El día del pixel

ESTE JUEVES se celebra el Día del Libro, esa anomalía que consiste en sacar volúmenes a la calle para ver si pica el personal y hace un gasto extraordinario. El origen era otro, pero ahora parece más una muestra de la sección de libros del Carrefour en nuestra Praza Maior que una reivindicación de la lectura como acto cotidiano. Las librerías son ante todo un negocio, y tal y como las conocemos tienen los días contados. El Día del Libro podría ser algo parecido a una jornada de puertas abiertas a lo desconocido; un experimento hacia posibles demandas del consumidor actual. Lejos de eso, es una exposición de obviedades.

Los caminos que trazan los expertos para que las librerías sobrevivan son dos posibles y ninguno sostenible en una ciudad como la nuestra: la especialización en géneros y la ampliación de mercado hacia otros sectores dentro de la propia librería.

La primera exige muchos habitantes; la segunda, locales muy grandes y bien situados en los que se pueda instalar una cafetería o un pequeño salón de actos. Exactamente ésos que hoy alojan bancos y tiendas de Inditex.

En ciudades como Lugo, el futuro de las librerías puede ser parecido al de las tiendas de discos. Por mucho que nos duela, mueren al fin.

En este preciso instante vivimos un auténtico período de transición en el mercado del libro. La inminente pero desconocida fecha en que se comercialice en España un lector digital a precio asequible será el momento defi nitivo en que se instaure la revolución del papel, que corre el peligro de los perdedores en todo proceso revolucionario.

Los libros, los periódicos y las revistas tienen un encanto añadido en el soporte, pero que nadie se confíe. La glorifi cación del aspecto físico como valor añadido irrenunciable fue la causa de otras muertes dignas. Ni el tacto del papel, ni el olor de la tinta, ni esas portadas tan bien cuidadas van a hacer que el lector de los años 10 renuncie al inmenso catálogo del libro electrónico.

Todo lo que es susceptible de ser transformado en píxel y transportado en un artilugio electrónico, lo será.

El reto del librero es hacerse fuerte en el mercado de libro electrónico. La mayoría de los encuestados -por mí- creen ciegamente en el soporte físico y en la fi delidad del cliente, como otros creyeron en la carta de toda la vida hasta que descubrieron el e-mail. El libro electrónico ya es una realidad en los lectores de cómics, mucho más fetichistas del soporte pero más pragmáticos al fin.

La lectura ES el fin último del lector. Todo lo demás es prescindible.

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