El día del amor

ZAPATERO IMAGINA SU RETIRO viviendo en León, según confiesa a propios y ajenos. De hecho ya lo tiene planeado. Entrará en el Consejo de Estado, y viajará a Madrid sólo a las reuniones. Se quedará una noche para cenar con amigos, y regresará a la que considera su tierra aunque nació en Valladolid. Esta especie de epitafio del líder suele repetirse en los sueños Z-Z. Y prueba, con creces, el cansancio de la alta política que también sufre Rajoy aunque duela más en el  poder.

Don Mariano, en cambio, se quedará a vivir en Madrid, y se escapará a Pontevedra y Sanxenxo siempre que pueda. Rajoy llegó en el 86 a la capital del Estado con su barba de despiste que tapa las huellas cicatrizadas de un grave accidente de tráfico. Cuando desembarcó en los madriles, Rajoy venía bregado en la política municipal y autonómica. Había sido concejal y presidente de Diputación, y había pasado por la Xunta de Fraga. Llegados a ese nivel, tanto el vicepresidente gallego y varias veces ministro como el presidente leonés guardan en su alforja de caminantes la comprensión del compadre. Porque después del fragor de la batalla y el olor de la sangre sobre los regueros de la declaración y el escaño, permanece la evidencia de la rivalidad ideológica pero también la camaradería de los que han sido y son contrincantes.

El trazado horizontal de esta semana es, por tanto, un canto al amor en el día de los enamorados. Pero también es la constatación cercana de que los dioses de la política española son más humanos que divinos. Piensan en su jubilación, como todo hijo de vecino, aunque les quede más pensión que al común de los mortales. Y se ven en el retiro con hijos y nietos cerca de la armonía familiar y lejos del pecaminoso alcance de la guerra política. Esta semana, Zapatero tuvo un momento de debilidad en el Senado cuando, casualmente y en perfecta formación, esperaban los alumnos de un colegio que visitaba la Cámara Alta. El presidente y su entorno habían tejido a comienzos de semana la estrategia de la conspiración para defenderse de las críticas ante el fracaso económico. Pero como es sabido, la teoría de la conspiración es escudo recurrente de los gobiernos tambaleantes para defenderse su errática gestión.

Y es la cosa que Zapatero se acercó a los niños en otra secuencia bíblica como el desayuno de la oración. Y cuando su amigo y portavoz Alonso le espetó al oído que "los niños quieren verte", el presidente se dejó tocar sin preguntar si eran alumnos de un colegio religioso de Aguirre o un colegio público catalán sin crucifijo. Zapatero, fiel a su obsesión por la imagen fácil, comenzó la charla con los niños ante cámaras y micrófonos. Y si bien es cierto que confesó que ese encuentro era lo mejor que le "había pasado ese día", enseguida le devolvió a la realidad un crío desde su inocente verdad. Cuando Zeta le preguntó a una niña de dónde era, un compi de clase terció: "Es catalana, como tu". Como se pueden imaginar, las carcajadas fueron sonoras, y a ZP no le quedó más remedio que sonreír. Pero esa lección prueba dos cosas: Una, la cansada humanidad del personaje confesando su debilidad ante el lío económico en el que está metido; y dos, la confusión en la que está metida la España territorial y política, gracias al más genuino zapaterismo estatutario.

Las heridas, por tanto, duelen. Y el polvo del camino mancha y va pesando. Entre las penas de Rajoy los palos que se llevan los políticos. Levantarse tan de mañana y empezar a recibir va en el sueldo, se supone, pero termina arrebatando la autoestima y el equilibrio personal del personaje público. Puede que Zapatero durmiera como un lirón en la Moncloa los dos primeros años de gobierno, pero es evidente que los problemas de hoy le quitan el sueño a cualquiera. A mediados de la segunda legislatura de Aznar, alguien le preguntó: "¿Qué tal, presidente?". Y Aznar, entre la broma y el dramatismo, contestó: "Ya ves, aquí sigo aunque me quieran matar". Sin duda, el odio que despierta en los contrarios un líder político es algo de lo que nos olvidamos a menudo los analistas y los ciudadanos. Y por eso este trazado horizontal se rinde ante el valor incuestionable de los políticos honrados, que para eso es el día del amor. 

AL CIELO AL INFIERNO
Los agentes sociales Baltasar Garzón

Los agentes sociales, los sindicatos y la patronal, dieron ejemplo sellando el acuerdo paran la subida salarial. Las empresas con problemas podrán pactar la congelación. Tras el impulso del Rey, se esperan frutos en el diálogo social. Veremos si fructifica en la reforma laboral y la edad de jubilación. Para un Pacto de Estado, ZP ha de olvidar la ideología. Ahí se escudó para no pactar con Rajoy.

Camino de las llamas. El Poder Judicial estrecha el cerco sobre el juez campeador. El Supremo le investiga por prevaricación, pero la Fiscalía de Pumpido y los justicieros universales están en contra de la suspensión cautelar. Garzón no era competente para las fosas del franquismo, y sembró dudas con las conferencias pagadas por Botin en Nueva Cork. El cohecho también le amenaza. 

 
PRIMERA PERSONA
Felipe de Borbón. Los Príncipes inauguraron el año jacobeo con los presidentes del camino de Santiago. Y también el Congreso de Victimas del Terrorismo al que faltó Zapatero y acudió Rajoy. 
 
♦ Feijóo. No se acongoja por el recurso del Gobierno contra la ley de caixas. Y prepara otro recurso contra el FROB, Fondo de Reestructuración y Ordenación Bancaria.

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CHISMES
Carnaval, carnaval. Rajoy y Zapatero preparan este fin de semana el debate económico del 17-F. El líder del PP lo hace en Canarias, en pleno carnaval. Pasea y redacta su cosecha.

Unión, progreso y democracia. Los 48 días de vacaciones de sus señorías han escocido. Bono se ha escudado en el contrato de Ronaldo. Sobre pensiones: Dicen que la Rosa de UPyD puede cobrar incluso la de eurodiputada.

El sucesor. Mantenemos la teoría de que ZP no se presenta. Blanco vuelve al protagonismo estratégico para disputar la sucesión a Bono, Rubalcaba, y Chacón.

Goyas de hoy. El Gobierno no teme carteles de NO AL PARO y confía en Sinde. Prevención: ZP ha convocado a los finalistas el lunes en Moncloa.

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