El culo de Darek

TODAVÍA NO SOMOS conscientes del enorme daño que Ana Obregón ha causado a toda una generación de hombres de este país. Y no me refiero precisamente a los seguidores de ‘Ana y los siete’, que en su pecado llevan la penitencia, sino a ese grupo que puede ser incluido en el saco de ‘hombres maduros’, en el que me meto por solidaridad. El cambio social que supuso la llegada de Darek a nuestras vidas amenaza con convertirnos, vía comparación, en patéticos despojos emocionales.

El elemento en cuestión estuvo el jueves en Lugo. Eran la diez de la noche y habría no menos de 500 personas en As Termas para ver el desfile de moda que el escultural
polaco venía a presentar. Muchas de ellas, seguramente la mayoría, eran amigas o familiares de los modelos locales que desfilaban. Pero otra buena parte había acudido
a la primitiva llamada de Darek, en especial el abundante grupo de mujeres entradas en años. «Seguro que muchas no se han puesto cremas en toda la semana para aparentar más edad, porque a éste le gustan maduritas», comentaba con su amiga una que rondaría la treintena, que descartaba de entrada al modelo polaco porque a ella le gustan «con el pelo largo». «Pues no es tan alto...», se le oía a otra. «Sí, es verdad, y a mí es que los rubios no acaban de...». «Está muy bueno. En general», replicó una amiga, zanjando el asunto.

Entre las que se arremolinaban, armadas de cámaras y móviles, en la zona donde el muchacho se sentaba a esperar después de cada presentación llamaba la atención una curiosa pareja, supongo que madre e hija. La hija ya hace tiempo en edad de ser madre y la madre, en edad de ser abuela. Ambas se reían nerviosas y divertidas mientras se turnaban en el sitio para mirar al ejemplar por entre las cabezas de las que habían pillado mejor sitio. Quizás de una media entre las dos podría salir la mujer que el imaginario colectivo femenino considera que interesa a Darek.

Y ahí está el problema, en el imaginario colectivo femenino, que en relativamente poco tiempo ha sufrido tal cambio que ha dejado a los machos de la manada, a los de andar por casa, desubicados, desorientados, aunque bien es cierto que los hombres nunca estuvimos bien dotados para estas cosas. Emocionalmente, quiero decir.

Pasamos del desorden hormonal de la juventud a la viagra sin saber muy bien cómo. Y por el camino, no es raro ver al típico que, amparado en una de esas crisis de los cuarenta, de los cincuenta o de lo que toque, se enmorra con una mujer mucho más joven que él, cualquier despistada que pase por ahí. Pero, en la mayoría de los casos, no deja de ser el patético intento de recuperar la ilusión de macho alfa, de reafirmarnos ante nosotros mismos y, lo que es casi tan importante, ante el resto de machos próximos. Es como comprarse un coche deportivo, puro exhibicionismo, mira que grande la tengo y todas esas cosas freudianas. El asunto suele acabar con la chica harta de buscar al padre en un hombre con mucho más pasado que futuro y con él regresando al rebaño con la autoestima
todavía más dañada que cuando se fue. Somos así, primarios.

Sin embargo, el cambio de rol social que está asumiendo la mujer nos ha revelado que hasta en esto de cazar piezas tiernas son más avispadas. Porque el modelo de comportamiento que reveló Ana Obregón con Darek es muchísimo más sano y menos problemático que el masculino. Primero, porque seguramente una mujer con la suficiente edad está mucho mejor amueblada mentalmente que un hombre, ha madurado de forma más intensa y no necesita un jovencito con traumas maternos para reafirmarse como fémina. No, lo que busca es diversión, darse unos caprichos, romper la monotonía y alejarse por unos momentos de la mediocridad subida en unas nalgas prietas. Sin promesas, sin exigencias, sin dramas. Sólo alegría.

Me descubrí pensando en todo esto mientras miraba como ellas miraban el culo de Darek, que tampoco es tan alto, ni tiene el pelo largo y además es rubio, el pobrecito. A lo mejor es sólo envidia, pensé, yo siempre tan malsano. Para estos casos de duda, mejor un profesional, como Javier, un psiquiatra tan desubicado que me prefiere como amigo que como paciente. Cada vez más, me vino a explicar, se encuentra en su profesión con hombres maduros que se lían con mujeres más jóvenes en busca sólo de cariño. Sin embargo, las mujeres de la misma edad que se lían con hombres más jóvenes lo que buscan es sexo, son mucho más desinhibidas y lo que están es hartas de maridos capones. «Los hombres estamos desahuciados, perdidos. Somos una ruina», diagnosticó, sin la más mínima piedad ni por él ni por mí.

Y yo que fui a ver a Darek pensando en recibir una lección de anatomía, regresé con una sobre la evolución. Y sobre la envidia.

(En la foto, de Sebas Senande, Darek, indiferente)

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