A dónde vamos

EL pronóstico de que varias generaciones van a vivir peor que en la situación que existía hasta la gran depresión que estalló en 2008 se repite. Miramos a Alemania para imaginar qué podrá cambiar en determinadas políticas, a las que se responsabiliza de la lentitud de la salida y de la profundidad de los sacrificios y de destruir un modelo económico y social, Podemos preguntarnos por algo tan simple como la aplicación urgente y férrea de las nuevas reglas para la banca y las cajas bajo el dogma de Basilea 2 ,que deja a Galicia sin entidades financieras propias, hagamos justa excepción de Caixa Rural Galega. Parece cierto que a pesar de la mala y temeraria gestión de alguna de esas entidades, si el cambio de reglas de juego tuviese otro ritmo de aplicación probablemente no estaríamos lamentando ahora la desaparición de demasiados centros de decisión empresarial y financieros en Galicia. La miope discusión política gallega pasó por alto que aquí no se decidió ni se pidió opinión sobre el diagnóstico y el tratamiento, pero se enzarzó en repartir responsabilidades sobre quien no tuvo poder de decidir. Se despreció la oportunidad una vez más de tener visión de país. Primaron las maniobras con Vigo o A Coruña. No hubo la voz de un eurodiputado. No hay representación directa en Europa para los intereses de Galicia, -la Pac, la escandalosa política del sector lácteo, la pesca- por el temor y los intereses de la maquinaria de los grandes partidos para implantar unas circunscripciones que representen a las comunidades autónomas. En el desmantelamiento del escaso tejido industrial y empresarial de Galicia, con un horizonte peor para la calidad de vida y el consumo de los jubilados, con el retroceso galopante de las clases medias, el dibujo de un horizonte posible deberían formularlo quienes vayan a representarnos en Europa. Pero esas listas serán canongías para premiar a aquellos que sirvieron sin crear problemas al aparato. Quién dice y decide a dónde vamos.

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