El enésimo fiasco de la Copa

parecía una una buena idea. Pues no. No hay manera de revitalizar la Copa del Rey. Entre otras cosas porque es difícil revivir a un moribundo si los médicos que lo atienden se niegan a hacerlo. Se limitan a mantener las mínimas constantes vitales. Y el enfermo no sana, claro.

Los rectores del fútbol español, esos que proclaman continuamente que dirigen la mejor Liga del mundo, buscan sin demasiada convicción desde hace años una fórmula que haga atractiva la Copa del Rey. La última ha sido interrumpir el campeonato liguero una vez más para colocar en fin de semana, al estilo inglés, una eliminatoria de Copa. Pero el asunto tiene trampa: hay partido de vuelta. En consecuencia, el resultado ha sido, con alguna excepción, el mismo que en los tristes miércoles coperos del crudo enero, esto es, gradas desiertas (menuda genialidad la de colocar un Recreativo-Levante a las diez de la noche), horarios intempestivos (catorce diferentes para dieciséis partidos durante tres días) y nulo interés. Pues, dicho está, queda un partido de vuelta, es decir, los grandes juegan el torneo, al menos esta ronda de los dieciseisavos, con las cartas marcadas. ¿Qué interés pueden tener eliminatorias como Cartagena-Barcelona, Sant Andreu-Atlético o incluso el Xátiva-Real Madrid pese al cero a cero de la ida? En conclusión, para la semana que viene no es arriesgado apostar por otra jornada copera de gradas vacías con temperaturas próximas a los cero grados, a altas horas de la noche y con un desenlace previsible.

El caso es que la única fórmula que revitalizaría la Copa, la de las eliminatorias a un partido, a poder ser en el campo del más débil, es rechazada de plano. Y esto es así porque los grandes del fútbol español se niegan a asumir el riesgo de ridículos históricos como los del Barcelona en Novelda o el Real Madrid en Toledo. Habrá quien alegue, para defender el modelo actual, las derrotas del propio Madrid a doble partido por dos temporadas consecutivas ante equipos de Segunda B, Real Unión y Alcorcón, pero aquellos desastres fueron solo sucesos que ocurren una vez cada veinte años, por más que fuesen consecutivos.

Y así camina la Copa. Así camina el fútbol español. Directo hacia el desastre. ¿Por qué no se articulan de manera urgente medidas que devuelvan a los aficionados a las gradas? ¿Qué futuro tiene un espectáculo que deja de interesar al público?

El Mundial de Brasil y las chapuzas de la Fifa

Cual si fuesen familiares de los célebres Pepe Gotera y Otilio, los dirigentes de la Fifa, encabezados por Chiquito Blatter, urdieron un esperpéntico sorteo del Mundial 2014. Se habla de que el sorteo estaba dirigido (cierto), de que se quería ofrecer a la anfitriona Brasil un cómodo paseo hasta al menos las semifinales (no tan cierto), de que se favorecería a las selecciones suramericanas en detrimento de las europeas (cierto con matices).

Lo peor de todo es que ya nadie se fía de la Fifa. Lo último es la acusación contra el conductor del acto, el secretario general del organismo, Jerome Valcke, de ser poco claro a la hora de abrir las bolas que contenían los nombres de los equipos. En la retransmisión se veía que, efectivamente, Valcke abría la bola para a continuación bajar las manos, que desaparecían del plano, y volver a elevarlas para mostrar el nombre del equipo en cuestión. En contraste, su compañera en la presentación del sorteo, la exuberante Fernanda Lima, era mucho más clara cuando le tocaba enseñar las bolas con la ubicación de las selecciones en el calendario. Con todo, no es probable que hubiese amaño, tan solo una chapuza más a domicilio de la inefable Fifa, a la que al menos hay que reconocer un acierto: elegir a Fernanda Lima para presentar el sorteo al lado del mustio Valcke. Lo de la bella y la bestia es poco.

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