El control de la diversión

Según informaba El Progreso la semana pasada, la popular Festa da Carballeira tiene los días contados. El Concello avisa de que el año que viene, según la normativa que entra en
vigor, los celebrantes tendrán que pedir permiso para realizarla al aire libre y la autorización ya está denegada antes siquiera de que se plantee. La solución que se propone es hacerla donde no moleste, una idea que podría ser la definitiva para todo evento susceptible de
conflicto local con el único riesgo de que, por no molestar, no hagamos absolutamente nada. El legislador (y el ejecutor) estarían contentos de que ni siquiera se nos pasase por la cabeza intentarlo.

La ley a la que se refiere el Concello de Lugo nació como solución de urgencia nacional al fenómeno del botellón.

Nadie sabe cómo arreglar los problemas nuevos que genera una sociedad cambiante, lo único que se tiene claro desde el principio es que todo pasa por una regulación. 

Pero, ¿qué ocurre cuando una ley tiene consecuencias contrarias a las deseadas? 

El escritor y -ya se puede decir- analista social contemporáneo Raúl Minchinela desmenuza
la historia reciente (y no tan reciente) del botellón en su último sermón mensual videográfico. En él explica, remontándose a la época pre-guateque, cómo mediante
el control de la diversión, la calle dejó de ser un lugar común para convertirse en un lugar de paso; de la misma manera, para la aparición del botellón fue necesario meterse en la intimidad de los bares para sacar a la gente a la calle.

El origen del botellón no es otro que el estricto cumplimiento de las leyes, que prohibían sacar los vasos a la calle después de haber sacado a la gente a fumar. Informo a Minchinela de las intenciones del Concello de Lugo y me pone sobre la pista de una noticia en Ourense. La Junta de Seguridad Local analiza el botellón y se acuerdan acciones de carácter preventivo ''por considerarse que se trata de un hecho complejo que requiere información, orientación y, en defi nitiva, educación”… del legislador'', añade.

Y por si Lugo pasaba por ser una de las ciudades más difíciles para organizar cualquier evento, a partir de ahora subimos unos puestos. La sala Babel, en San Roque, cierra después de tres años de actividad francotiradora. El Clavicémbalo se convierte en una especie a proteger, o por lo menos a no derribar. Este no es un fenómeno estrictamente lucense. La plaga se extiende por todo el país.

La diversión se pone cada vez más complicada. Si ya no tenemos mucho que celebrar, ahora además no tenemos ni donde.

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