El fanatismo

LAS INFORMACIONES del atentado de Boston traen de nuevo algunas líneas que marcan para todos y en cualquier parte este tiempo. En Boston estaban varios lucenses: Noel Fernández, de Ribadeo, Pedro Estévez, de Monforte, ambos participaban en la competición, y Ana Lucía López Espinosa, que acaba de trasladarse a vivir allí. En El Progreso dieron su testimonio personal y directo. La presencia en Boston de estos lucenses da sentido de proximidad al suceso para el lector. Significa que el escenario local de la vida cotidiana -la movilidad de las personas sin motivo extraordinario- se ha ampliado a todo el mundo. En el atentado está otra vez el componente del terrorismo como de violencia o guerra irracional -si alguna hay racional- con los ingredientes de fanatismo político y religioso. «Una trampa» de los servicios secretos por ser «fieles creyentes mulsulmanes» es la explicación del padre de los presuntos autores. El fanatismo que aparece hasta en la explicación. Una guerra, aunque la calificase así Bush, que ha convertido en objetivo de muerte un tren de cercanías con trabajadores, un autobús urbano o un acontecimiento deportivo y de ocio en una jornada festiva de una ciudad en libertad y en paz hasta ese momento.

Retorno y normalidad

El retorno del Rey el lunes a la actividad normal es importante en la actual situación política general y de forma significativa en lo que afecta a la monarquía. Vuelve Don Juan Carlos a la actividad normal con la visita de una personalidad como la de José Manuel Caballero Bonald, el premio Cervantes de este año. Un escritor en la antítesis de cortesanos y aduladores, un hombre libre y permanentemente crítico. Si esa imagen de este regreso a la actividad es un símbolo -el Rey con la España culta e inconformista- quizás haya motivos para pensar que es posible encontrar nuevos caminos de normalidad en este país.

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