El hombre que abre puertas

la leyenda urbana lo sitúa en el vértice de la pirámide del poder lucense, entre los depredadores sin enemigos naturales que puedan cuestionar su reinado sobre la selva de ladrillo y hormigón que es la ciudad. Jesús Pernas es la mitad más desconocida de una de las promotoras inmobiliarias locales más poderosas, Hipólito SL, el hombre detrás del proyecto, el que sabe exactamente a qué puerta hay que llamar. O eso dice la leyenda. «Todos tenemos nuestra influencia, pero siempre nos parece más la influencia de los demás. Algunos enseñan más de lo que hacen, las personas somos muy fantasmas», matiza él.

Un ejemplo: Jesús Pernas y Severino Fernández llevaban un tiempo dándole vueltas a la forma de que la provincia lucense pudiera comenzar a superar su secular atraso; de una iniciativa aplicada en la comarca de Ferrol sacan la idea, que llaman Plan Lugo, para que la industrialización de la provincia cuente con una discriminación positiva por parte de las administraciones; comienzan a llamar a puertas y todos abren, lo mismo la Cámara de Comercio, que los sindicatos, que los empresarios, que los políticos, todos en estado de revista; poco después, la Xunta lo asume como propio y aprueba el Plan Impulsa Lugo,
llamado a convertirse en el gran motor del desarrollo provincial. ¿Casualidad o Jesús Pernas?

A él tanto le da, porque el resultado «responde a lo que nosotros esperábamos. Creo que va a marcar un antes y un después, que es el principio de la convergencia con el resto de la comunidad». Nada raro, siempre fue más del trabajo bien hecho que del bien vendido, de los resultados que de los focos: «No necesito popularidad, no gano nada porque me conozcan cuatro más. El que ponga el pescado en la mesa, que lo venda, lo mismo me da que sea el PP en Galicia o el PSOE en Madrid».

Y eso que él de vender sabe un rato. En el 74 cambió su oficina técnica de aparejador en Vilalba por el puesto de aparejador municipal en el Concello de Lugo, «que fue para mí como un máster, una escuela». Aprendió que el futuro estaba en la construcción y venta de viviendas, por lo que acabó por pedir la excedencia. Aún así, muchos dicen que todavía pasa más tiempo en las dependencias municipales de Urbanismo que muchos de los funcionarios. «Fui más que voy», relativiza, «y si voy es porque tengo problemas. Sé que se dice que somos los amos de Lugo, y la verdad es que no me importaría, pero no es verdad. Influencia sí que tengo, porque conozco a la gente y sé con quién hablar, pero menos de la que se presume. Es más, los proyectos de Hipólito SL en el Ayuntamiento se miran con mucho más detenimiento que otros por el hecho de ser nuestros. Y eso es porque la gente se cree lo que se dice en la calle».

No hay prepotencia en Jesús Pernas. Muy al contrario, es una persona cercana, afable, hasta cariñosa por momentos, alejada del estereotipo clásico del constructor y con tendencia a dejarse liar. A su 60 años, su figura es menuda y su rostro, duro, con las arrugas concentradas en la frente y en el entorno de los ojos, la nariz ancha, las orejas con los lóbulos hiperdesarrollados y una boca que se hace amplia como el recibidor de un piso caro cuando se ríe, con una risa desinhibida, la mandíbula lanzada hacia delante y una subida cejas muy zapateril. Es un conversador ameno, con voz oscura y dicción sucia, de los que mojan las anécdotas de después del café con el vino que sobró, que es cuando más presta. Pero no es lenguaraz, ni se le calienta la boca hasta el punto de decir algo que no quiera. Parece acostumbrado a la negociación en estas situaciones. Creo a los que lo consideran listo.

Él lo llama prudencia, la misma que le ayudó a frenar la codicia en los años del bum inmobiliario, que ha permitido a su promotora superar sin sobresaltos la famosa crisis y que le da cierto pie a la confianza en una próxima salida. Mientras llega, espera agazapado al abrigo de sus empresas, que son a la vez lugar de encuentro con su esposa y sus tres hijos —«los cuatro trabajan conmigo, soy el tío más controlado del mundo»—. Cuatro nietas, algún viaje, un poco de golf, una subasta cantada y un puñado de gente que lo llama Suso. Sabe cómo sacarle partido a la vida. Sin excesos, sin privaciones.

Luego, cuando todo vuelva a tomar impulso, será el momento de comenzar a llamar de nuevo a algunas puertas. Me extrañaría mucho que éstas dejaran de abrirse de par en par.

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