Drama vergonzante

SI SOBREVIVIR DE la caridad del prójimo es un drama para miles de personas, doblemente lo es para los que, sufriendo privaciones, prefieren ocultarlo. Si a nadie le gusta exhibir sus miserias, y más en una sociedad que juzga por las apariencias, es comprensible la actitud vergonzante. Pero especialmente pone los pelos de punta el caso de la madre tinerfeña, de 28 años, que se desmayó en una acera cuando caminaba con su hijo de dos años. Confesaría que llevaba dos días sin comer y que no había acudido a los servicios sociales por sentir vergüenza. Se comprobó que el niño estaba perfectamente atendido, pero ella se quedó sin trabajo y deberá, además, dejar la habitación donde reside porque no puede pagar los doscientos euros de alquiler mensual. Parece un caso extremo, y no es ni mucho menos el único con tintes melodramáticos. No debería suceder, pero al considerarse humillante la situación, acaba imponiéndose la vanidad que todos llevamos dentro para escudar la autoestima y guardar las apariencias por encima de la necesidad.

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