El Gran Hotel Budapest

Título: The Grand Budapest Hotel. Director: Wes Anderson. Reparto: Ralph Fiennes, Tony Revolori, Saoirse Ronan, Bill Murray, Jude Law, Willem Dafoe. Cines: As Termas (Lugo). Calificación: 4 / 4

LA FICTICIA República de Zubrowka es el escenario donde está ubicado el Gran Hotel Budapest, lujoso hospedaje por el que pasa la aristocracia de una Europa a punto de extinguirse. La historia del hotel y, lo que es más importante, de su carismático conserje M. Gustave (Ralph Fiennes), la conocemos a través del relato de un escritor -inspirado en Stefan Zweig- que se quita importancia, anticipando que las aventuras le llegan a él sin que tenga que usar la imaginación ni el esfuerzo. En una estructura de muñecas rusas, el relato, en realidad, es el relato de otra persona: Zero (Tony Revolori), el botones que, en los años sesenta, mantiene viva la esencia del edificio y de las enseñanzas de M. Gustave, aunque parezca que, más bien, viva de sus recuerdos.

Wes Anderson situó su kilómetro cero estilístico en ‘Academia Rushmore’ (1998), donde un estudiante de instituto dirigía obras de teatro amateurs inspiradas en Hollywood pero con puesta en escena de aparatosa maquinaria en miniatura. A partir de ahí, todos los protagonistas de Anderson buscan una figura paterna que la mayor parte de las veces es esquiva, cuando no ausente. El afecto y desafecto familiar -sanguíneo o no- es una constante que, en ‘El Gran Hotel Budapest’, se construye entre un conserje y su botones.

La aventura de estos dos personajes a través de la República de Zubrowka, envueltos en el robo de un cuadro y perseguidos por unos nazis imaginarios, transcurre al mismo tiempo que los valores de la vieja Europa se descomponen ante el avance de un nuevo orden mundial. M. Gustave enseña al botones lecciones vitales como último legado: «Todavía quedan destellos de civilización en esta salvaje carnicería a la que una vez llamaron humanidad».

‘El Gran Hotel Budapest’ es ese tren de juguete creado por Wes Anderson con la precisión de las obras de teatro de ‘Academia Rushmore’, el sentido de la aventura de ‘Fantástico Sr. Fox’ (2009) y la transmisión paterno-filial de toda su filmografía anterior. Cargado de referencias literarias, artísticas y políticas, cada plano y cada movimiento de cámara explotan la belleza decadente de un hotel, un país y unos personajes de los que es imposible no sentir como próximos.

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