El absurdo reina en Piornedo

LOS VECINOS DE PIORNEDO han roto con la tradicional resignación que caracteriza a los habitantes de la alta montaña lucense y han denunciado a voz en grito que sus 16 pallozas corren un grave riesgo de desaparecer. Las construcciones prerromanas, de los pocos ejemplos que se conservan de este periodo y emblema de Os Ancares, son bien de interés cultural (BIC), pero, al margen de su valor patrimonial, el atractivo del poblado ha generado los pocos proyectos de turismo sostenible de la comarca, precisamente ese tipo de negocios que las administraciones consideran que son el futuro de la zona y que también corren el riesgo de desaparecer.

En torno a Piornedo, tanto en Cervantes como en municipios limítrofes, ha surgido un pequeño sector hostelero, con un hotel, varias casas rurales, el albergue y los restaurantes de Campa da Braña e, incluso, una pequeña empresa, Ancares de meu, dedicada a la organización de todo tipo de actividades, tanto relacionadas con la naturaleza como con la etnografía. Todos estos negocios están ahora pendientes de un hilo, porque, aunque el medio ambiente es fundamental, el tirón del poblado prerromano es muy importante a la hora de atraer visitantes y, por lo tanto, clientes. De hecho, las pallozas constituyen, junto al Obradoiro y la playa de As Catedrais, los principales atractivos que la Xunta vende de Galicia al exterior.

Por eso, los casi 40 habitantes de Piornedo no acaban de entender nada y es comprensible, porque el absurdo más absoluto parece estar reinando en este caso. Por una parte, es difícil de entender que los recortes presupuestarios supongan, además de no realizar nuevas inversiones, dejar que se deterioren, hasta su desaparición, monumentos en los que ya se ha invertido una considerable cantidad de dinero público.

Fue Manuel Fraga, como presidente de la Xunta y habitual de Os Ancares, el que decidió poner en valor el poblado, consciente de que no solo era un emblema sino un atractivo turístico. La Consellería de Ordenación do Territorio, dirigida por José Cuiña, se puso manos a la obra y, en los años 90 del pasado siglo, se gastó 200 millones de las antiguas pesetas en restaurar el conjunto etnográfico. Tanto empeño puso la Xunta que, incluso, se planteó la posibilidad de musealizar todo el poblado, algo que no llegó a ejecutarse, porque supondría el traslado de los vecinos y estos se negaron rotundamente.

Después, la Xunta durante muchos años, hasta el 2010, concedió ayudas a los vecinos, que rondaban los 26.000 euros, para la conservación de los tejados de paja de las pallozas, pero llegaron los recortes y el fin de las subvenciones. Techar cada casa cuesta unos 30.000 euros, que los propietarios no pueden asumir, por lo que algunos han optado, saltándose la normativa a la torera, por cubrir los tejados con chapas metálicas.

ECONOMÍA SOSTENIBLE

Por otra parte, también es absurdo que las administraciones planifiquen para el futuro de Os Ancares un tipo de economía basada en el aprovechamiento sostenible de la riqueza etnográfica y medioambiental de la comarca, para después no aportar apoyo a los emprendedores que se atreven y, además, desentenderse de la conservación de ese patrimonio.

Con este panorama, lo que sí resulta lógico es que los vecinos de Piornedo no vean más que aspectos negativos en programas como la Red Natura, cuya normativa limita considerablemente las actividades agropecuarias y la construcción, o todas las restricciones que sufren los habitantes por vivir en un monumento declarado de interés cultural. Entre otras cuestiones, los residentes en Piornedo llevan décadas pidiendo alumbrado público en sus calles, un servicio que se ha ido instalando zen la mayoría de los núcleos de población de Cervantes, pero que, en el caso de Piornedo, se enfrenta a los requisitos técnicos y estéticos exigidos para actuar en un BIC y al elevado coste que implica la complejidad de las obras, por lo que los vecinos del poblado siguen en tinieblas.

PATATA CALIENTE

En toda esta polémica, también resulta sorprendente la actitud de la Xunta. Según la legislación vigente, la Consellería de Cultura es la competente en materia de patrimonio histórico-artístico y, por lo tanto, se supone que es la administración obligada por ley a conservar los monumentos de Galicia. De hecho, fue la Xunta la que restauró el poblado y la que se ocupó de su mantenimiento hasta el 2010.

Si antes el Gobierno autonómico asumía su responsabilidad, lo que resulta totalmente inexplicable es que, ahora, la única reacción ante las quejas de los vecinos se haya hecho esperar y no haya llegado de la propia Consellería de Cultura, sino de la delegación territorial. Además, la Xunta se ha limitado a intentar enmendar la plana, compartiendo la patata caliente con el Ayuntamiento de Cervantes y la Diputación de Lugo, ambos gobernados por el PSOE, y a los que el Ejecutivo quiere implicar en el mantenimiento de las pallozas .

CONTRASTES

La actitud de la Xunta ante el peligro que corre el poblado de Piornedo contrasta con otros comportamientos recientes en materia de patrimonio. Para los vecinos de Os Ancares, resulta difícil de entender que el Gobierno autonómico interviniese con total premura y disposición de fondos, cuando un rayo provocó graves daños en el santuario de la Virxe da Barca, en Muxía, las pasadas navidades y, sin embargo, se desentienda de la situación que se produce en la montaña lucense.

Tampoco se entiende el comportamiento de la Consellería de Cultura con el patrimonio de Piornedo, si se compara con otras actuaciones que está llevando a cabo este departamento autonómico en la provincia de Lugo, como la encomiable restauración del castillo de Pambre. En este caso, ante las peticiones del entonces alcalde de Palas de Rei, el popular Fernando Pensado, el propio presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, se comprometió a adquirir el edificio y rehabiliarlo. Llevó su tiempo, pero el compromiso de Feijóo con Pensado se cumplió y la Xunta se gastó tres millones en la compra de la fortaleza y, ahora, está invirtiendo casi dos para rehabilitarla.

El absurdo reina en torno a las pallozas de Piornedo, que son un emblema de Os Ancares, pero que también constituyen la base del único intento serio en la comarca para atraer turistas. Permitir que este poblado se destruya, no solo supone un desprecio hacia el patrimonio histórico y un despilfarro del dinero público ya invertido, sino que añadirá más dificultades para la supervivencia de una comarca deprimida económicamente, muy afectada por la despoblación y cuyo futuro pasa por el aprovechamiento sostenible de su riqueza medioambiental y etnográfica, esa que precisamente se está dejando desaparecer.

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