El cirujano que mejora la vida del Rey

Miguel Cabanela
Miguel Cabanela explica a los medios la operación del Rey (Foto: JUAN CARLOS HIDALGO)

LA NOTICIA saltó a los medios de comunicación el pasado 20 de septiembre. El Rey, con problemas en la prótesis que le había sido colocada un año antes, va a ser operado de una infección en la cadera izquierda, y el encargado de realizar la intervención será el cirujado mindoniense, asentado en Estados Unidos desde hace más de cuatro décadas, Miguel Cabanela.

Ese día, último sábado del verano, Miguel Cabanela González-Seco (Mondoñedo, 1942), reconocido por sus colegas de profesión como una eminencia mundial en cirugía de la cadera -y en especial en el terreno de las prótesis-, explicó en una inédita rueda de prensa en La Zarzuela en qué consistiría la operación. Cabanela, un hombre acostumbrado a decir lo que piensa, irrumpió en palacio en un momento delicado, y no solo para la salud del Rey. Para muestra, la primera pregunta de la primera rueda de la historia de la Casa del Rey, dirigida al presidente de la institución, Rafael Spottorno, fue la de si el monarca se había planteado la abdicación. La espontaneidad del cirujano lucense y la naturalidad de sus comentarios -«no sé exactamente lo que hace un Rey» y «a mí no me gustaría que fuera ni a Vitigudino de Abajo», fueron dos de sus frases en la comparecencia ante los medios- sacaron hierro al hecho de que Don Juan Carlos volviera al quirófano por octava vez en tres años y medio.

El primer contacto entre Cabanela y el Rey se produjo el día de Nochevieja del año 1992. Don Juan Carlos había pasado por el quirófano para operarse de la rodilla, sabía que sus médicos habían consultado al cirujano mindoniense y le telefoneó a su casa en Rochester (Minnesota, EE.UU.). Desde entonces volvieron a hablar un par de veces, hasta que La Zarzuela volvió a telefonearle en septiembre pasado ante un nuevo percance de salud, ahora mucho más serio, del monarca. Durante los dos meses entre ambas operaciones -el 24 de septiembre le retiró la prótesis infectada y el 21 de noviembre le implantó la definitiva- Cabanela y el Rey hablaron dos veces a la semana por teléfono y se han hecho amigos. Antes de regresar a finales del mes pasado a Estados Unidos, el cirujano reveló que un día antes de la segunda intervención, Don Juan Carlos le dijo que había gastado una broma a los médicos -se cubrió la frente con unas manchas de betadine y se colocó un esparadrapo en la nariz-fingiendo que se había caído. Cabanela indicó entonces que el Rey es como se lo había imaginado, «quizás con un sentido del humor más espontáneo de lo que pensaba». «Queda Rey para rato», señalaba entonces el doctor, convencido de que el monarca no tendrá secuelas.

Tras licenciarse en Medicina en Santiago en 1965, Cabanela ejerció durante cuatro décadas en la prestigiosa clínica Mayo de Rochester, donde dejó de trabajar oficialmente hace cinco años para poder dedicar más tiempo a realizar intervenciones quirúrgicas en países como Guatemala, Vietnam o Ghana y a formar a médicos locales. De hecho, el pasado 17 de noviembre, cuatro días antes de operar por segunda vez al Rey, estaba en Kenia colocándole una cadera nueva a una mujer. Cabanela calcula que a lo largo de su carrera ha implantado casi diez mil prótesis de cadera y rodilla, algunas con muy pocos medios a gente sin recursos en África, Centroamérica o el Sureste asiático.

Su altruismo es bien conocido por sus vecinos de Mondoñedo, villa a la que siempre estuvo muy vinculado y que visita casi todos los años, aunque viene menos desde que, en 2008, murió su padre, Enrique Cabanela, alcalde del municipio en los años 70 y dueño de la clínica por la que pasaron centenares de mindonienses durante décadas. De pequeño, Miguel Cabanela acompañaba a su padre -«cirujado de aldea», como lo define el hijo- por caminos por los que no podía ni pasar el coche. Años después, cada vez que regresa a Mondoñedo desde Estados Unidos o de cualquier ciudad de Europa después de impartir una conferencia, el cirujano mindoniense pasa consulta a los convecinos que habitualmente llegan a su casa con radiografías.

Desde que llegó a Rochester, donde sigue residiendo, Cabanela siempre ha ejercido de gallego, y no solo por los desvelos con los pacientes, alumnos o colegas que a lo largo de estos más de 40 años han pasado por la clínica Mayo. En este hospital cada jefe de servicio acuña un símbolo. En las puertas de las habitaciones de los pacientes de Cirugía Ortopédica de Cabanela había un pequeño escudo con un zueco y un paraguas sobre el que caía la lluvia. Es decir, Galicia. Nada extraño si se tiene en cuenta que Cabanela es sobrino -su madre y la esposa del escritor eran hermanas- y ahijado de otro célebre mindoniense, Álvaro Cunqueiro.

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