El CIS dibuja el sueño de Feijóo

GALICIA vive una fase de aceleración del tiempo histórico, inédita por lo menos en los últimos lustros y que tiene a la crisis económica como principal motor. Desde que el 26 de septiembre Rodríguez Zapatero firmó el decreto de disolución de las Cortes Generales se ha producido la nacionalización de Novacaixagalicia y la venta del Banco Pastor, de modo que el sistema financiero gallego desapareció casi de un plumazo y sólo podría resurgir parcialmente si fructifica el incierto proyecto de José María Castellano al frente de Nova Galicia Banco.

Paralelamente, el escándalo por las jubilaciones multimillonarias de los exdirectivos de las cajas de ahorro hizo tomar conciencia a la ciudadanía de cómo fueron gestionadas esas entidades, ahora arruinadas. Esta tardía revelación, de la que todos somos responsables en distinta medida, acabó por provocar el comienzo de la retirada de Julio Fernández Gayoso, superviviente desde el franquismo como señor de las finanzas del sur de Galicia.

Pero el inicio de la marcha de Gayoso, que sigue el camino emprendido por José Luis Méndez, está pasando casi desapercibido por la onda expansiva de la sucesión de escándalos de corrupción, algo que por sí mismo no deja de ser habitual durante una crisis económica que, además, se produce tras un tiempo dorado de especulación. Sin embargo, esta oleada alcanza una intensidad tremenda. En estas casi seis semanas de período electoral, desde la disolución de las Cortes, han dimitido tres diputados autonómicos, dos del PP y uno del BNG, investigados por el Tribunal Superior, y ha quedado contra las cuerdas el que ha sido durante el ciclo de Zapatero en la Moncloa el político gallego más poderoso, el socialista José Blanco.

En esta coyuntura hasta resulta difícil recordar lo que sucedió en verano, por lo que no extraña que haya quedado casi olvidada la campaña de hace seis meses, la de las municipales. Cuando empezó, la bauticé como la campaña del «ahí, ahí», en referencia a la tremenda acusación que había hecho meses antes Pachi Vázquez contra Feijóo, al relacionarlo con el narcotráfico. También aludía a que, según los sondeos que se conocían, la mayoría de las alcaldías urbanas parecían jugarse por tan solo un concejal.

Era un escenario totalmente opuesto al que ayer dibujó el organismo gubernamental de estudios sociológico, el CIS, que augura la más aplastante victoria del PP en España, porque lograría por primera vez la mayoría absoluta desde la oposición, superaría todas sus marcas históricas cuando ya cuenta con el mayor poder territorial que tuvo nunca y dejaría al PSOE casi en su mínimo.

En Galicia, el CIS estima que el PP de Feijóo y Rajoy, al obtener un escaño más en cada provincia, lograría todos sus objetivos, lo que no consiguió en las municipales de mayo, cuando se le escaparon la Diputación de Lugo y, por lo menos, una alcaldía urbana. El PSOE volvería al pozo del 2000, con solo seis escaños y el único consuelo de que ahora Galicia tiene 23 asientos en las Cortes, frente a los 25 de hace once años. Pero el batacazo de los socialistas tendría el agravante de que esta vez no compiten en dos frentes, ya que el BNG está mucho más débil que en el 2000. Del mismo modo, el Bloque, que se salvaría de la quema al conservar sus dos valiosísimos diputados en Madrid, tampoco aprovecharía el declive socialista para remontar el vuelo. La conclusión sería que las crisis paralelas de los dos partidos de la oposición, dirigidos por los flojos Vázquez, se retroalimentan para mayor gloria del PP de Feijóo y Rajoy.

Sin embargo, en el estado mayor del PP gallego preferían moverse en otro escenario, en el del ahí, ahí, que era el que trazaban las encuestas a las que daban más crédito en las vísperas de las autonómicas de 2009 y las que más les gustaban en las municipales. Por eso la dirección de los populares, que maneja datos internos parecidos a los del CIS, intenta vacunarse contra la euforia para asegurar la movilización al máximo de su potente maquinaria.

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