si llegó a construirlo completamente, a pesar de las presiones del Gobierno estadounidense inmerso en la Segunda Guerra Mundial, pero la propaganda lo definía como un arma de 60 millones de voltios, capaz de exterminar a 300 kilómetros de distancia.

En su ocaso, acabó en la pobreza. Solo, abandonado y en el olvido. Dando de comer migas de pan a las palomas sentado durante horas en los parques de Nueva York. En 1943, con 86 años, fue encontrado su cadáver en una habitación de hotel por una limpiadora. Ese mismo día, el Gobierno estadounidense requisó a través del FBI todos sus documentos, materiales, cajas, cuadernos de notas... Su familia tardó años en recuperar dichos documentos, para lo cual tuvo que contar con la ayuda de la embajada de la extinta Yugoslavia y, desde entonces, se encuentran expuestos en el museo que lleva su nombre.

Tesla no trabajó para su beneficio o el de unos pocos. Trabajaba para el beneficio de la humanidad. Y esto le costó su larga condena al ostracismo, que llega aún a nuestros días.

(Publicado en la edición impresa el 22 de noviembre de 2014)

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